Lunes, 4 de Julio de 2016
EN medio de la ofensiva internacional y local contra los yihadistas del Estado Islámico, este grupo extremista multiplica sus “ataques mortales a nombre de su religión”, demostrando que a pesar de los reveses sufridos en Irak y Siria mantiene su capacidad operativa y es capaz de golpear lejos de sus bases.
El blanco ayer del Estado Islámico fue la capital iraquí, donde 119 personas, la mayoría de la comunidad chiita murieron y más de 140 resultaron heridas cuando un kamikaze se hizo explotar en un carro-bomba.
Este acto terrorista es el tercero, que en menos de una semana perpetran los extremistas del EI. El pasado martes, tres kamikazes segaron la vida de 44 personas y dejaron heridas a 239 más en el aeropuerto internacional de Estambul. El viernes en la noche, un grupo yihadista realizó una masacre en un restaurante de Dacca (Bangladés), matando a 20 personas. Todos los autores de los demenciales hechos han gritado antes de inmolarse “Alá es grande”.
El ataque de ayer, el peor ocurrido en Bagdad este año, tuvo lugar en una calle comercial del barrio de Karrada de la capital iraquí, donde muchas personas suelen hacer sus compras antes de la fiesta del final del ramadán.
El primer ministro, Haider Al Abadi, prometió “castigar” a los responsables, pero los bagdadíes están furiosos por la incapacidad del gobierno de impedir este tipo de ataques.
La deflagración causó también daños importantes. Varios inmuebles y comercios fueron arrasados por las llamas, en incendios que seguían activos doce horas después del atentado.
El EI reivindicó el ataque, afirmando que uno de sus combatientes había hecho estallar un coche bomba cerca de una reunión de musulmanes chiitas, según el centro de seguimiento de grupos yihadistas SITE.
El atentado se produce una semana después de que el EI perdiera la ciudad de Faluya frente a las tropas gubernamentales iraquíes apoyadas por la coalición internacional liderada por Estados Unidos. La única ciudad principal que aún tiene bajo su control es Mosul (norte), segunda por importancia del país. Las tropas iraquíes han lanzado varias ofensivas para recuperarla.
El último ataque de gran envergadura del EI en Bagdad ocurrió el 17 de mayo. Un doble atentado dejó 50 muertos y más de 100 heridos.
Lo ocurrido ayer vuelve a poner en evidencia al gobierno iraquí y su capacidad para detectar y contener al grupo extremista. Muchos cuestionan la eficacia de los detectores de explosivos y de los controles para ingresar a la capital, al considerar que no son lo suficientemente exhaustivos.
El ataque tuvo también lugar dos días después de que el Pentágono anunciara la muerte de dos jefes militares del EI en un ataque de la coalición cerca de Mosul el 25 de junio.
En el bombardeo “murió Basim Mohamed Sultan al Bajari, el viceministro de guerra del EI y Hatim Talib al Hamduni, un comandante militar de Mosul”, según la misma fuente.
Ambos eran dos de los “principales responsables militares del EI en el norte de Irak” y su “eliminación” permite “preparar el terreno para que las tropas iraquíes liberen Mosul, con el apoyo de la coalición”.
Estados Unidos espera concluir la campaña militar contra el grupo Estado Islámico antes de finales del verano de 2017.
Según el director de la CIA, John Brennan, pese a que el EI ha perdido terreno en sus bastiones de Irak y Siria, mantiene intactas sus capacidades para cometer atentados “terroristas”.
“A medida que la presión aumente” sobre el EI en el terreno, “creemos que intensificará” sus esfuerzos para mantener su posición de organización “terrorista” más fuerte del mundo, dijo Brennan en junio.
El enviado de la ONU para Irak, por su parte, condenó un “acto cobarde y odioso de proporciones sin igual”, y llamó a las autoridades a llevar a los responsables ante la justicia.
Bangladés, de luto
Entre tanto, Bangladés inició ayer un duelo nacional de dos días tras la masacre en un restaurante de 20 rehenes, la mayoría extranjeros. La primera ministra de Bangladés, Sheij Hasina, decretó el sábado por la noche un duelo nacional de dos días y exhortó a los extremistas a “dejar de matar en nombre de la religión”.
Esta masacre ocurrida en un restaurante de la capital de Bangladés, Daca, frecuentado por extranjeros, fue reivindicada por el grupo Estado Islámico. Entre las víctimas figuran nueve italianos, siete japoneses, un estadounidense y una india.
Pese a la reivindicación del EI, el ministro del Interior de Bangladés aseguró que los atacantes pertenecían a un grupo extremista local. Seis de ellos fueron abatidos por las fuerzas de seguridad, mientras que un séptimo fue detenido y está siendo interrogado.
“Son miembros de Jamaeytul Mujahdeen Bangladés”, dijo el ministro Asaduzzaman Khan, en referencia a un grupo yihadista local. Según él, “no tienen ningún vínculo con el EI”.
Durante el ataque lanzado la noche del viernes, estos hombres, fuertemente armados, masacraron a la mayoría de los rehenes con machetes. Además, dos policías murieron al inicio del ataque.
Bangladés está sumido desde hace meses en una ola de violencia, que incluye asesinatos de representantes de minorías religiosas, intelectuales y extranjeros. Estos ataques han sido reivindicados por el EI, pero el gobierno niega la presencia de este grupo en el país.
Los analistas estiman que las autoridades bangladesíes no quieren admitir la presencia de organizaciones como el EI o Al Qaida en su territorio por miedo a que ello ahuyente a los inversores.
Para Shahedul Anam Khan, analista del diario Daily Star, tras este ataque, el gobierno ya no podrá negar la presencia de estos grupos en su suelo. “No estamos seguros que estas personas estén vinculadas de forma orgánica a grupos extremistas internacionales, pero el gobierno debe reconocer la marca del EI en el país y una multitud de desmentidos no cambiará nada”, estimó.
Un sobreviviente bangladesí contó que los atacantes separaron a los clientes en dos grupos, los extranjeros y los bangladesíes. “Nos decían: 'no se preocupen, estamos aquí para matar a los extranjeros y a los que no son musulmanes. Deben rezar, recen cinco veces al día”, contó este sobreviviente, que prefirió no dar su nombre, al diario Dhaka Tribune./EL NUEVO SIGLO con AFP