Tres mediciones distintas que no alteran la realidad, una de los indígenas, otra de científicos y una más por GPS. El Museo Intiñán, donde se resumen la historia del “0” y del Ecuador. Yanacocha, Pahuma y otros lugares para conocer
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Una de las mayores curiosidades de los turistas, nacionales e internacionales es establecer si es realidad o ficción todo lo que se dice que ocurre en el lugar exacto en donde está demarcada la Mitad del Mundo, en las afueras, al norte, de uito, Ecuador.
En tres lugares está demarcada la latitud 0, pero “da igual porque la distancia que señala esa zona es de 10 grados”, dice Wendy una de las guías del museo Intiñán.
Pero antes de entrar en materia cuenta algo de historia del país, empezando por una choza que se construyó en 1785 y que “fue el primer bar”, cuya propietaria murió con más de 100 años y en donde en una de las esquinas hay unos cuyes que se encargan de indicar si el turista tiene buena energía.
“Si chillan es porque la persona que entra en la choza tiene mala energía. Si eso ocurre no decimos nada, pero sabemos lo que pasa”, dice una de las guías del lugar.
Posteriormente se recrean las especies de la Amazonia. Una serpiente Anaconda cuelga del techo y más abajo está una serie de animales. También se cuenta la historia de cómo los guerreros, cuyo trofeo cuando ganaban las batallas era la cabeza del enemigo, las abrían, les sacaban los sesos, los ojos, y luego las metían en una vasija con un agua de hierbas cuyo secreto nunca fue revelado, y las reducían de tamaño.
En el lugar hay una recreación de una tumba, a cuyos indígenas los sepultaban en una vasija de barro en posición fetal y “se han encontrado familias enteras enterradas porque se tenía la creencia de que necesitaban compañía”.
Y ahora sí, como dice una banda hecha con la bandera de Ecuador y que lucen las mesas del restaurante PPGrillo, “a lo que vinimos”: la recreación de los experimentos de física para demostrar que realmente se está en la latitud 0.
La primera es que un huevo se sostiene sobre la cabeza de un clavo. Para el turista que lo logre, le dan su certificado de “maestro del huevo”. O cómo el agua, al caer a un sifón gira en direcciones contrarias, dependiendo del hemisferio en que se encuentre. Y, que el turista logre caminar en línea recta sobre una franja demarcada en la latitud 0, con los brazos extendidos y los ojos cerrados. Tres paso y afuera.
¿Por qué está dentro de este museo el 0? Sencillo, porque así lo estableció una medición con GPS hace unos pocos años, contrariando la medida con altímetro que hicieron los científicos hacia 1736, quienes la ubicaron a unos 200 metros de donde está la actual, pero sin contradecir la que hicieron los nativos hacia el siglo 15 y cuya constancia está registrada sobre un cerro.
Ya al salir del Camino del Sol, que en quechua sería Intiñán, se encuentra el monumento a la Mitad del Mundo, a la latitud 0, construido luego de la medición que hicieran los científicos.
“Aquí antes había un monumento pequeño y al verlo, pues no era como muy llamativo para el turista, por eso se construyó el que ahora se tiene”, cuenta Ximena, la guía asignada por Quito Turismo.
Sigue el camino
Ya con la certeza de que ahí está la Mitad del Mundo y que Quito es el ombligo de la tierra, los turistas continúan su marcha y tras esos 20 minutos de recorrido y la visita al Museo Intiñán o Camino del Sol, más un vistazo a la despampanante sede de la Unasur –que no se usa-, se dirigen a Yanacocha, reserva natural en la que se observan 11 especies de colibrí y una gran cantidad de orquídeas.
Pero como por ahora no están florecidas, por el lugar, situado a 3.000 metros sobre el nivel del mar y si se llega a donde termina la misma a 4.115, los extranjeros descargan sus pesadas cámaras, con potentes lentes y se dedican a fotografiar a esos animales que les parecen exóticos bien sea por su plumaje, las diferencias de sus picos o sencillamente porque “son hermosos”.
También es posible ver a alguno de los tres cóndores de los Andes que se tienen identificados o a los Osos de Anteojos, a los que se les hace seguimiento gracias a las cámaras trampa instaladas en la zona por donde se mueven.
El impresionante paisaje de una zona que solo en su parte más alta tiene bosques primarios y que ha venido siendo recuperada, los engalanan las enormes montañas y el volcán Guagua Pichincha.
Quienes llegan a observar aves, especialmente asiáticos, europeos o norteamericanos, se quedan en el lugar, pero quienes van a conocer las reservas que se encuentran a 45 minutos, una hora o algo más de Quito, prosiguen su camino y por una carretera destapada, a más de 75 minutos, llegan a la reserva orquideológica Pahuma.
Allí René, armado con tres libros, uno sobre orquídeas, otro sobre pájaros y uno más sobre el oso andino, guía al visitante por los senderos, dependiendo del tiempo que tengan, hasta la cascada del Gallo de Montaña, llamada así porque sobre las rocas las hembras anidan dos veces al año.
Desde luego, que antes de emprender el viaje explica que Pahuma significa Cabeza Plana y que allí se encuentran cuatro cascadas, 130 especies de aves y el mayor número de orquídeas porque “en Ecuador 1 de cada 4 pantas es una orquídea”.
Esta como otras reservas están siendo recuperadas, repobladas con árboles nativos porque por años fueron utilizadas para la ganadería, no sin antes talar los bosques para explotar la madera.
Es por ello que es natural encontrar carreteras selva adentro, puesto que las utilizaban para sacar la madera o mover el ganado, la leche y productos como el maíz, la caña de azúcar o el café. “Hoy los mestizos que son los que habitan esos territorios, entraron en razón de que la única forma de sobrevivir es cuidando la flora y la fauna. Por fortuna hay fundaciones que los apoyan”, dice René.
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