Prensa amordazada | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Junio de 2013

Prensa amordazada. En nuestro continente, Cuba marcó la pauta con el dictador  Fidel Castro, quien implantó un verdadero régimen de terror en contra de la libertad de opinión, mediante la extravagante figura de “La peligrosidad pre-delictiva”, en la que el periodista se convertía en un peligro para la sociedad y por lo tanto podía (y puede)  ser silenciado y encarcelado aun antes de cometer el delito. No hay un solo día para la prensa libre, en la isla, en el medio siglo de vigencia en el país-cárcel de los hermanos Castro, donde se aplica esta antidemocrática práctica a través de la detestable Ley 88 o “Ley mordaza”.

Los áulicos. En el vecindario se dan silvestres los gobiernos perseguidores de la prensa libre. Está demostrado que los únicos que se salvan son aquellos  áulicos que medran alrededor de las dádivas del régimen, instaurando así la “dictadura de la publicidad”, caso que se vive y se siente actualmente en Colombia, como ocurrió en el pasado con un Alfredo Stroessner, en el Paraguay, y Evita Perón, en la Argentina, cuyas sucias prácticas emula ahora la autocrática viuda Cristina Fernández.

La censura. En la vieja Europa, víctimas de los déspotas fueron los filósofos franceses, encabezados por el gran Víctor Hugo, perseguido con saña por  Napoleón III.

En Venezuela, como consecuencia de los arrebatos mediáticos de Hugo Chávez y sus hijos bolivarianos del Foro de Sao Paulo, fueron acosados y  silenciados todos los medios que no compartieran sus dictados, y en “homenaje” a su memoria le acaban de entregar a sus deudos (léase bien) el Premio Nacional de periodismo. Entre tanto, la señora Kirchner bloquea las plantas impresoras de Clarín y La Nación, los de mayor circulación en Argentina, racionando el papel para la impresión de los diarios que denuncian la estela de corrupción rampante en el régimen

En Ecuador. Como haciendo tránsito hacia los tiranos de todos los pelambres, el presidente ecuatoriano Rafael Correa le cae al periodismo independiente, dándole una estocada final a quienes pretenden hablar de su familia; primero los denuncia; luego  los condena y los quiebra moral y económicamente; ahora le apuesta a censurar sus contenidos, convirtiendo las comunicaciones en un servicio público, poniendo en vilo el secreto profesional y las reservas de las fuentes de información que en los demás países son sagradas.

Colombia. Nuestro país no se queda a la zaga en esta materia: recordamos el 9 de abril del 48, cuando la turba incendió las instalaciones de EL SIGLO. Luego, en la dictadura de Rojas,  cerraron El Tiempo y El Espectador. Ahora Santos  vuelve y juega. No es ajeno ni a los Castro, ni a  Chávez, ni a Maduro, ni a Correa, ni a la Kirchner, y dando más de lo mismo: chuzando teléfonos a periodistas (como lo denunciaron en La Luciérnaga Peláez y Gardeazábal);  la suspensión de Los reencauchados, la abortada ley de la parodia el acoso a La Barbería. Y eso que el Presidente posa de periodista.