La troika de acreedores (FMI-BCE-UE) regresó este lunes a Portugal para someter a escrutinio de nuevo su maltrecha economía, agotada por la austeridad y una población cada vez más harta de un gobierno que no consigue sus objetivos.
La séptima evaluación trimestral de la ejecución del programa de austeridad y de reformas negociado con Lisboa en 2011, a cambio de un préstamo de 78.000 millones de euros, se prolongará durante "las próximas semanas", según el gobierno.
Si la inspección se termina con un visto bueno, como todas las que la han precedido, los expertos de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional recomendarán la entrega de un nuevo tramo de ayuda de 2.000 millones de euros.
Pero esta misión no va a ser en este caso meramente rutinaria pues el gobierno de centro derecha ya ha dicho que espera que los acreedores le den más plazo para cumplir los objetivos fiscales, que ya fueron revisados en septiembre pasado.
El ministro de Finanzas Vitor Gaspar aseguró la semana pasada, para sorpresa de todos, que es "razonable" esperar que la Comisión Europea proponga una "ampliación de un año más de plazo para corregir su déficit presupuestario excesivo".
El objetivo de reducir el déficit público al 4,5% del PIB este año y al 2,5% en 2014 es difícil de conseguir debido a la recesión, más profunda de lo previsto, explicó Gaspar tras reconocer que la economía volverá a contraerse en torno al 2% del PIB este año, el doble de lo previsto con anterioridad.
Con una caída de la actividad económica del 1,6% en 2011 y de 3,2% en 2012, Portugal vive la peor recesión desde 1975 y el desempleo alcanza un nuevo récord histórico, afectando casi al 17% de la población activa y al 40% de los jóvenes de menos de 25 años.
Vitor Gaspar ha hecho saber que la visita de la troika abra una "nueva fase" en el programa de recuperación financiero que dará "prioridad a la recuperación de las inversiones".
Nuevos recortes presupuestarios
Bruselas ha confirmado la "mala sorpresa" que suponen la mala salud de la economía portuguesa y prevé para este año un déficit del 4,9% y una deuda del 123,9% del PIB.
Sin embargo, el Comisario Europeo para Asuntos Económicos Olli Rehn considera que es "prematuro" hablar de suavizar los objetivos fiscales antes de que concluya la misión.
Lisboa, sin duda, enarbolará el éxito obtenido en enero con su primera emisión de deuda a medio plazo desde que pidió ayuda, un paso clave para que el país recupere la confianza de los mercados financieros y su autonomía.
El gobierno y la troika también hablarán de un asunto espinoso para la coalición que dirige el primer ministro Pedro Passos Coelho, quien tras la subida generalizada de los impuestos este año, se ha comprometido a presentar un nuevo plan para reducir los gastos públicos en unos 4.000 millones de euros.
La publicación de un informe con las recomendaciones del FMI en el marco de esta "reforma del Estado", que pasaría en particular por una reducción drástica del número de funcionarios, ha supuesto un alejamiento del gobierno con oposición y sindicatos.
"Los portugueses no pueden seguir haciendo tantos sacrificios y no vamos a aceptar ninguna medida más de austeridad", dijo el sábado el secretario general del Partido Socialista, Antonio José Seguro, subiendo el tono contra una política que, según él, ha empujado al país al "borde de la ruptura social".
Tras movilizar a miles de manifestantes en el país hace una semana, la CGTP, principal confederación sindical portuguesa, anunció su apoyo a las manifestaciones organizadas el sábado próximo por un movimiento de ciudadanos sin partido.
Con la ayuda de las redes sociales, las protestas son prácticamente diarias. Desde que un grupo de manifestantes interrumpió una intervención del primer ministro en el Parlamento cantando la "Grândola Vila Morena", el himno de la Revolución de los Claveles que derrocó la dictadura el 25 de abril de 1974- se oye en cada desplazamiento de algún miembro del gobierno.