A menos de 100 días de las elecciones presidenciales la campaña comenzó a clarificarse. Al menos eso puede deducirse de las encuestas publicadas en las últimas dos semanas, fruto de los diferentes movimientos políticos que se dieron en el lapso.
En efecto, existe allí una radiografía que permite vislumbrar en qué posición se encuentra cada coalición o partido hacia las justas presidenciales. Marcan los sondeos, ciertamente, una tendencia y de ello pueden derivarse algunas conclusiones.
En principio, de las últimas cuatro encuestas contratadas por los medios nacionales, siendo ellas Ipsos, Datexco, Gallup y Centro Nacional de Consultoría (CNC), puede decirse que el Presidente-candidato, Juan Manuel Santos, mantiene un promedio de 33,7% (ver cuadro). Su cifra más baja es la de 24,4 por ciento en Datexco y la más alta es la de la encuesta más reciente, la del Centro de Consultoría para el noticiero CMI, en la que llega a 51%.
Así pues, el Presidente-candidato comienza a demostrar posibilidades de ganar en la primera vuelta, donde se necesita 50% más uno de los votos. Si esto es así, no habría necesidad de segunda ronda y de inmediato Santos sería proclamado Presidente para el periodo 2014-2018.
En general, la reelección presidencial consecutiva, tal y como se determinó recientemente en la Constitución colombiana, no suele tener doble vuelta. El caso más claro de este tipo de reelección se da en los Estados Unidos, cuando de un lado está el Presidente y de otro el partido adverso. Son dos grandes bloques que se dividen las votaciones, donde quien tenga la mayoría no solamente de los sufragios sino de los votos electorales, gana.
No es, desde luego, el caso de Colombia, donde de un lado está el Presidente o la coalición que lo acompaña, y de otros varios grupos que se dividen las votaciones.
De hecho, en los Estados Unidos suele decirse que en realidad el periodo presidencial es de ocho años con un interludio electoral en la mitad, en que se determina si la ciudadanía da o no un voto de confianza para que el mandatario continúe con su programa de gobierno. Salvo casos excepcionales, esto suele ocurrir a favor del Presidente. Si por cualquier razón el Presidente decide no presentarse a su segundo turno, se abre el espectro de modo diferente. En general, el influjo presidencial, cuando el candidato viene ocupando y quiere mantenerse en el solio, suele preponderar. La gente prefiere conservar la dinámica que se trae, aun en las circunstancias gubernamentales más adversas, como ocurrió con George Bush Jr.
El presidente Santos, por su parte, viene de algunas circunstancias particulares. Si bien llegó a la Presidencia con una votación que no le permitió en el 2010 ganar en primera vuelta, obteniendo entonces el 45%, en la segunda resultó arrasador. Desde entonces, luego de la primera vuelta, vino fraguando una coalición propia, frente a lo que se reputaba como la sucesión “uribista”. Al gobernar con independencia frente a ese sello que quiso imponérsele, el mismo expresidente Uribe, jefe del “uribismo”, se le apartó drásticamente, aun tildándolo de traidor y pensando que se llevaría toda la base electoral que presumía exclusivamente afecta a él.
No obstante, las encuestas en mención demuestran que el presidente Santos, en menos de dos años, ha logrado fraguarse una base electoral propia que lo tiene no solo encabezando las encuestas, muy lejos de sus contendores, sino, como se dijo, ganando en la primera vuelta en una de ellas.
En tanto el expresidente Uribe, que hace dos años se declaró en la oposición, decidió antes de continuar con el partido que había fundado para su reelección (el partido de La U), organizar un nuevo movimiento llamado el Centro Democrático. Así pasó de ser, en principio, un liberal disidente, según se denominó en sus primeros cuatro años de gobierno (2002-2006), a un mandatario para su reelección, soportado en el Partido de La U que, a su vez, desestimó para fundar hace un año el Centro Democrático, en su actual aspiración al Senado de la República, que no ha tenido la penetración suficiente en tan corto tiempo, frente a los años ya corridos por La U. Inclusive hoy en día es sabido que el expresidente Uribe tiene un reconocimiento propio -en declive paulatino, según la encuesta de la Gallup-, pero no ha podido traducirlo a su nueva colectividad, el Centro Democrático. Esto significa que si bien ha tenido perseverancia en sus ideas, no tanto en sus tácticas, y ello le está significando en la actualidad alguna confusión electoral.
