En las guerras medievales las confrontaciones militares se regían por una serie de ritualidades… Una de ellas, según los historiadores, consistía en que los bandos intercambiaban mensajes sobre el día, la hora y el campo de batalla en donde se llevaría a cabo la pelea de los ejércitos.
Las películas sobre las guerras de independencia en Europa e incluso en Estados Unidos, en donde se repiten las escenas de millares de hombres apostados a lado y lado del campo de batalla, esperando y desafiando al contrario, o avanzando de forma ordenada y escalonada, tratan de hacer una recreación de esas maneras bélicas…
Algo parecido se puede decir pasó esta semana en Colombia. Si bien es cierto que el uribismo y el santismo llevan un buen tiempo intercambiando ‘ráfagas políticas’ y que sus respectivos generales de tres soles (el presidente y el ex mandatario) se han imbuido en una cada vez más altisonante beligerancia verbal, uno y otro decidieron que ya era hora de ‘notificarle’ a su rival que las ‘hostilidades’ quedaban oficialmente abiertas. En otras palabras, que la ‘guerra’ (claro, en el campo político) se declaraba de manera oficial.
Y es que cuando el gobierno Santos está a punto de completar la primera mitad de su mandato, nunca como en esta semana el Presidente le había replicado de forma tan dura y contundente a su antecesor, pese a que éste sí lleva varios meses convertido prácticamente en el jefe de la oposición a la Casa de Nariño.
En las entrevistas a El Tiempo y Caracol noticias, Santos dejó en claro que ya dejó de lado su mantra del “NOPECU” (no pelear con Uribe) y que ahora, cuando la imagen presidencial cayó estrepitosamente por el escándalo de la reforma judicial y el Ejecutivo aparece débil y un poco desorientado, está dispuesto a cambiar la estrategia y en esta una táctica será ‘mostrarle los dientes’ al ex presidente.
No de otra manera se entiende que el Mandatario advirtiera que aunque no podía estar replicando a todo momento al Uribe, sí dejó en el aire que podía “sacarle los trapos al sol al ex presidente Uribe” en cualquier momento. Y como si ya esta afirmación no fuera de alto calibre, el Jefe de Estado no dudó tampoco en denunciar que el 40 por ciento de las informaciones negativas en el exterior tenían que ver con su antecesor en la Casa de Nariño. Sin duda, una carga de profundidad muy poderosa.
Soldado avisado…
Aunque para algunos analistas el cambio de mantra de Santos les pareció drástico, en los pasillos presidenciales se indicó que no era así y que el Mandatario simple y llanamente hizo lo que en el lenguaje popular se llama “el que pega primero, pega dos veces”.
¿Por qué? Sencillo, desde hace dos semanas el Gobierno, como todo el país, estaba notificado de que el día jueves se llevaría a cabo un homenaje en Bogotá al ex ministro Fernando Londoño (quien sobrevivió a un atentado terrorista hace dos meses) y que el orador principal sería el propio Uribe. Y también era vox populi que tanto el ex mandatario como Londoño y el ex asesor presidencial José Obdulio Gaviria aprovecharían el evento para lanzar lo que inicialmente se denominó “Frente antiterrorista”, que aunque sus impulsores dijeron que no tenía que ver con la política, todo el país sabía que la idea era convertirlo en una plataforma de crítica al Ejecutivo y la ‘cuota inicial’ de la campaña activa de oposición a la posibilidad de reelección del Jefe de Estado.
Y esa previsión no sólo resultó cierta sino que, incluso, se quedó corta, puesto que Uribe en el homenaje a Londoño no sólo lanzó varias cargas de profundidad contra el Gobierno y Santos, sino que anunció que buscaría crear una coalición política de “centro democrático” con el fin de encontrar un candidato presidencial para 2014 que defendiera la plataforma uribista y -aunque no lo dijo, pero es más que evidente- impida la reelección del hoy Jefe de Estado o el triunfo del candidato al que éste le haga el guiño.
Y como si fuera poco, el ex mandatario propuso citar una asamblea constituyente para crear un congreso unicameral, planteamiento que a más de un dirigente le parece una maniobra vedada para tratar de viabilizar, en caso de concretarse la idea, una posible tercer candidatura suya a la Casa de Nariño.
Como se ve, Santos y Uribe decidieron esta semana prácticamente declarar la apertura oficial de ‘hostilidades’ políticas y visto el tono de lado y lado se podría decir que la confrontación ya no tiene reversa, puesto que en los 23 meses que faltan para la primera vuelta de los comicios a la Jefatura de Estado en 2014 no habrá tregua en ninguno de los bloques.
¿Qué viene?
Es claro, que esta ‘batalla’ se dará en tres escenarios distintos.
El primero, sin duda, se refiere al pulso por romper la Unidad Nacional, que es la coalición partidista que sustenta el Gobierno y de cuya permanencia y coherencia depende en gran parte la posibilidad de que Santos pueda aspirar a repetir en el cargo.
Es claro que el uribismo leyó muy bien la coyuntura política, en donde es evidente que las relaciones entre el Ejecutivo y los partidos de la coalición se encuentran muy deterioradas por cuenta de la forma en que Santos se fue lanza en ristre contra el Congreso por la aprobación de la polémica reforma a la justicia, pese a que el mismo ministro Esguerra había pedido votarla después de la controvertida conciliación.
