La relación entre el chavismo y Putin viene desde 2007. Ese año, el líder socialista le abrió las puertas a las petroleras rusas. Tiempo después, Rosneft, la explotadora de crudo pública más grande del mundo, entró al Orinoco, y otras regiones del país, llegando casi a 400.000 barriles en asocio con PDVSA. En varias oportunidades, esta empresa rusa ha acordado préstamos con el gobierno venezolano, el más grande de ellos de 1.5 billones de dólares. Si no los paga, Moscú eventualmente se adueñaría de 49.9% Citgo Petroleum, que tiene refinerías en Estados Unidos
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El pan en Venezuela dentro de poco no va escasear, supuestamente. El martes Nicolás Maduro anunció la llegada de 60.000 toneladas mensuales de trigo rusas que serán repartidas en las panaderías, uno de los sectores más golpeados por el desabastecimiento. En un país que está al borde del default, este tipo de envíos suelen bloquearse salvo que haya una relación estrecha, como en este caso.
La relación entre ambos países viene de hace diez años. Hugo Chávez, el entonces líder del proyecto socialista, siempre supo que el petróleo le iba traer, aparte de torres de dólares, numerosos aliados, para contrarrestar la “amenaza imperialista” de Estados Unidos.
Rusia, uno de esos amigos, que ahora se ha convertido en el principal defensor de Maduro, se interesó por Venezuela, el país que tiene más reservas petroleras. Más allá de las supuestas coincidencias ideológicas -que eran pocas-, Moscú vio una oportunidad de inversión enorme, tras la expulsión de capital norteamericano y europeo.
En 2007, cuando se acercaba la crisis financiera, la petrolera rusa LukOil se reunió con Chávez en Moscú para desarrollar yacimientos de petróleo pesado en la cuenca del Río Orinoco y rehabilitarlos, en caso de que existieran. La empresa confirmó que, según lo acordado, a finales de ese año podía empezar el proyecto.
La decisión fue tomada una semana después de que las petroleras, ConocoPhillips y Exxon Mobile, anunciaran su retiro de Venezuela, por condiciones impuestas por el Gobierno que no se ajustaban a lo acordado inicialmente. En las negociaciones para salir del país estaba Rex Tillerson, hoy Secretario de Estado de Donald Trump, quien era el Director Ejecutivo de Exxon. Meses después, estas compañías denunciaron que habían sido expropiadas.
Un gigante llamado Rosneft
Los acercamientos entre LukOil y el gobierno venezolano sólo eran un pequeño paso en el marco de una relación que años más tarde se convertiría en una dependencia unilateral. En 2011, antes de que el petróleo se desplomara, Venezuela se convirtió en el objetivo principal de los inversores rusos. Todos querían estar allá.
Al mismo tiempo, Chávez supo que Rusia le serviría de proveedor de armas, una de sus obsesiones luego que en 2002 un sector de la oposición venezolana le diera un golpe de Estado que lo llevó a incrementar el gasto en material de guerra, siempre aconsejado por los cubanos.
El líder socialista, que ya enfrentaba un cáncer que, según la versión oficial, terminó con su vida, no sólo vio una oportunidad comercial en Rusia. Para aumentar la presencia financiera de su país en el exterior, pagó 400 millones de dólares por el 49% de la participación en uno de los bancos más grandes de Rusia, Evrofinance Mosnarbank SA.
“Hablar de Rosneft en Venezuela es referirse a un gigante del que depende parte importante de la deuda pública del país. Con la aceleración de la crisis, Maduro ha acudido a la petrolera para pedirle lo mismo que Chávez: préstamos”
Esta inversión convirtió a Venezuela en el mayor accionista del banco, según el portal Americas Quarterly, y vino acompañado de otra transacción efectuada por el Fondo de Desarrollo Nacional, que adquirió el 49% de un grupo financiero dominado por VTB y Gazpronbank.
Las relaciones financieras y comerciales entre ambos países, a medida que fueron pasando los años, cada vez eran más grandes. La estatal rusa, Rosneft, la mayor petrolera pública del mundo, con la llegada de Nicolás Maduro tras el fallecimiento de Chávez, en 2013, anunció que quería cuadruplicar su producción combinada en Venezuela.