Si hace un tiempo, pues, el debate consistía en si Santos era o no un traidor, de acuerdo con lo dicho por Uribe, hoy queda claro, según los sondeos, que los ciudadanos no consideran que Santos lo sea y, por el contrario, el respaldo que obtiene de su propia cauda electoral más que triplica al candidato del expresidente Uribe, Oscar Iván Zuluaga.
Movida uribista
La estrategia señalada por el mismo expresidente Uribe ha sido la de unir la candidatura presidencial de Zuluaga con su propia aspiración al Senado en la lista cerrada del Centro Democrático. Más o menos Zuluaga se ha desempeñado porcentualmente en los mismos rubros del expresidente Uribe hacia la corporación, entre un 10 y un 15% de la votación general.
Aún así durante el último par de semanas hay quienes se han empeñado en desestimar a Zuluaga, fruto a su vez de las divisiones internas que dejó la convención del Centro Democrático. No obstante, de acuerdo con el cuadro adjunto, Zuluaga en promedio sigue siendo segundo en la lid, aunque muy por detrás del Presidente-candidato y del voto en blanco.
Asimismo, Zuluaga ha dicho que la verdadera campaña presidencial comienza después de las elecciones parlamentarias del 9 de marzo, donde espera contar no solamente con el senador Uribe Vélez, sino igualmente con la gran mayoría de parlamentarios que salgan de aquella lista, con quienes, siendo figuras frescas, dará la vuelta al país, desestimando el par con los que tiene diferencias.
Voto en blanco
Sin embargo, entre Santos, Zuluaga y los demás contendores existe una gran franja ocupada por el voto en blanco, cuyo promedio en las encuestas es del 23,9%.
Es claro que este es uno de los fenómenos que más intriga está generando en la actual campaña, pese a que en las encuestas de referencia sus porcentajes varían desde un sorprendente 30,5% hasta un potable 10%.
¿Cómo se puede definir el voto el blanco? Hipótesis hay al por mayor. Por ejemplo, hay quienes afirman que refleja una especie de bloque de los “indignados” que no ven en ninguno de los candidatos en contienda una alternativa que los convenza. También están quienes sostienen que los del voto en blanco son los mismos “indecisos” de las encuestas de otros tiempos. En otras palabras, que se trata de personas que están dando un margen de acción para ver qué pasa con temas clave como el proceso de paz, las fórmulas vicepresidenciales, las elecciones parlamentarias y otros asuntos. No están en contra o a favor del Gobierno, como tampoco del resto de candidatos.
Por lo pronto es claro que es una tendencia que a medida que la campaña entre en la recta final irá en declive (en la última encuesta -la de CNC- llegó a 10%). Aunque hay sectores que tratan de apoderarse de ese movimiento y abanderarlo, e incluso piensan que podría sumar la mitad más uno de los votos en primera vuelta para forzar un cambio de candidatos, lo cierto es que esa hipótesis parece muy lejana.
El caso Peñalosa
Otro de los hechos llamativos de la radiografía de las encuestas tiene que ver con Enrique Peñalosa, quien pese a ser un precandidato todavía en la Alianza Verde, se encuentra posicionado en el lote persecutor. Su promedio en los sondeos es de 8,4% e incluso en mediciones como la del CNC se pone bastante por encima de Zuluaga, Marta Lucía Ramírez y Clara López, con el 12%.
¿Cómo explicar este caso? Hay varias hipótesis al respecto. En primer lugar, Peñalosa tiene buen reconocimiento nacional. Tampoco debe dejarse de lado que el exalcalde capitalino ha tenido una alta exposición mediática en las últimas semanas, en especial por el accidentado divorcio político con los Progresistas del alcalde Gustavo Petro, que anunciaron que no participarán de la jornada.
