Portugal: Banco Espirito, en caída libre | El Nuevo Siglo
Jueves, 10 de Julio de 2014

La crisis del Banco Espirito Santo (BES), cuyo principal accionista padece graves dificultades financieras, provocó el jueves la caída de la bolsa de Lisboa y sembró la inquietud en los demás mercados europeos.

Las autoridades bursátiles portuguesas suspendieron a media jornada la cotización del BES, para frenar la vertiginosa caída de su título --perdía 17,24% al ser suspendido-- en la Bolsa de Lisboa, cuyo principal índice era arrastrado a la baja y cayó un 4,18%.

Las crecientes preocupaciones sobre la solvencia del grupo acarreó también una subida en las tasas de interés de las obligaciones portuguesas a largo plazo (3,985% contra 3,771% el miércoles), en un contexto de estabilidad de las demás deudas de la zona euro en el mercado de obligaciones.

"Los inversores se interrogan sobre la solidez del BES y el impacto que ello puede tener para el conjunto del país", según Renaud Murial, de Barclays Bourse.

No obstante, "no hay razones para inquietarse más de la cuenta, el tema debería ser circunscrito rápidamente", matizó.

Para calmar las ánimos, el BES precisó la noche del jueves la viernes que su exposición a la deuda de las otras entidades del grupo estaba limitada a 1.180 millones de euros.

"Las dudas sobre el BES fueron disipadas", reaccionó de inmediato el gobernador del Banco de Portugal, Carlos Costa.

- Pesada deuda -

Las turbulencias que atraviesa el BES afectaron a las bolsas europeas, que acentuaron pérdidas tras anunciarse la suspensión de la cotización del principal accionista del banco portugués, Espirito Santo Financial Group (ESFG).

La Bolsa de Lisboa cayó un 4,18%, también han retrocedido Madrid (-1,98%) y Milán (-1,90%). En general los títulos bancarios sufrieron en todas las plazas europeas.

Ilustración de la tensión imperante, el Banco Popular español renunció a una emisión de obligaciones y el grupo italiano Rottapharm aplazó por ahora su entrada en Bolsa.

De vuelta en el mercado de la deuda, Grecia se tuvo que conformar con 1.500 millones de euros, la mitad de lo previsto.

Sólo tres horas antes de la suspensión de la cotización del BES, ESFG había anunciado su decisión de suspender la cotización de sus acciones y obligaciones debido a las "dificultades" del grupo.

En el momento de la suspensión, ESFG perdía 8,85%. En tres semanas, la capitalización bursátil de ESFG se ha reducido a la mitad.

Al mismo tiempo, el principal holding del grupo, Espirito Santo International (ESI), acumula deudas y no ha pagado los vencimientos de las obligaciones en manos de clientes en Suiza.

La estructura del conglomerado es muy compleja. ESI posee 49% del ESFG, que es a su vez el primer accionista del Banco Espirito Santo, con 25%.

El miércoles la agencia de calificación financiera Moody's ya había degradado a categoría "especulativa" la nota a largo plazo de ESFG.

Fernando Ulrich, presidente del banco BPI, competidora de BES, no se fue por las ramas: "Tenemos que reventar este absceso que daña la reputación del país".

Los analistas relativizaban sin embargo el impacto que puede tener de momento la crisis del BES en los mercados. "No estamos en una situación de contagio" a Europa, según Frederik Ducrozet, de Crédit Agricole CIB.

Según él, los mercados están sobre todo afectados por "tomas de beneficios puntuales" y recordó que "el Banco Central Europeo está siempre en posición de apoyo".

Pero la imagen de la familia Espirito Santo, vieja dinastía bancaria portuguesa, se ha visto afectada por el descubrimiento de pérdidas de 1.300 millones de euros, disimulados por el holding ESI.

El Banco (central) de Portugal, deseoso de disociar al BES de los holdings en dificultades, había intentado sacar a la familia del consejo de administración del banco, entre ellos a su presidente Ricardo Salgado.

La próxima llegada de un nuevo equipo a la cabeza del BES, dirigido por el economista Vitor Bento, debería permitir al banco recuperar la confianza de los mercados.

Portugal acaba de salir en mayo de un programa de asistencia financiera de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, concedido en 2011 a cambio de un drástico recorte del gasto público y aumentos de impuestos.