En junio de ese año, Maduro viajó a Moscú para sellar una alianza mucho más grande con Rusia. Ésta, según las declaraciones del Presidente, tenía como objetivo concentrarse en la producción de petróleo y gas, así como intercambiar equipos y servicios energéticos.
En el viaje, el director de Petróleos de Venezuela (PDVSA), Rafael Ramírez, hoy embajador ante la Naciones Unidas (ONU), dijo que la inversión rusa para lograr la meta fijada era de 17.600 millones de dólares. Años más tarde, en 2015, la red de Control de Crímenes Financieros de Estados Unidos denunció que algunos funcionarios de la estatal petrolera lavaban dinero en Andorra, de los cuales 2.000 millones de dólares pertenecían a PDVSA. Ramírez no fue inculpado en la causa.
¿Qué buscaban las inversiones?
Por cuatro años, Dmitri Medvédev gobernó Rusia bajo la sombra de Vladimir Putin. A partir de 2013, el exagente de la KGB volvió al Kremlin, con una agenda mucho más agresiva a nivel local e internacional.
Obsesionado por la nostalgia de la Unión Soviética, Putin recuperó -invadió- países limítrofes que habían sido gobernados por Moscú, selló nuevas alianzas comerciales e impulsó más inversiones en Venezuela, uno de sus aliados.
A los pocos meses de haberse posesionado, Rosneft invirtió en los campos del estado de Carabobo y en la cuenca del Orinoco, decisión que ya había sido anunciada por el anterior gobierno. Para adquirir los derechos de explotación, la petrolera rusa acordó el pago de un bono de 1.1 billones de dólares que serían cancelados en dos plazos, según The Wall Street Journal.
Poco a poco, Venezuela también empezó a pedir préstamos. La baja en los precios del crudo, que ya empezaba a golpear sus finanzas, obligó a Maduro a acudir a Moscú. El primer acuerdo entre ambos países fue por 1.5 billones que Rosneft le prestó a la Corporación Venezolana de Petróleo (CVP), filial de PDVSA.
Aunque Rosneft, dice Americas Quarterly, estaba interesada en aumentar al máximo su producción de barriles: 400.000 al día, también le importaba conocer al detalle la composición geológica de Venezuela. En mayo de ese año, la petrolera firmó con el Gobierno un acuerdo para obtener datos geológicos sobre “los bloques costa afuera” de Venezuela. Los expertos estiman que la intención de Moscú era frenar a China, que por ese entonces ya era el principal socio de Maduro.
Pero no todo termina allí. El Director Ejecutivo de Rosneft, Igor Sechin, ha tenido desde los años noventa intereses en varios países de Latinoamérica. Líder de los Silovik, una facción de políticos rusos con pasado militar o en los servicios secretos, este hombre ha sido considerado la mano derecha de Putin, por sus posiciones conservadoras y su experiencia en el campo del petróleo.
Cada vez que se le pregunta si la petrolera piensa abandonar el país, Sechin ha dicho “nunca dejaremos Venezuela”, en un mensaje muy claro a la comunidad internacional que fue reiterado el miércoles de esta semana.
Grandes préstamos
Hablar de Rosneft en Venezuela es referirse a un gigante del que depende parte importante de la deuda pública del país. Con la aceleración de la crisis económica, política y humanitaria, Maduro ha acudido a la petrolera para pedirle lo mismo que Chávez: préstamos. La diferencia es que la relación, diez años después, está totalmente desbalanceada a favor de Moscú.
El 6 abril del año pasado una comitiva de la Cámara de Representantes de Estados Unidos hizo énfasis en el préstamo por 1.5 billones de dólares que Rosneft le aprobó a PDVSA en noviembre de 2015. El préstamo no era lo que le preocupaba a los norteamericanos, acostumbrados a este tipo de transacciones.