Al final, al Parlamento le terminó cayendo toda el agua sucia y fue el principal blanco de la indignación y rechazo popular, mientras que el Gobierno, si bien sacrificó a su Ministro de Justicia y soportó la caída de 16 puntos en la imagen presidencial (que llegó a un inédito 48% en dos años), salió menos salpicado por un escándalo en donde era corresponsable.
Notificado el Gobierno de que el Congreso le ‘pasará cuenta de cobro’ en esta tercera legislatura, el uribismo sabe que esa es la oportunidad de oro para tratar de romper la Unidad Nacional y quitarle a Santos, más que el dominio de la agenda parlamentaria, la plataforma con que pensaba buscar su reelección.
Hoy por hoy lo que más le convendría al uribismo sería que la coalición se rompa y que La U, conservadores, liberales, Cambio Radical y verdes empezarán a competir entre sí e incluso lanzaran sus propios candidatos presidenciales en 2014, pues ello le daría a las toldas del ex mandatario un mayor chance de meterse por en medio de la división del mapa político.
El Presidente sabe que el uribismo tiene esa apuesta, pero también entiende que si el Parlamento -que refleja la línea de apoyo u oposición de la Unidad Nacional- le plantea un pulso al Ejecutivo, el desprestigio del Congreso hará muy difícil a éste poder ganar. Es sabido que no hay nada más ‘taquillero’ para un Mandatario que enfrentarse a senadores y representantes sobre los que el país tiene una pésima percepción.
La U
El segundo ‘campo de batalla’ será, sin duda, la pelea por el partido de La U. Parece que Uribe ya entendió que mientras Santos sea el Presidente y tenga el poder burocrático a la mano, los parlamentarios de esa colectividad seguirán acatando las directrices de la Casa de Nariño.
En ese orden de ideas, ahora su estrategia parece dirigida a crear un nuevo partido que no sólo tendría un candidato presidencial para enfrentarse a Santos o al aspirante que éste elija como sucesor, sino que lanzará una lista al Congreso que, muy seguramente, podría ser encabezada por el propio exmandatario, lo que le garantizaría un buen caudal de votos. Está claro que Uribe es muy malo endosando votos y apoyos, pero cuando se juega directamente en las urnas, arrastra un respaldo sustancial. Y eso pondrá a pensar a más de un congresista. Así las cosas, la estrategia va dirigida a no sólo a conquistar la Casa de Nariño sino a dominar el Congreso. O por lo menos, a obtener alguno de esos dos objetivos de poder.
Los ‘generales’
Y, por último, el tercer ‘campo de batalla’ será la coyuntura diaria en los próximos 23 meses. Es claro que Santos está listo para acelerar el ritmo de su gestión, mostrar más resultados, hacer más visible los logros… Además, tiene “ases” bajo la manga como el impacto de la entrega de más de 100.000 casas gratis así como la parte gruesa del proceso de reparación económica a víctimas del conflicto armado y de la restitución de tierras a los desplazados y despojados.
Sería ingenuo negar que un Mandatario que vaya por todo el país entregando escrituras y cheques a personas sin casa, a los afectados por la guerra y a las víctimas de desplazamiento no verá subir de manera sustancial su favorabilidad e imagen. Si bien es cierto que hoy, con un 48% de popularidad, a Santos le quedaría muy difícil apostar por reelegirse o señalar un sucesor fuerte para competir por la Casa de Nariño en 2014, el panorama podría cambiar cuando estos planes de impacto social directo empiecen a concretarse en el día a día de la población.
Aunque suene un poco crudo afirmarlo, lo cierto es que al uribismo lo que más le conviene para apuntalar su proyecto político es que al Gobierno no le vaya bien en materia económica, de seguridad, orden público y en el plano político.
Cada punto de popularidad o favorabilidad que gane el Ejecutivo irá en contra de la opción uribista que, además, tiene por delante la nada fácil tarea de encontrar en menos de un año un candidato fuerte, con carisma, dimensión nacional y, sobre todo, que la opinión pública pueda identificar como un sucesor directo de Uribe. Nombres suenan muchos, pero que reúnan esas características muy, pero muy pocos… En otras palabras, si bien Uribe, sin duda un ‘mariscal’, tiene cómo formar su ‘ejército político’, se enfrenta al problema de que no puede ‘comandarlo’ directamente sino que debe ‘graduar’ a un ‘general’ para hacerlo…
Allí la ventaja parecería favorecer a Santos, pues no sólo tiene el chance de postularse para sucederse sino que, en caso de que el escenario no sea el más seguro para garantizar la continuidad de su proyecto en el poder, ya tiene un “general” listo para ponerlo al mando, que no es otro que Germán Vargas Lleras, a quien todo el país conoce y lo sabe listo para tomas las riendas (ver recuadro).
Como se ve, la ‘batalla’ apenas empieza. Y eso que todavía falta saber la estrategia de ‘guerra’ de otros ‘ejércitos’ que también entrarán en contienda, como son las facciones del Polo y demás sectores de izquierda, e incluso de ‘guarniciones’ electorales de independientes que consideran que debe buscarse una tercera vía ajena a la polarización reinante…
Por ahora lo único claro es que los cañones ya suenan y que no habrá tregua en 23 meses.