¿A quién quemará el sol de Florida? | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 6 de Noviembre de 2016
Giovanni Reyes

CON  un total de casi 330 millones de ciudadanos, que constituyen un 6 por ciento de la población mundial, Estados Unidos genera aproximadamente el 27 por ciento del total de producción del planeta.  Tiene una alta productividad.  Indiscutible; su desarrollo tecnológico y su competitividad son referentes mundiales.  Sus universidades de clase mundial.  En el escalafón mundial, de los 10 primeros centros universitarios del mundo, 8 son de Estados Unidos y 2 del Reino Unido.

No es menos cierto, también, que Estados Unidos produce un 26 por ciento de los gases cloro-fluoro-carbonatos (CFC) y que le aporta al mundo no menos del 30 por ciento de la basura total.  Se trata de la primera potencia militar que gasta casi 582,000 millones de dólares (casi 1 millón de US$ por minuto) según lo señaló el Secretario de Defensa Ashton Carter (1954 -) el pasado mes de febrero.  Como parte de lo militar, el país tiene un importante arsenal de armas nucleares.  Ni duda que cabe.

Esto es de tenerlo en mente y sustenta la afirmación que el presidente estadounidense, ostenta un poder por demás importante, cuya influencia se extiende, mundo adentro, en muchos países y naciones; ya se trate de cooperación al desarrollo, desencadenamiento o prevención de conflictos armados, tratados comerciales o flujos financieros internacionales.

De allí la importancia y parte de lo esencial que se tiene en juego para este martes 8 de noviembre.  ¿De quién será  “la sangre” que se derramará en las playas de Miami?  Será determinante, de manera indiscutible, el resultado del estado de La Florida.  Se encuentran allí en juego –como parte del endiablado sistema de votación para presidente estadounidense que se basa en delegados a Colegio Electoral- 29 electores.  Es el mismo número que tiene actualmente una plaza tan importante como Nueva York.

En medio de todo, ya sabemos cómo votarán 41 estados.  Es la tendencia histórica y lo dicen las encuestas, aunque uno nunca sabe.  De manera que quedan 9 estados que decidirían al nuevo inquilino de la Casa Blanca; se trata esencialmente de Carolina del Norte, Colorado, Florida, Missouri, Nevada, New Hampshire, Nuevo México, Ohio y Pennsylvania.  En ellos hay en juego 116 electores. De un total de 538 delegados, para ser presidente se requieren 270 a favor de un candidato.

Ahora, justo casi a una semana de terminar la contienda, en la cual Hillary Clinton era clara favorita, surge la amenaza de Donald Trump.  Respecto al análisis de esta contienda han corrido ya ríos de tinta, pero es de insistir que es poco probable que nunca antes -en la historia inmediata- un candidato tan preparado para la presidencia enfrentara a alguien que apenas puede balbucear algunas frases sueltas, pero que lo dice contundentemente, como alguien que “convence” y mueve, en lo fundamental, el componente emotivo, visceral de grandes grupos de población.

Pero ocurre que el candidato más preparado es mujer.  En casi cualquier otro país eso pasaría desapercibido, pero a la matriz cultural dominante en el país, se une la “sorpresa de octubre” que ha sido la por demás polémica decisión del republicano James Comey, jefe del FBI, de abrir investigación -no sobre correos de Clinton- sino de su asesora Huma Abedin.

Y lo demás es “history in the making”, esto es, eventos que están teniendo lugar ahora mismo frente a nosotros y que tendrán importantes y duraderas repercusiones. Es indudable que a Comey lo perseguirá, para bien o mal, esta decisión.  Ya se pueden ver las tempestades que le sobrevendrían.  Tan reciente como el miércoles 2 de noviembre, el Presidente Obama ha sido enfático en señalar, como parte de la campaña de apoyo que desarrolla para Clinton, que un funcionario de gobierno no debe actuar “basado en suposiciones”.  

Solo se trata sospechas de contenidos de correos electrónicos, no se tienen certezas.  Pero es obvio que esto ha constituido una bocanada de aire fresco, sin el cual la candidatura de Trump a estas horas estaría literalmente agonizando. En medio de la tempestad desatada, ahora sí los emotivos seguidores de Trump no cuestionan lo que hasta hace poco coreaban, que “el sistema esta amañado”.

Por supuesto que este factor ha desencadenado la emotividad galopante también en el bando demócrata.  En particular en Ohio y en La Florida, los votos se están peleando casa a casa.  Es una batalla sin tregua en la cual –dadas las condiciones de esta atípica elección- se trata de sacar ventaja recíprocamente de las fallas del otro y de las recriminaciones mutuas.

Hillary Clinton se encuentra ahora peleando desde las aclaraciones y contra-aclaraciones, lo que le resta fuerza a las propuestas de campaña a partir de las cuales es superior, indiscutiblemente a su rival republicano.  Pero las emociones están corriendo sin descenso lo que obstruye los pensamientos.  Los humanos, al final no somos tan racionales, como deseamos creer.  Tomamos muchas decisiones más a partir de influencias hormonales.
Allí Trump tiene ventajas.  El candidato de la oposición, sin mayor esfuerzo, ha rascado el lado obscuro de los votantes, en función de las pasiones bajas del odio, de las venganzas.  “A este país nos lo están robando los inmigrantes”.  “Inmigrantes malos, violadores, asesinos, váyanse; muro ya” “Que el muro lo pague México” o se pague “con el dinero que se confisque a los indocumentados”.  Esas son parte de las consignas fáciles que están moviendo la marea republicana.  

En el acto IV de la obra de William Shakespeare, “El Rey Lear” (1606) el Conde de Gloster subraya: “Calamidad de los tiempos es, cuando los locos guían a los ciegos”. 

El martes sabremos quién “muere bajo el sol de La Florida”.  La campaña de Clinton trata de despabilarse en este último tramo del recorrido.  Las inculpaciones mutuas están alcanzando su apogeo.  Por supuesto es iluso desgraciadamente, pensar en estrategias de desarrollo del país, de crecimiento equitativo y de competitividad frente a China y Europa.  Olvídese de esas utopías.

Los candidatos saben que requieren una marea humana para ganar.  Trump viene desde atrás; es el caballo negro.  Pero no las tiene todas consigo.  En contraste con lo que le ocurre a Clinton, al magnate no lo acompañan las personalidades del partido que tratan de mantener el control de ambas cámaras del Congreso. Trump está sólo con su familia, su candidato vice-presidencial, y con la rabia de los descontentos.  De los que se sienten marginados, olvidados, frente a la dinámica económica y social, producto de la actual globalización.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.