Crónica de Mabel Kremer
Aunque muchos podrían pensar que el procurador Alejandro Ordóñez es un gruñón de aquí a Pekín, lo cierto es que es tan dulce como las galletas de la fábrica que fundó su padre hace 80 años en su natal Bucaramanga.
“Mi padre era galletero de profesión. Estudió en Bélgica y hacia el año 34 regresó al país para fundar Galletas Aurora”.
La receta es “secreto de familia” y tanto él como sus cuatro hermanos se la grabaron de memoria cuando pasaban gran parte de las vacaciones de colegio trabajando con su padre.
“Vivíamos en una casa contigua. Solo teníamos que atravesar una puerta y pasábamos de la casa a la fábrica”. Por eso su casa materna siempre olió a fresa, vainilla, chocolate, que es su favorito, y a otras tantas deliciosas fragancias más. Su casa literalmente tenía aroma a dulce.
El Procurador conocía perfectamente cada paso del proceso de producción de las galletas. “Trabajé en laboratorio, mezcladora, laminadora, cortadora, en el horno, en el almacén”. Pero lo que mejor sabía hacer era comerse las delicias que producía, pecadillo que no puede cometer hoy en día porque, paradójicamente, sufre de diabetes.
Por fortuna, otra de sus grandes recetas culinarias de infancia es de sal. Una de las cosas que más disfrutaba en su niñez el procurador Ordóñez era “cazar hormigas culonas”. Era el súper plan de fin de semana cuando la familia entera se trasladaba a la finca.
“Cazar hormigas es todo un rito. Se van metiendo en una bolsa y después de tener unas cien, se les quita la cabeza, las antenas, las alas, las patas y se fritan. Por último se les pone sal”. Obviamente el plan duraba mañanas enteras y cuando la temporada de hormigas terminaba, el turno era para las recolección de guayabas.
El único abogado de la familia
En el colegio no fue ni el mejor ni el peor de la clase. “Había meses en que perdía materias y años donde habilitaba”, comenta con gracia.
Sin embargo, al Procurador siempre le llamaron la atención los temas relacionados con Historia y Filosofía. De ahí que cuando se graduó del colegio de jesuitas San Pedro Claver, su decisión fue única y contundente: estudiar Derecho.
“Ingresé a la Universidad Santo Tomás y una vez me gradué me vinculé como docente de la misma”. Fue director del Departamento de Investigaciones y durante seis años dictó materias como Historia de la Filosofía Jurídica, Derecho Público, Historia del Pensamiento, Ética y Filosofía del Derecho. Esta última muy especial, no sólo porque actualmente la sigue dictando, sino porque en una de estas clases conoció su gran amor. “Mi esposa fue mi alumna. Siempre hubo química y digamos que fui bien correspondido”, comenta entre risas el Procurador. Química que varios años después hizo explosión, porque terminaron casados y con tres hijas mujeres… el varón no le llegó.
Fue precisamente cuando nació su primera hija que el Procurador decidió abandonar la docencia para ejercer su profesión.
“Mi presupuesto de profesor ya no era suficiente. Monté mi oficina y durante varios años litigué en Derecho Administrativo”.
Sin embargo, su vocación por lo público empezó a aflorar y se presentó a concurso para ingresar a la Jurisdicción Contenciosa, concurso que ganó y por el que terminó siendo nombrado Magistrado del Tribunal Administrativo de Santander.
En ese cargo estuvo ocho años, hasta que fue nombrado Presidente del Consejo de Estado. Y cuatro años más tarde, en 2008, Alejandro Ordóñez era uno de los nombres de la terna para elegir al Procurador General de la Nación.
Busqué ser Procurador
Ser Procurador General de la Nación no fue una decisión sacada del sombrero o algo que llegó por casualidad. Alejandro Ordóñez Maldonado siempre lo soñó.
“No fue sorpresivo. Yo siempre quise ser Procurador y me preparé para eso”, asegura este hombre que muchos años antes de ser elegido ya conocía y había estudiado perfectamente el perfil del cargo.
Una de sus grandes banderas es sin duda la lucha contra la corrupción, pues si hay alguien que defiende la platica de los colombianos es él, quien asegura jocosamente que los “funcionarios públicos se deben someter a un empobrecimiento lícito”, si es que tienen verdadera vocación por lo público.
Aunque reconoce que en cargos como el suyo se pueden cometer errores y aciertos, dice estar absolutamente consciente de cada acto que ha realizado durante su gestión.
Sin desconocer, por supuesto, que cada decisión es una llave hacia el paraíso de los amigos y los enemigos, porque ser Procurador es abrir un mundo donde “muchos te aman y muchos te odian”.
Comenta este hombre que cada mañana lo primero que hace al abrir sus ojos es orar para que la luz divina lo acompañe en los avatares del día.
Pero si hay algo que Ordóñez le debe estar pidiendo al de arriba, es que le dé un empujoncito para que en los próximos meses pueda ser reelegido Procurador General de la Nación.
“Realmente estoy comprometido, pero no he podido hacer más de lo que quisiera. Por eso quiero seguir”, asegura Ordóñez Maldonado, a quien, como les comenté al comienzo de esta crónica, muchos califican de bravucón y hasta de ‘Olafo’, pero lo cierto es que, como él mismo se describe, no es tan bravo. “Solo tengo carácter, tengo criterio, soy independiente, soy vehemente. Tengo un temperamento suave, pero cuando debo actuar, actúo”.