Presidenta Bachelet con una amarga copa | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Junio de 2015

 Por: Cristián Rojas*

EN  vísperas del inicio de la Copa América los chilenos debatían en twitter si debían pifiar –es el término que usan– o no a la presidente. Unos decían que sería un irrespeto al certamen y otros veían la oportunidad de mostrar su rechazo a la gestión del gobierno, pero en la discusión poco había de defensa de la mandataria por su labor (in)cumplida. Y es que a la señora Michelle Bachelet no le queda más que un 25% de aprobación según la más reciente encuesta Cadem que se realizó este mes.

Atrás quedaron los días en que Michelle Bachelet, desde su oficina de ONU Mujeres en Nueva York, se frotaba las manos viendo las manifestaciones estudiantiles que inundaban las calles de Santiago y golpeaban sin clemencia la imagen del entonces presidente Piñera. Lejos están los momentos de gloria en que la líder del socialismo observaba impávida una inútil campaña de la derecha para raparle algunos votos.

Ahora es contra ella que se ensaña la opinión pública que no le perdona las travesuras multimillonarias de su hijo Sebastián, quien aprovechando su privilegiada situación se enriquecía mientras las huestes de su madre agitaban las banderas de la tan cacareada igualdad.

Y a los escándalos de corrupción se suma el inconformismo social que ni el inminente comienzo de la Copa pudo apaciguar, pues mientras se esperaba que las consignas como “educación pública, gratuita y de calidad” fueran reemplazadas por los gritos de “Chi-chi-chi le-le-le ¡viva Chile¡” y las odas a los Vidal, los Alexis y los Gary Medel, lo cierto es que los manifestantes no dan muestras de una tregua y hablan de ganar el “partido por la educación”.

En tiempos futboleros el gobierno de la Nueva Mayoría no da pie con bola. Nada logra granjearle el apoyo popular, ni su reforma tributaria anunciada con una demagogia casi leninista, ni su reforma educacional que prometía ser revolucionaria, ni el cambio de gabinete, ni el tradicional discurso del 21 de mayo a cargo de la presidente, ni la entrevista que le dio al popular Mario Kreutzberger (Don Francisco).

Al contrario, los ciudadanos le critican desde la respuesta a las inundaciones en el norte del país, hasta el nuevo sistema de horario para el cambio de las estaciones. ¿Le ayudaría la escena de Claudio Bravo alzando la Copa?

Nadie sabe qué fórmula detendrá la debacle, pero está claro que el principal problema de Bachelet es que no logra satisfacer a sus bases y menos a la derecha. Fue elegida gracias a una popularidad basada en su imagen de una señora buena, cálida y cercana, más que por su gobierno anterior que transcurrió entre las manifestaciones contra el Transantiago y la llamada “revolución de los pingüinos” (estudiantes secundarios).

Pero la imagen se agota y la gente exige una gestión coherente con las promesas asistencialistas de la campaña y de los tiempos de oposición, cuando los socialistas aupaban a las masas de porfiados que repetían eslóganes contra el neoliberalismo, y que hoy no se conforman con la propuesta de educación gratuita para los pobres y exigen la estatización del sistema educativo. Así, la derecha se queja de un modelo esquilmador y  estatista, mientras la izquierda pide más –lo pide todo–  y cree que las políticas de la actual administración son tímidas e insuficientes.

 Una de las consecuencias inevitables de un gobierno en caída libre, es que algunos sectores oficialistas quieran marcar distancia y  empiece a resquebrajarse la coalición. La salida del ministro de la Presidencia, Jorge Insunza, por haber cobrado honorarios a empresas mineras cuando presidía la Comisión de Minería de la Cámara de Diputados, ha dejado en evidencia la distancia entre la Casa de la Moneda y su bancada en el Congreso, especialmente por las declaraciones críticas de la presidente del Partido Socialista, Isabel Allende –hija de Salvador Allende–, quien dejó en claro su desacuerdo con Bachelet en varios puntos y exigió transparencia y consulta a los legisladores. Y toda esta tormenta en un gobierno al que le quedan tres años aun por recorrer. 

Bachelet no fue pifiada en la inauguración de la Copa América porque, si bien asistió al partido Chile versus Ecuador, no se expuso y evitó las palabras de apertura. Como Brasil en el Mundial de Dilma Rousseff, hoy el país austral se mueve entre dos agitaciones: la sociopolítica y la futbolera. Pero esas agitaciones no son independientes y por eso acierta Bachelet en hacerle mucha fuerza a “la roja” –como lo hizo en el Estadio Nacional–, porque si a Rousseff el 7-1 frente a Alemania no le costó la reelección, tampoco la ayudó a salir del drama que hoy la tiene en un insólito 13% de popularidad. 

  *Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana