Todo hace indicar que en la Alianza Verde hay un pulso de poder que poco a poco ha ido tomando fuerza. Según un parlamentario de esa colectividad hoy se ven tres corrientes básicas. La primera estaría en cabeza de la senadora Claudia López, cuyo protagonismo político le ha granjeado un posicionamiento progresivo bastante sustancial, sobre todo en el último año, convirtiéndola en uno de los referentes de la Alianza. La segunda corriente estaría en cabeza del senador Antonio Navarro, quien no sólo sigue liderando la facción del Progresismo que militara antes en el petrismo, sino que poco a poco ha venido ganando de nuevo espacio en los sonajeros que semana tras semana se hacen respecto a los posibles precandidatos presidenciales para 2018. Para nadie es un secreto que en el santismo han analizado su nombre como posible fórmula vicepresidencial de algunos de los tres partidos de la coalicion, dado su perfil exguerrillero desmovilizado, dirigente político de larga trayectoria y partidario decidido del proceso de paz con las Farc.
Los tonos verdes (II)
La tercera facción, según la fuente consultada, es un poco más difusa aunque algunos la ubican dentro del viejo luchismo, es decir de la línea del hoy ministro de Trabajo Luis Eduardo Garzón, que estaría en cabeza del concejal bogotano Antonio Sanguino. Se dice que es difusa porque hay quienes en la Alianza Verde no saben qué papel tendrá Garzón en el partido cuando deje el Ministerio o si, por el contrario, como se dice en los corrillos políticos del Congreso, evaluaría la posibilidad de aceptar coqueteos de uno de los partidos de la coalición santista en donde le ven rentabilidad política y electoral a su perfil de dirigente de izquierda, capacidad ejecutiva y apoyo al proceso de paz. El peñalosismo, como se sabe, ya prácticamente no tiene velas en la Alianza Verde, en tanto que otras facciones que venían del antiguo Partido Verde han venido perdiendo espacio y protagonismo a medida que se posicionan los liderazgos emergentes de López y Navarro.
No dar papaya (I)
En altos círculos de la Casa de Nariño ya habría preocupación por el impacto que han tenido las denuncias periodísticas sobre contratos del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República referidos a temas locativos y de mantenimiento en la Casa de Nariño, como también protocolarios o incluso de suministros alimenticios. Varios de esos contratos, como los referidos al cambio de cortinas de la sede presidencial e incluso la compra de almendras para regalar a los invitados y distribuir en las embajadas, han sido objeto de debate en los medios de comunicación y, como es apenas obvio, las críticas contra el Gobierno por esos gastos que a la luz de la opinión pública pueden resultar innecesarios o suntuarios, no se han hecho esperar.
No dar papaya (II)
Las críticas a esos contratos han tenido mucho eco en redes sociales debido a que estamos en medio de una coyuntura en donde la crisis económica está golpeando fuertemente el bolsillo de las familias de estratos medios y bajos, en tanto desde el Gobierno se habla de una reforma tributaria para aumentar impuestos como el IVA y se urge a todas las entidades oficiales que recorten sus gastos de funcionamiento e inversión. Según trascendió en las fuentes palaciegas, ese tipo de contratos se restringiría al máximo y su justificación tendrá que ser muy sólida para no dar papaya a la prensa y a la oposición en tiempos de apretón y polarización política.