Aunque en las toldas de la Alianza consideran que Peñalosa podría ganar varios puntos más en las encuestas el próximo 9 de marzo, cuando seguramente se impondrá en la consulta interna para escoger candidato presidencial de esa facción, lo cierto es que si la votación total es muy baja, no será el mejor arranque para un candidato que busca, por encima de todo, proyectarse como una tercería que, superando a Zuluaga y Ramírez, le permita ganar el tiquete para la segunda y definitiva vuelta, enfrentando a Santos.
Otro de los peros a la posibilidad de ascenso de Peñalosa radica en que si efectivamente el electorado lo estuviera viendo como una alternativa al pulso entre el bloque santista y el uribista, entonces el voto en blanco no estaría tan alto en los sondeos. En otras palabras, el exalcalde no encarna esa otra alternativa que sí simbolizó Antanas Mockus en la puja presidencial de 2010, pese a que a la hora de la segunda vuelta se desinfló sustancialmente.
No obstante, indudablemente Peñalosa, a pesar de que a veces se le considera errático, en esta ocasión parecería ubicado en una plataforma que podría concitar desde sectores de la derecha, de centro y de izquierda.
Ramírez
El siguiente lugar en los sondeos lo ocupa Marta Lucía Ramírez, con un promedio en las encuestas del 7%, pese a que los cuatro sondeos que se toman como referencia se hicieron días después de la cuestionada convención conservadora del 26 de enero.
Para no pocos analistas, tanto Ramírez como Zuluaga -ambos exministros de Uribe- están peleándose el mismo nicho político y electoral, razón por la cual desde distintas toldas hay quienes insinúan que alguno de los dos debería dar un paso al costado y la facción que así lo haga adherir a la del que siga en carrera.
Pelea en la izquierda
En lo que hace a la izquierda, la aspirante del Polo, Clara López, ha resentido en las encuestas el regreso a la escena política de la Unión Patriótica, más aún en cabeza de una de sus más connotadas líderes, Aída Avella.
Si bien la exalcaldesa se mantiene en un promedio en los sondeos que bordea el 6%, Avella -a quien Petro le dio mucha vitrina en las protestas en la Plaza de Bolívar tras la destitución e inhabilidad que le impuso el fallo de la Procuraduría- viene ganando lentamente espacio, en gran parte porque recoge el apoyo de la llamada izquierda democrática “de línea dura”, en especial de Marcha Patriótica y el Partido Comunista, que tuvieron tantos problemas con el oficialismo del Polo.
Lo que viene
En las próximas tres semanas habrá dos hechos que seguramente moverán el escenario de la campaña. De un lado, que el 25 de febrero vence el plazo para que los candidatos presidenciales se inscriban oficialmente ante la autoridad electoral, con su respectiva fórmula vicepresidencial.
Hasta el momento lo único claro aquí es que el exministro Germán Vargas Lleras será el más seguro compañero de tiquete del Presidente-candidato, mientras que por los lados de Zuluaga, Ramírez y López es poco lo que se sabe, aunque sobran las especulaciones.
De entrada el Presidente-candidato apuesta a una carta muy fuerte, pues Vargas aporta mucho a la campaña, tanto desde el punto de vista político-electoral como de énfasis en temas ejecutivos y de seguridad.
El segundo hecho que podrá mover el escenario es, sin duda, lo que pase en los comicios parlamentarios, en donde todos los presidenciables se juegan mucho. Hacer cábalas sobre cuántas curules podría sacar Uribe, cuántas la Unidad Nacional o cómo le irá al Polo o a la Alianza, resulta por ahora apresurado y riesgoso, no sólo porque la campaña ha sido muy silenciosa y marcadamente regional, sino porque hasta las mismas encuestas sobre ganadores y perdedores en legislativas siempre resultan poco acertadas.
Por ahora, lo mejor es esperar a que aparezca el humo blanco de las fórmulas vices y luego los resultados de las parlamentarias, para así poder tomar una nueva y más clara fotografía de la campaña presidencial.