Populismos exitosos: De Duterte a Trump | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Mayo de 2016

Por Daniel Eduardo Hernández(*)

TRAS  una tensa campaña electoral, el pasado 8 de mayo Rodrigo Duterte, un polémico candidato antisistema, ganó las elecciones presidenciales y se convirtió en el próximo primer mandatario de Filipinas. Duterte, a sus 71 años, se venía desempeñando desde hace 22 años como alcalde de la ciudad de Davao. La mano dura ejercida contra la delincuencia y los criminales de dicha ciudad, a los cuales amedrentó con ejecuciones extrajudiciales realizadas por ‘Escuadrones de la muerte’, su promesa de ‘cambiar al país’ y de salvarlo de los incapaces políticos de siempre, le valieron el apoyo de millones de ciudadanos filipinos.

 

Tanto su estilo extravagante, violento y autoritario, como sus grotescas propuestas y declaraciones durante la campaña a la presidencia que pueden encontrarse en internet, y su recelo hacia la clase política tradicional filipina, han provocado que un gran número de analistas internacionales lo comparen con el candidato republicano Donald Trump.

 

Más allá de lo rebuscada y grosera que pueda resultar esa comparación, teniendo en cuenta las abismales diferencias entre los sistemas políticos de ambos países, no deja de ser preocupante si se la mira en perspectiva.

 

Y es que Duterte, quien al principio no dejaba de ser percibido como una ‘exótica rareza’ dentro del ramillete de candidatos a la presidencia, fue consolidando progresivamente su favorabilidad entre los filipinos valiéndose de sus disparatadas intervenciones en medios de comunicación así como de sus radicales propuestas, hasta llegar a la presidencia.

Por su parte, lo de Trump desconcierta cada vez más, pues al comienzo su postulación para las primarias del partido republicano fueron tomadas por los analistas como una excentricidad más en el panteón de la rancia derecha estadounidense, plagada de fanáticos religiosos, de fundamentalistas que niegan la existencia del cambio climático, de gerentes y empresarios provenientes de la entraña más oscura de Wall-Street, de los delfines de dinastías políticas emergentes, de descendientes de inmigrantes que satanizan a los migrantes. Muestra de ello es la exquisita sátira ‘We have a serious problem’ aparecida en The New Yorker en el mes de enero, en la que el guionista Douglas McGrath retrata de manera brillante la postulación de Trump como un mero accidente publicitario, del cual el enrojecido y vociferante magnate no puede escapar.

 

No obstante, y a pesar de todos los esfuerzos políticos y financieros realizados por los patricios conservadores para poner fin a las pretensiones de Trump y de la imposibilidad a la hora de encontrar un candidato alternativo que le hiciera zancadilla, las primarias desembocaron en una clara y arrolladora victoria del otrora protagonista y conductor del reality  ‘The Apprentice’ frente a unos apocados Marco Rubio y Jeb Bush que no aguantaron toda la contienda y tuvieron que retirarse antes de que esta concluyera, y a un desesperado Ted Cruz, quien radicalizaba cada vez más sus propuestas para tratar de conectar con las bases conservadoras, las cuales terminaron siendo insuficientes. En medio de la turbación y el trastorno, los líderes republicanos no han tenido otra opción más que aceptar a Trump como su candidato y esperar a la gran Convención del mes de julio en Cleveland para hacerlo oficial.

 

El secreto del éxito ha radicado, entre otras cosas,  en que Trump y Duterte han apelado por igual a fórmulas y a métodos populistas para llegar al ‘hombre del común’ y convertirse en sus voceros. Para ello, han banalizado de una manera inusitada el discurso político y las arenas en las que este se difunde: los medios masivos de comunicación. Con la complicidad de estos últimos, la política se ha convertido en un vulgar espectáculo, en donde los problemas se reducen a postulados mínimos y las soluciones por disparatadas que parezcan quedan relegadas a un segundo plano, frente a otros asuntos como la virilidad de los candidatos o el atractivo físico de sus esposas. 

 

De igual forma, tanto Trump como Duterte han logrado consolidarse como ‘alternativas’ frente a los líderes políticos de sus respectivos contextos. Los esfuerzos de Aquino III, actual presidente filipino, apoyando a otros candidatos y gestando alianzas entre estos no fueron suficientes a la hora de contrarrestar la capacidad de un Duterte que conectó fácilmente con el electorado gracias a su hostilidad hacia las élites políticas de Manila y a sus radicales y cuestionables propuestas en materia de seguridad.

 

 Por su parte, Trump ha construido su campaña impulsando y difundiendo a diestra y siniestra duras críticas hacia los líderes de ambos partidos. Gran parte de sus discursos son peroratas en contra de las medidas impulsadas por Obama, principalmente las referentes a los sectores de salud y de política exterior. Los republicanos tampoco han quedado a salvo. Temas que eran considerados tabú por esta colectividad han sido desnudados por Trump: responsabilizó a George W. Bush por la ocurrencia de los atentados del 11-S, cuestionó la invasión a Iraq al considerar que la intervención estadounidense había sido equivocada y no ha ocultado su apoyo a instituciones como ‘Planned Parenthood’, la cual es considerada por miles de republicanos como una sucursal del infierno.

 

A pesar de ello, tal parece que lo que antes era una rueda suelta para los republicanos se ha convertido convenientemente en su tabla de salvación, sobre todo si se tiene en cuenta que Hillary Clinton, quien seguramente será la candidata demócrata, no ha salido bien librada tras la disputa con el veterano socialista Bernie Sanders.

Queda un último as bajo la manga: hace unos pocos días, ante miles de estudiantes de la Universidad de Rutgers, el presidente Barack Obama enfiló sus baterías contra aquellos que consideran que los Estados Unidos se encuentran en decadencia, contra quienes desean construir muros para dividir las naciones en un mundo cada vez más conectado, contra los necios que creen que la ignorancia y la vulgaridad son virtudes políticas. Un claro mensaje para Trump. Un claro mensaje contra el populismo. Un mensaje del cual se espera que tenga más eco del que tuvo en Filipinas.

(*) Profesor Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.