La verdad, que fue documentada en una carta enviada por el Congreso, es que PDVSA puso como garantía de pago el 49,9% de su capital en Citgo Petroleum Corp, compañía subsidiaria de la petrolera venezolana, que tiene tres refinerías y una “red de terminales y tuberías que atraviesa 24 estados” en Estados Unidos, de acuerdo The Wall Street Journal.
Jeff Duncan y Albio Sires, senadores que le enviaron la carta al Secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, escribieron que un incumplimiento de Venezuela en el pago del préstamo a Rosneft, “daría a los rusos más control sobre los precios del petróleo y el gas en todo el mundo, inhibir la seguridad energética de EE.UU. y socavar los más amplios esfuerzos geopolíticos de EE.UU”.
Rusia, entonces, tomaría el control de Citgo, entrando en Estados Unidos con propiedades reales que se diferencian de los ataques virtuales ejecutados en la campaña presidencial 2016, que han puesto en serios aprietos a Donald Trump. Medios norteamericanos dicen que las cabezas de Rosneft tienen procesos judiciales en Estados Unidos lo que les impediría volverse propietarios de la empresa mitad venezolana, eventualmente.
Pero Rosneft no es la única empresa estatal rusa que le ha prestado al gobierno venezolano. La gigante del gas, Gazprom, firmó un préstamo por 1 billón de dólares con PDVSA, según la revista Novaya Gazeta.
A diferencia del préstamo con le petrolera rusa, el acuerdo prevé que el dinero prestado sea invertido en el desarrollo de una empresa conjunta entre Gazpronbank y PDVSA-Petrozamora, y busque reducir la deuda de PDVSA, avaluada entre 40 y 41 mil millones de dólares.
Venezuela está cerca del default, estiman los expertos. Aunque el Gobierno ha dirigido parte importante de sus ingresos al pago de la deuda, reduciendo el gasto, incluso, en alimentación y medicinas, la obligación es muy grande.
La deuda, estimada en aproximadamente 100.000 mil millones de dólares, es cada día más difícil de pagar por la baja en la producción de crudo y el precio de la reservas internacionales, que se han reducido a 10.000 millones de dólares (la mayoría en lingotes de oro, dice la AFP)
En dos meses, el Gobierno tiene estipulado pagar 3.800 millones de dólares en vencimiento de bonos. Pero el panorama, así cumpla este año, no es muy bueno por la falta de liquidez, que podría derivar en un incumplimiento, que llevaría a Rosneft a tomar el control de Citgo, una preocupación creciente en el Congreso de Estados Unidos.
Lealtad
El Kremlin siempre ha medido el grado de lealtad del chavismo. Una de las mayores pruebas fue en 2008 cuando Rusia apoyó a los separatistas de Osetia del Sur y Abjasia en contra de una exrepública soviética, Georgia. En ese momento, Medvédev era el presidente y le pidió a sus aliados que, como Moscú, reconociera los dos nuevos estados.
Pero su llamado no tuvo acogida. Sólo cuatro países, entre ellos Venezuela, reconocieron oficialmente “las repúblicas” de Osetia del Sur y Abjasia, demostrando su fidelidad con Rusia.
Desde entonces, el chavismo ha recibido el respaldo de Rusia, siempre forzado por las intenciones petroleras y gasíferas de Putin. El miércoles, Serguei Lavrov, canciller de ese país, dijo que una intervención militar de Estados Unidos era “inaceptable”.
“Esperamos que los desacuerdos en el país se superen cuanto antes, y únicamente mediante medios pacíficos, mediante el diálogo”, declaró Lavrov y añadió que rechaza cualquier “presión exterior”, “incluida la amenaza inaceptable de una intervención militar”. En los próximos meses el presidente Maduro espera visitar Rusia. “Es el líder más popular del mundo y un hombre de paz”, dijo, en una breve declaración esta semana.
Rusia se aferra a Venezuela porque no quiere repetir la misma historia que en Iraq, donde tenía inversiones y un aliado, que terminó gobernado por su rival, Estados Unidos. El trasfondo de este asunto, sin embargo, no es ideológico, es económico. A Putin le importa su plata, lo demás: ideología, izquierda, es un cuento soviético.
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