Es sabido que uno debe aprovechar las épocas de crisis para sacar los elementos positivos. Así lo han enseñado los chinos por milenios.
Las relaciones con Venezuela pueden insertarse en ese propósito. Es malísimo, desde luego, que desde Colombia se aúpen campañas contra el Presidente de nuestro país porque está intentando mejorar el tejido internacional con los vecinos. Eso, en otras latitudes, tiene un nombre: conspiración. Obviamente, la intención no tuvo mayor calado. La verdad fue que la Oposición venezolana trató de deslindarse del entramado que se pretendía fabricar por voces aisladas desde Colombia contra Santos.
Aunque el comercio binacional colombo-venezolano ha caído dramáticamente, eso no es bueno. Recuperar los índices anteriores sería un objetivo plausible para los dos países. No quiere decir que Colombia no diversifique sus canales, pero sí que mantenga su plataforma económica con Venezuela, pues eso ha servido para crear empleos, mejorar infraestructura y obtener réditos.
Hace décadas se decidió congelar el pleito limítrofe en la zona petrolera del llamado Golfo de Coquibacoa o de Venezuela, según la óptica. El tema sigue expósito y nadie es capaz de tocarlo. En un momento dado se dijo que antes que esa vía, lo mejor era adoptar unas estrechas relaciones económicas con Venezuela. De esa idea surgió por décadas lo que se constituyó en uno de los principales mercados para los productos colombianos. Hoy no se ha resuelto el pleito limítrofe y el comercio está en una decadencia sublime. Es decir, ni el pan ni el queso. Hace unos años, el Gobierno colombiano, en cabeza de Álvaro Uribe, decidió tomar el tema de Venezuela como punta de lanza de su política antisubversiva y de colofón a su fallida reelección. La tesis consistía en que como los guerrilleros de las Farc y del Eln se refugiaban en Venezuela, con aquiescencia del Gobierno, era imposible darlos de baja. Todo ello se produjo luego de que el presidente Uribe nombrara a Hugo Chávez de mediador en el conflicto colombiano y lo destituyera a los veinte días. Entonces se armó un zafarrancho sin nombre, del cual bebieron políticamente tanto Uribe como Chávez.
En la actualidad ese pensamiento es arcaico. Los hechos con Santos han demostrado que los grandes jefes de las Farc han caído en Colombia por obra de la estrategia encabezada por el Presidente y desarrollada por la Fuerza Pública. Así sucedió con el número uno de las Farc y sus lugartenientes.
Sin duda, con Santos, Chávez ha mostrado otra cara. No sólo ha extraditado o deportado guerrilleros, sino que ha dado golpes certeros al narcotráfico, como el de alias “Valenciano”. Todo eso debe profundizarse y mantener la colaboración bilateral contra el terrorismo y el narcotráfico. En ello Santos y Chávez pueden contar algunos éxitos.
En tanto, hay que volver a los rubros económicos de hace un tiempo. Eso es importante para Colombia y Venezuela dentro de la crisis mundial. Y ello, ciertamente, debería ser un aliciente para tener en cuenta dentro de las consignas de “Prosperidad Democrática”.