La Convención Republicana tuvo de todo, como lo prometió Donald Trump. No fue un largo y aburrido encuentro donde miles delegados pronunciaron sus discursos a favor o en contra del candidato. No. Fue un show: de Melania y la copia para su discurso de algunas frases que Michelle Obama dijo en la Convención Demócrata de 2008; de la familia Trump, Ivanka, Donald Jr. y; de Ted Cruz y su rotunda oposición a la candidatura del magnate.
Lo de Melania y la familia Trump se entendió como parte de la estrategia publicitaria del ya investido candidato presidencial. Melania fue víctima o autora de la publicidad negativa, o, más bien, engañosa y la familia fue parte de una muestra real o aparente del sentido hogareño del magnate. En fin, publicidad, buena o mala, a Trump ambas le sirven.
Pero la declaración de Ted Cruz no fue show. El ex candidato mostró la división que existe al interior de los republicanos, reiterando lo que dijo durante su campaña cuando presentó las diferencias entre la doctrina conservadora que defiende el Gran Viejo Partido (GOP)- forma de referirse al Partido Republicano- y las propuestas de Trump.
Al siguiente día que Cruz retiró su campaña, en mayo, todos creyeron que se iba a unir con Trump. Pero ese anhelo se vino al piso ayer en la Convención. Cuando subió al escenario, sonrió, probó el sonido del micrófono y pronunció sus primeras palabras, se distanció de Trump y no lo respaldó.
"Si aman a su país y aman a sus hijos como sé que lo hacen, exprésense y voten a conciencia", dijo, e inmediatamente fue interrumpido por los abucheos de la multitud que gritaban: “¡Queremos Trump! Cruz hizo énfasis en la libertad de voto. Dijo que todos son libres y no deben seguir la “lealtad partidista”.
No llamó a la abstención. Pidió un voto de conciencia por encima del candidato republicano. Alejado de toda coincidencia con Trump, planteó la esperada y no clara división del Partido Republicano en la Convención, que hasta su discurso no había sido clara; todos los interlocutores habían apoyado al multimillonario.
Viejas rencillas
Durante toda la campaña por la nominación partidista Cruz había dicho que Donald Trump no representaba los valores republicanos. Hasta el momento, sin embargo, no son claros cuáles principios representa el magnate y de identificarse por qué se alejan de la doctrina conservadora.
La periodista Cathleen Decker, de Los Angeles Times, identifica tres tipos de corrientes en el Partido Republicano, quizá Trump hace parte de alguna de ellas. La primera tendencia es la social conservadora que, hoy en día, ha llenado sus filas de políticos de origen evangélico o judío, demostrando su visión religiosa. Después le sigue lo que llama Decker, la conservadora fiscal, que basa su discurso en la política económica y los impuestos. Y, finalmente, está la conservadora de seguridad nacional, que, prácticamente, sólo le preocupa Estados Unidos de sus fronteras para afuera, es decir, su política exterior enfocada en lo militar.
Tal vez Trump se adscribe a dos de estas tres tendencias. Es un hombre preocupado por el manejo fiscal del Estado y busca bajar el número de impuestos que paga el ciudadano. Pero igualmente enfoca su política en enemigos externos como el Estado Islámico, China y Rusia, tratando señalar el mal manejo de los asuntos exteriores de la administración Obama y planteando nuevos retos a nivel internacional.
Pero el problema de Trump, según Cruz, no sólo es de identidad. Puede compartir principios con alguna de estas corrientes conservadoras, pero dentro de ellas hay muchos seguidores que no lo creen o, simplemente, no les gusta su candidatura. Así lo manifestó durante la Convención el delegado por New Hampshire, Gordon Humphrey, quien culpó a la directiva del partido por “preocuparse más por la reelección de su país, respaldando a un hombre malévolo que no debería ser líder”.
Ese mismo sentimiento lo comparten varios delegados y congresistas del partido que ven a Trump como un candidato alejado de los valores republicanos. Ellos, precisamente, se han convertido en el objetivo del magante durante las semanas previas a la convención y ahora representan un blanco mayor ante la división que persiste en la colectividad política.
Ese divisionismo, sin embargo, no es algo nuevo en los republicanos. En 1989 se rompió la unión republicana que había logrado Ronald Reagan y desde entonces en cada elección ha existido un nominado que no cuenta con el apoyo de todas las facciones. George Herbert Walker Bush -Bush papá- representó el inicio de esa ruptura, luego vino su hijo, George W., que contó con un apoyo importante del partido en su primera elección y en 2008 y 2012 el partido se dividió entre el Tea Party de Sarah Pallin, el social conservadurismo de Mitt Romney y la mano dura de John Mccain.
Entonces, el divisionismo que propone Ted Cruz no es nuevo en el partido, pero tampoco el magnate es comparable con sus antecesores, que, más allá de sus corrientes ideológicas, pertenecían de una u otra forma al establecimiento republicano.
Trump tiene un perfil único. El establecimiento nunca se había enfrentado con alguien así. Por eso, busca frenarlo con “outsiders” como Cruz, con críticas como las del delegado Humphrey o con publicidad negra contra su esposa. Sea como sea, el magnate seguirá siendo el candidato, ya investido por la Convención.