Dice que eso es "simplificar la realidad y distorsionarla”, pero que “si renarcotizar significa reconocer el problema y encararlo, entonces es un acto de responsabilidad”
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EL NUEVO SIGLO: A nueve meses del gobierno Duque, ¿cómo está posicionada Colombia en el concierto internacional?
CARLOS HOLMES TRUJILLO: Estamos trabajando para que Colombia ocupe el lugar que le corresponde como miembro activo, responsable y solidario de la Comunidad Internacional.
Activo, a la hora de participar en la discusión sobre los grandes desafíos globales.
Responsable, en la defensa de la legalidad internacional y, especialmente, del orden jurídico interamericano.
Y solidario, en la respuesta a las situaciones que así lo exigen, como la que atraviesa actualmente el pueblo venezolano.
Y todo ello, en función de los más altos intereses de Colombia y de los colombianos.
ENS: ¿Cuáles son los principales retos que tiene la acción diplomática de Colombia en los próximos tres años?
CHT: La diplomacia y la acción exterior de la Cancillería están al servicio del Pacto por Colombia que ha propuesto el presidente Iván Duque como carta de navegación para su Gobierno. Por eso la nuestra es una diplomacia de la legalidad, una diplomacia para el emprendimiento, una diplomacia por la equidad. En cada uno de esos frentes hay retos específicos: fortalecer el multilateralismo y contribuir a la buena gobernanza internacional, aprovechar el ingreso de Colombia en la OCDE, impulsar el desarrollo sostenible y la resiliencia de nuestras fronteras, entre otros.
ENS: Una de las iniciativas que ha liderado Colombia es el cerco diplomático al régimen venezolano, ¿bastará esta presión para que caiga Maduro?
CHT: Desde luego que no. Pero estamos convencidos de que sin ese cerco político y diplomático será mucho más difícil para los venezolanos recuperar su democracia y su libertad.
Basta con hacer un inventario rápido de lo mucho que se ha logrado desde que se intensificó el cerco: casi 60 Estados reconocen al presidente encargado Juan Guaidó y a la Asamblea Nacional; tanto el BID como la OEA han aceptado los representantes de esas autoridades; el mundo es consciente de la grave situación humanitaria y de su impacto regional; el régimen ilegítimo de Maduro ha tenido que aceptar asistencia humanitaria. Además, se ha empezado a pensar en el plan de reconstrucción económica. Y, lo más importante, los propios venezolanos han definido un itinerario para el restablecimiento de la democracia y la normalización constitucional: fin de la usurpación, gobierno de transición, y nuevas elecciones libres, justas, y transparentes. Un inventario de avances sin precedentes, que alienta los esfuerzos y la esperanza de los venezolanos, que llevan tantos años de padecimiento y opresión.
ENS: A propósito de Venezuela, teniendo en cuenta los muchos frentes en que debe actuar la Cancillería, ¿no se ha vuelto una carga dispendiosa la atención de la migración venezolana?
CHT: La migración procedente de Venezuela —que incluye miles de colombianos retornados— es un desafío que vamos a transformar en oportunidad. Esa tarea no concierne únicamente a la Cancillería, aunque el suyo es un papel particularmente importante. Es una tarea del Estado como un todo, a la que también se ha sumado, con generosidad, el conjunto de la sociedad.
ENS: La cooperación internacional ha estado presente en el tema migratorio, ¿qué tanto más hace falta que la comunidad internacional se comprometa con el tema?
CHT: En efecto, hemos recibido apoyo de distintos actores internacionales para atender este agudo y masivo flujo migratorio. Pero ese apoyo es, a todas luces, insuficiente.
El esfuerzo ha sido sobre todo del Gobierno nacional y también de las autoridades locales y las comunidades receptoras. Un esfuerzo que ha llevado hasta el límite nuestras capacidades, pero que no por ello hemos eludido.
No basta con que la comunidad internacional elogie nuestra respuesta al desafío migratorio: necesitamos mayor cooperación y acceso a nuevos recursos en condiciones favorables. De ello depende la sostenibilidad de lo que hemos hecho hasta ahora.
