HACE poco tuve la oportunidad de visitar mi colegio. Lo primero que encontré al entrar fue la clase de música. Tuve un flashback que me transportó de inmediato a esos momentos en los que con mi curso intentábamos montar canciones que iban desde ¨Losing my religion¨ de REM hasta ¨Obsesión¨ del Binomio de Oro de América. Me reí solo durante unos momentos mientras los niños que pasaban me miraban raro. Recordaba que en esas clases aprendí lo que es fallar en grupo y seguir intentando.

Comprendí realmente lo que es compartir un propósito común que nos invocaba al esfuerzo grupal aportando nuestro mejor esfuerzo en una tarea específica para poder conformar un todo que se pudiera llamar nuestro. Sobre todo, aprendí a gozarme el error, las fallas constantes; mías y de los demás, que aunque en ocasiones fueran exasperantes y hasta aburridas, nos enseñaban a desarrollar paciencia, y un deseo de ayudar al otro a mejorar. No me cabe la menor duda de que el arte nos enseña muchas más cosas de las que somos conscientes, y quizá siga siendo un tesoro al que aún no le damos el valor o la atención correspondiente.  

No considero al arte, en cualquiera de sus manifestaciones, simplemente como una herramienta de expresión personal. Tampoco como un medio de introspección o un hobbie. El arte puede ser todo eso, por supuesto, pero también mucho más. Desde el punto de vista más global, el arte aporta significativamente al desarrollo de la creatividad. Parecerá obvio, pero en muchos sistemas educativos del mundo aún prima la transmisión de la información sobre el cultivo de la curiosidad y de formas novedosas de aproximarse a ella para utilizarla o transformarla hacia determinada aplicación u objetivo.

Einstein decía que el verdadero motor del mundo es la creatividad y la imaginación, mientras que la inteligencia les servía como herramienta. Lo que busca la inteligencia es categorizar, ordenar, explicar, predecir y operacionalizar; la creatividad busca preguntar, soñar, expandir, desordenar, idear nuevas formas de ver, sentir y expresar para intentar percibir una nueva idea; lograr conectar con una nueva perspectiva que abra diversas posibilidades. Podríamos verlas como fuerzas complementarias en donde cada una se desarrolla a partir de distintos métodos. Mientras que con una se visualizan nuevos horizontes, con la otra se puede llenar la maleta de herramientas para navegar por lo desconocido, crear caminos en el proceso y probablemente construir un telescopio para seguir viendo más lejos o varios tipos de espejos para vernos a nosotros mismos de otras formas.

Dibujo y pintura

Entre las habilidades que desarrollan el dibujo y la pintura está el arte de la perspectiva. La posibilidad de observar un objeto desde distintos ángulos integrando lo que esa información proporciona a la imagen global, un hábito que nos sirve a todos. Se trata de no quedarnos con una sola perspectiva sino aprender a preguntar, ponernos en otros ojos y ver las situaciones tanto internas como externas desde lugares distintos para liberaros de las posturas rígidas e inflexibles que nos encarcelan y nos ponen en conflicto con los demás. La flexibilidad de la perspectiva nos permite aprender a complementar nuestra visión limitada con la visión limitada de otros, así lograremos una imagen más completa y beneficiosa para todos.

Baile, teatro

El baile y el teatro nos pueden enseñar una variedad enorme de herramientas, entre ellas, la capacidad y la sensibilidad para expresarnos y comprender en un lenguaje que es distinto al de las palabras y al de las formas: el cuerpo. Gran parte del mensaje cultural contemporáneo respecto al cuerpo nos invita a relacionarnos con desde dos aspectos principalmente: la búsqueda del placer y la inseguridad del ego. Se vende al cuerpo como un vehículo para el placer sensorial: sexo, alimentos, adrenalina etc; o como una manera de lograr éxito en el mundo, conseguir reconocimiento, admiración, popularidad, dinero etc.

Es interesante que según los académicos cerca del 70% de la comunicación humana es no verbal. Lo cual daría bastante relevancia al tipo de métodos que nos ayudan a lograr fluidez y tener familiaridad con este aspecto de nuestra condición humana, teniendo en cuenta la dificultad que tenemos como sociedad para relacionarnos y comunicarnos con otros, especialmente, si piensan distinto.

La música

Con la música, en particular haciendo referencia a la interpretación de un instrumento, muchos de nosotros aprendemos el valor de la perseverancia y la constancia. El inicio es lo más complicado, ya que en general se nos ha entrenando a centrarnos en la eficiencia: el mayor resultado por el menor esfuerzo. Centrándonos en el objetivo y no en el proceso. Con un instrumento no funciona así. Aprender a interpretar un instrumento es conocer y aceptar varias de nuestras limitaciones, dificultades rítmicas, motrices, falta de paciencia y nuestra pereza, entre muchas otras. El gran aprendizaje es poder continuar a pesar de todo eso, a pesar de las ampollas en los dedos, los dolores de cuello y espalda y el tedio eventual al repetir lo mismo uno y otra vez hasta que salga bien. Al final, aún cuando la sensación de haberlo logrado es gratificante, solo cuando se comparte el resultado con otros y la mirada alegre y emocionada en tu público apunta hacia ti, comprendes que la verdadera dimensión de tu esfuerzo se logra cuando algo valioso para ti logra tocar positivamente la vida de otros.

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