Las grandes potencias del G20 acaban de acordar un ambicioso objetivo de crecimiento, pero los economistas lo consideran vacío pues estas economías están más preocupadas en solucionar sus propios problemas antes que invertir realmente en una recuperación internacional.
La cumbre de Brisbane (Australia) de los jefes de Estado y de gobierno del G20, que representan el 85% de la riqueza mundial, concluyó con una promesa emblemática: aumentar el crecimiento un 2,1% adicional antes de 2018, esto es, 2 billones de dólares de actividad suplementaria.
Este crecimiento vendría motivado por medidas en los ámbitos de la inversión, comercio y competencia, que podrían generar "millones de empleos", según el comunicado final de la reunión.
Este anuncio deja a los economistas fríos, máxime en una coyuntura económica globalmente deprimida.
"El G20 nos tienen habituados a declaraciones de buenas intenciones", constata Christopher Dembik, economista de Saxo Bank, para quien el objetivo de crecimiento acordado es "completamente ridículo".
"Habría sido mejor fijar un monto total de inversiones" y "determinar los países que tienen los medios de invertir, gastar y consumir", añadió. Según Dembik, Alemania y Estados Unidos deberían "sacrificarse temporalmente para relanzar la economía mundial".
- Japón en recesión -
"El ejemplo de Japón muestra hasta que punto será difícil volver a un crecimiento duradero", recuerdo el economista de Saxo Bank.
Japón, miembro del G20, anunció este lunes haber entrado en recesión, lo que representa una bofetada para la política de recuperación del primer ministro nipón, Shinzo Abe.
Por su parte, la sólida economía alemana debería continuar "sin avances" al menos hasta finales de año, predijo el banco central alemán Bundesbank.
Otro dirigente del G20, el primer ministro británico, David Cameron, estimó en una entrevista al diario The Guardian, que Reino Unido, que presenta un crecimiento relativamente sólido, estaba amenazado por "un peligroso contexto de inestabilidad y de incertidumbre".
"No podemos aislarnos completamente, pero debemos hacer todo lo posible para protegernos de una desaceleración mundial", añadió Cameron en unas declaraciones que ilustran los límites de las promesas hechas durante el G20.
"En el momento de la cumbre podemos estar de acuerdo, pero después cada uno deberá poner en marcha los objetivos definidos. Actualmente, el comportamiento [de cada país] es sobre todo prudente, con el objetivo de preservar su propia situación", constata Philippe Waechter, economista de Natixis AM.
El objetivo de crecimiento del G20 es "ambicioso pero, claramente, no es pan comido".
- Guerra de monedas -
Esta voluntad de anteponer los intereses nacionales se ejemplifica con las políticas de varios bancos centrales, lanzados, según varios economistas, en una guerra de monedas poco compatible con un esfuerzo coordinado de recuperación.
El Banco de Japón decidió el 31 de octubre amplificar todavía más su expansiva política monetaria y el Banco Central Europeo (BCE) estudia ahora abiertamente la hipótesis de compra masiva de deuda.
"Pasar la deflación a los otros, esta parece ser la consigna", según Olivier Passet, economista de la compañía Xerfi. Mediante políticas monetarias agresivas, los bancos centrales influyen en los precios de sus divisas y revalorizan las de los otros. Quien dice apreciación de la moneda, dice efecto deflacionista".
Ante un Banco de Japón muy agresivo y un BCE que "parece decidido a unirse a la batalla", Passet juzga "probable" la "connivencia estadounidense".
Pero "este ajuste consentido entre grandes potencias crea choques", al forzar, por ejemplo, a Corea del Sur a bajar sus tipos de interés dos veces en seis meses para no perder demasiada cuota de mercado y "complica un poco más la ecuación de países emergentes en crisis", como Rusia o Brasil, añade.
En definitiva, una situación a años luz del espíritu acordado en el G20, un foro internacional que se amplió para acoger a las grandes economías emergentes/AFP.