ENS: ¿No ha sorprendido que sea el presidente Trump quien haya cuestionado la cooperación colombiana en materia de lucha antidroga?
CHT: El presidente Trump tiene una forma peculiar de llamar la atención sobre los temas que considera relevantes. Más allá de la forma, los hechos son contundentes: estamos haciendo ingentes esfuerzos para recuperar el tiempo perdido frente al problema mundial de las drogas, que en nuestro país está vinculado a muchos otros desafíos.
Esperamos que los resultados de ese esfuerzo sean cada vez mayores, pero hay que decirlo con claridad: el terreno que hay que recuperar es muy grande, y hacerlo no depende únicamente de lo que haga Colombia.
Por eso insistimos en que hay que revitalizar el principio de responsabilidad común y compartida, y el enfoque integral y equilibrado en la lucha contra el problema mundial de la droga.
ENS: Se dice que es que Colombia dejó renarcotizar la agenda bilateral, ¿cree que es así?
CHT: Eso es simplificar la realidad y distorsionarla. Primero, porque la lucha contra el narcotráfico siempre ha formado parte de la agenda bilateral: es una de nuestras preocupaciones compartidas desde hace mucho tiempo, y una de las áreas tradicionales de mayor cooperación bilateral.
Segundo, porque hay una realidad innegable: la expansión sin precedentes de los cultivos ilícitos que se ha producido durante los últimos años, que hace rato había encendido las alarmas en Washington, como ha debido encenderlas aquí en Colombia.
Tercero, porque la agenda bilateral sigue abarcando múltiples asuntos, acaso menos visibles y sonoros, pero no por ello menos dinámicos e importantes para los intereses de Colombia.
En todo caso, si renarcotizar significa reconocer el problema y encararlo, entonces es un acto de responsabilidad.
ENS: Usted le ha estado explicando a la diplomacia internacional las objeciones del presidente Duque a la ley estatutaria de la JEP. Varios de sus interlocutores terminan urgiendo la promulgación de la ley, ¿el Gobierno lo interpreta como una presión externa sobre ese tema?
CHT: De ningún modo. Para el Gobierno nacional siempre ha sido una prioridad que la JEP disponga del mejor marco jurídico posible para el cumplimiento de su mandato, para que haya verdad, justicia, reparación y no repetición, de conformidad con los compromisos de Colombia bajo el derecho internacional. Precisamente por eso el presidente Duque formuló las objeciones. Tan pronto se surta ese trámite, se procederá según lo establece la Constitución Nacional.
ENS: ¿La comunidad internacional ha aceptado su mensaje de que el presidente Duque honrará los compromisos del Estado colombiano con la implementación del Acuerdo de Paz?
CHT: La comunidad internacional respeta y entiende el mandato reiterado que recibió el presidente Duque en esta materia y que está cumpliendo desde el primer día de su gobierno.
El compromiso del Gobierno nacional es un compromiso actual, con acciones concretas en el presente. A pesar de los desafíos y los problemas que hemos encontrado, seguimos avanzando en la construcción de paz con legalidad, en la estabilización y la consolidación.
Por eso invitamos a los miembros del Consejo de Seguridad a visitar el país en los próximos meses, para que puedan constatar la magnitud del esfuerzo que estamos adelantando.
ENS: El presidente Duque anunció su propósito de llegar a que al menos la mitad de las embajadas colombianas estén a cargo de diplomáticos de carrera, ¿es fácil romper con la tradición de que los nombramientos obedezcan a recomendaciones políticas?
CHT: Desde el pasado 2 de abril, el 30% de las misiones diplomáticas está a cargo de embajadores pertenecientes a la carrera diplomática. Es el mayor porcentaje en la historia de nuestra diplomacia, y, en efecto, la meta es que en 2022 se haya elevado al 50%. Y buena parte del nivel directivo de la Cancillería está integrado por funcionaros también de carrera.
Estoy convencido de que una sólida y competente carrera diplomática, enriquecida con la participación de otras voces procedentes de otros ámbitos, es fundamental para una mejor política exterior.