Más de una semana después de una controvertida elección interna, el principal partido de oposición francés, la conservadora UMP en serio peligro de explosión, cuenta con el expresidente Nicolas Sarkozy para apagar el incendio, mientras algunos reclaman la convocatoria de nuevos comicios.
"Suicidio colectivo", "masacre", "derecha muerta", "crash": los calificativos de responsables de la Unión para un Movimiento Popular (UMP) y de la prensa transmiten la delicada situación de una formación que no cesa de hundirse desde su derrota en las presidenciales y las legislativas.
En principio, la votación de los militantes UMP debía dotar al partido de un nuevo presidente tras la salida del Elíseo de Nicolas Sarkozy. En juego está el liderazgo de la derecha francesa y una eventual candidatura a la presidencial de 2017 par el ex primer ministro François Fillon o el secretario general saliente, Jean-François Copé.
Pero el guión se torció, con unos resultados muy apretados, y entre acusaciones de fraude recíprocas y de profundas fracturas políticas.
Partidario de una "derecha desacomplejada", Copé fue proclamado vencedor el 19 de noviembre por un ínfimo margen del 50,03% (98 votos de ventaja para más de 174.000 votantes). Fillon protestó en contra de este resultado, porque la comisión de organización de los comicios olvidó contar los votos de los territorios franceses del Pacífico y el Océano Índico.
Y la guerra de los jefes se transformó en psicodrama. Los dos hombres han apelado al exministro de Exteriores, Alain Juppé, fundador del partido y autoridad moral para los simpatizantes de derecha. Pero su tentativa de mediación falló el domingo. Queda el recurso a Nicolas Sarkozy
"Le toca mover ficha"
"Pensaba que el expresidente de la República debía protegerse de estas querellas partidistas. Parece claramente que es el único hoy en tener autoridad suficiente para proponer eventualmente una salida que yo no percibo", comentó Alain Juppé.
"¿Puede Nicolas Sarkozy calmar los ánimos e incitar a las partes a sentarse en la mesa para negociar una solución? Le toca a él mover ficha", añadió Juppé.
El lunes, Sarkozy debía almorzar con su antiguo jefe del gobierno, quien amenazó con recurrir a la justicia para conocer la "verdad" sobre los comicios.
Se trataría de un hecho sin precedentes en la vida política francesa. En 2008, la excandidata al Elíseo, Ségolène Royal, no cumplió con su amenaza de hacer lo propio cuando reivindicaba la dirección del Partido Socialista ante Martine Aubry.
"Trasladar esta querella a manos de la justicia, totalmente al exterior del movimiento, es agravar la quiebra y aumentar los riesgos de explosión", criticó Juppé.
A diferencia de numerosos militantes, varios responsables de la UMP estiman que solo una nueva votación puede permitir al partido salir del bloqueo.
La antigua ministra y portavoz de campaña de Nicolas Sarkozy, Nathalie Kosciusko-Morizet, lanzó una petición par pedir nuevos comicios. "No hemos logrado la legitimitad política (de la elección del 18 de noviembre). Es demasiado dudosa, demasiado discutida", afirmó la exministra que no había tomado partido entre Jean-François Copé y François Fillon para la presidencia de su partido.
Copé rechazó esta propuesta de inmediato. "La elección, ya tuvo lugar" y "cuando se observan fraudes en una parte ínfima del electorado, no vamos a pedirle a todo el mundo que vuelva a votar", dijo.
La crisis podría también provocar un desastre financiero para la UMP. La formación recibe 40.000 euros del Estado por año y por diputado. En caso de escisión, con la salida de diputados hacia otras formaciones, podría ver estos ingresos seriamente disminuidos.