Ayer se radicó una nueva reforma política. Muchos cambios se prevén con miras a los próximos comicios en octubre de 2023, pero algunos piensan que estos ajustes no llevan a ninguna parte si no se tiene en cuenta eliminar la circunscripción nacional.
El politólogo Andrés García Carvajal, de la Universidad de los Andes, le dijo a EL NUEVO SIGLO que “lo primero que hay que hacer es bajar el alto costo de las elecciones y entonces una circunscripción nacional, donde un señor de Bogotá obteniendo votos en Barranquilla y en el Amazonas implica un aparato económico y administrativo tan poderoso que deja la puerta abierta a otros vicios, especialmente al clientelismo y a la corrupción”.
“De manera que una circunscripción local, territorial, provincial, tendría más sentido. Por otra parte, eso aseguraría también que todas las regiones tengan su senador”, concluyó García.
Por su parte, el politólogo e historiador Álvaro Tirado Mejía le aseguró a este Diario que “la circunscripción nacional es uno de esos embelecos de la Constitución del 91, a los constituyentes les dio por innovar y la realidad ha demostrado que es totalmente inconducente ese método de elección. En primer lugar deja sin representación a las regiones más atrasadas y concentra la representación no solo regionalmente sino también en ciertos sectores que tienen más medios para hacerse elegir”.
Los costos
“El costo de las campañas se disparó, lo cual en la práctica es algo antidemocrático porque no todos los que pretenden la elección pueden competir en condiciones iguales por razones de tipo económico. Creo que la Constitución del 91 es muy avanzada, es muy buena, pero en este asunto hay que hacer cambios, estamos en mora y sobre todo porque eso está confluyendo en descrédito de la representación electoral”, agregó Tirado.
De otro lado, el analista político Jorge Luis Yarce afirmó a este diario que “el sistema bicameral, que sería lo que se vería afectado por el cambio de la circunscripción nacional que elige a senadores, pondría en tela de juicio esa discusión a dos niveles de los proyectos de ley, de las grandes reformas del país, de la transformación del gobierno, etc. En este momento de la historia lo que hay que propender es a mantener estabilidad y tranquilidad en los modelos y en los métodos”.
“Yo diría que hay que repensar el tema de la elección en las listas. Estoy de acuerdo con las listas cerradas porque eso obliga y compromete ideológicamente a los movimientos, no entra cualquiera a hacer lo que quiera, debe tener una vocación o una ideología”, finalizó Yarce.
Transformación
De acuerdo con José Miguel Santamaría, quien fue candidato al Senado por el Movimiento de Salvación Nacional, “es necesario un Senado departamental, acabar con la circunscripción nacional; y que las cámaras sean provinciales, para mejorar la rendición de cuentas. Además, se necesita una financiación 100% de las campañas, para que dejen de interferir los contratistas; dejar solo listas cerradas, para acabar con las microempresas electorales; organizar mejor los costos de funcionamiento del Congreso, y que se pague por sesión".
Miguel Uribe, senador del Centro Democrático, se encuentra en la misma línea: “Necesitamos una reforma para recuperar la confianza de los ciudadanos, reducir el Congreso para que haya más control social y mayor eficiencia; necesitamos pagarles a los senadores por sesiones para acabar el ausentismo, volver a la circunscripción regional para acabar la compra de votos, y promover modificaciones que recuperen la confianza ciudadana”.
Del mismo modo, Humberto de la Calle aseguró que el tema de la circunscripción nacional debe ser objeto de revisión, porque el objetivo de crear senadores nacionales no se cumplió y hoy, en su mayoría, siguen siendo elegidos en unos pocos territorios. Esto debería llevarnos a una circunscripción nacional solo para minorías, territoriales para Senado y todavía más pequeñas para Cámara, para que sea más eficaz la obligación de rendir cuentas”.
Lo que hay
Vale la pena recordar que, actualmente, los senadores se eligen por circunscripción nacional, es decir, sumando los votos que obtienen en todo el país, mientras que los representantes a la Cámara se eligen a nivel departamental, en circunscripción territorial.
Esto causa, como ya lo ha dicho EL NUEVO SIGLO en varias editoriales, que en cuanto exista institucionalmente un déficit de representatividad de los diferentes territorios del país en el Congreso de la República, muchas voces no serán escuchadas al nivel nacional.
En ese sentido se da, por ejemplo, el caso de los llamados “territorios nacionales” que, si bien fueron convertidos en departamentos, carecen de vocería en el Senado. El asunto es verdaderamente paradójico por cuanto es de esas zonas de donde proviene la mayor riqueza minero-energética y ambiental, lo mismo que allí se dan los más graves problemas de narcotráfico, minería criminal y deforestación.
Y todo por la creación de la circunscripción nacional para Senado, en la que los aspirantes logran votos en todas partes del país, sin que ello suponga representación política alguna de esas zonas. De hecho los senadores, así sean elegidos muchas veces, se olvidan de las comunidades sufragantes por ellos en regiones distintas a sus respectivos fortines políticos, lo que lleva, entonces, a una posible compra y venta de votos que no conduce al mejoramiento de la democracia.
Departamentos sin representación
Por efectos de la circunscripción nacional para Senado, un buen número de departamentos no tendrán representación para el Congreso 2022-2026: Amazonas, Arauca, Caquetá, Chocó, Guainía, Guaviare, Quindío, San Andrés, Vaupés, Vichada y Putumayo.
Ninguno de estos departamentos hace presencia en el actual Senado, lo que comprueba que no es un problema de coyuntura sino estructural de la circunscripción nacional, en función de las entidades territoriales con menor número de población.
Quizás esto no fue tenido en cuenta por los constituyentes que aprobaron la Carta Política de 1991, que modificó la circunscripción territorial que también operaba para el Senado, conservándola en el caso de la Cámara de Representantes.
Esto se logró a medias porque si bien en la mayoría de los casos los aspirantes al Senado hacen campaña en diferentes regiones, los fortines electorales los tienen en sus sitios de origen, en donde de la mano de las casas políticas, antes llamados caciques políticos, mueven las maquinarias que les producen votos.
Ello, sumado a la densidad poblacional, hizo que la mayoría de actuales senadores lograran los votos necesarios en sus departamentos o en regiones específicas como la costa norte.
En ese ‘juego’ no tienen cómo participar departamentos como Guainía y Vaupés, con poblaciones de 48.114 y 40.797 habitantes, en su orden, según el Censo 2018.
Basta señalar que la población de Bogotá es de 7.412.566 habitantes; Medellín, 2.427.129; Cali, 2.227.642; y Barranquilla, 1.206.319, capitales que con sus votos tienen mucho que ver en la forma como se constituye el Senado de la República.
Así, por ejemplo, mientras algunos departamentos no cuenta con representatividad, por el contrario Antioquia cuenta con 14 escaños, Valle del Cauca con nueve y Atlántico y Santander con ocho.