Reactivación Colombia-Venezuela, compleja y demorada | El Nuevo Siglo
EL PRESIDENTE electo Gustavo Petro y el jefe del régimen chavista, Nicolás Maduro, hablaron por teléfono apenas dos días después de confirmarse el triunfo del primero en Colombia.
Fotos AFP 
Sábado, 30 de Julio de 2022
Redacción Política

La decisión de los gobiernos de Gustavo Petro y Nicolás Maduro de restablecer a partir del próximo 7 de agosto las relaciones diplomáticas, políticas y comerciales no tomó por sorpresa a muchos en nuestro país. Incluso bien podría decirse que era un tema anunciado que, sin embargo, ahora tiene un desafío principal: ¿cómo llevar a cabo ese proceso?

De hecho, en campaña electoral casi todos los candidatos, sobre todo los del Pacto Histórico, la Coalición de la Esperanza y varios de los de Equipo por Colombia, así como aspirantes independientes, como el propio Rodolfo Hernández, se habían mostrado a favor de distensionar la situación en la frontera con Venezuela. En lo que sí había diferentes posturas era en lo que eso implicaría respecto a un acercamiento con el régimen chavista, al cual el gobierno saliente de Iván Duque no solo considera una dictadura a la que se debe combatir sin tregua, al punto que desde 2019 reconoce como presidente legítimo de la vecina nación al líder de la oposición Juan Guaidó, sino que, además, califica al gobierno de Nicolás Maduro como un riesgo de seguridad nacional para nuestro país por albergar a frentes y cabecillas de las reincidencias de las Farc y el Eln.

Tras su triunfo en las urnas el pasado 19 de junio, Petro volvió a insistir en que retomaría las relaciones con Maduro pero en el marco de un proceso gradual, incluso inicialmente solo a nivel consular. De hecho, esa inminencia de un acercamiento entre el gobierno electo colombiano con el régimen chavista fue más evidente porque Petro se abstuvo de entrar en contacto con Guaidó y era vox populi ya en los círculos diplomáticos que ello implicaría que Colombia, a partir del relevo presidencial, no seguirá reconociéndolo como “mandatario interino y legítimo” de la vecina nación.

Sin embargo, esa hoja de ruta tuvo un sorpresivo cambio de velocidad el pasado jueves, cuando se informó que en San Cristóbal, sede de la gobernación del estado Táchira, en la frontera con Colombia, se reunieron sorpresivamente el canciller entrante del gobierno Petro, Álvaro Leyva, y su homólogo del gobierno chavista, Carlos Faría.

Al término del encuentro se anunció que Venezuela y Colombia restablecerán sus relaciones diplomáticas a nivel de embajadores a partir del próximo domingo, una vez Duque deje el poder y asuma Petro.

No fue un encuentro apenas formal. Por el contrario, el propio Maduro calificó la reunión de “exitosa" e indicó que se trataron 14 temas, entre ellos se "habló de los planes de paz y seguridad para toda la frontera", de la "apertura progresiva, económica y comercial de la frontera" y de "planes hacia el futuro" entre ambos países.

De acuerdo al comunicado leído por Leyva, quien había mantenido hasta este jueves un silencio político y mediático desde que fue designado el 25 de junio, ambos gobiernos "expresaron su voluntad de avanzar en una agenda de trabajo para la normalización gradual de las relaciones binacionales a partir del próximo 7 de agosto con el nombramiento de embajadores y demás funcionarios diplomáticos y consulares".

A su turno Faría anunció que una vez asuma Petro se procederá de "inmediato" a "establecer a los embajadores" y "todos los equipos que deban estar trabajando en los diferentes consulados". Agregó que se coincidió en “trabajar en pro de la paz y en pro de la seguridad de nuestras fronteras, hablamos de la apertura gradual de la frontera…”.

Proceso complejo

Ahora bien, más allá de la decisión política de Petro y Maduro, restablecer las relaciones políticas es un tema complejo, ya que son varios y muy difíciles los flancos en los que la Casa de Nariño y el Palacio de Miraflores deben maniobrar a corto, mediano y largo plazos.

En primer lugar, es claro que el restablecimiento pleno de las relaciones entre ambos países abre el interrogante sobre qué tanto se podría retomar gradualmente el intercambio comercial de años atrás, cuando Venezuela era el principal mercado natural de las exportaciones colombianas.

Los gremios de nuestro país reaccionaron con cautela al anuncio del jueves. Para algunos dirigentes es claro que la economía venezolana se encuentra muy debilitada, no solo por la quiebra de gran parte de su sistema productivo sino porque no hay confianza en la capacidad de pago oportuno y seguro a los empresarios colombianos que decidan empezar a suministrar al vecino país una amplia gama de productos, bienes y servicios.



Aunque es claro que, en el último año, la economía venezolana ha mostrado cierta reactivación, especialmente a partir de una rápida dolarización, el flujo de divisas se mantiene bajo un fuerte control oficial. No pocos exportadores colombianos recordaron que incluso antes de los cierres de fronteras y la ruptura diplomática entre Bogotá y Caracas, había una serie de incumplimientos en los pagos a empresarios locales.

El flanco social es otro de los temas complejos a revisar. Para nadie es un secreto que Colombia alberga hoy más de 1,8 millones de migrantes venezolanos (según cifras oficiales pero el subregistro es muy alto), a los que el gobierno Duque no solo apoyó en materia de regularización con la expedición de un Estatuto de Protección a diez años, sino que continúa siendo el principal país de tránsito a diario de miles y miles de personas del vecino país que buscan llegar al sur o el norte del continente.

No será fácil establecer con el gobierno Maduro un protocolo de manejo de este flujo migratorio, ya que quienes huyen de esa nación lo hacen, precisamente, culpando a la crisis política, económica, social e institucional generada por el régimen dictatorial.

¿Y la seguridad?

Y hablando de temas de alta complejidad, es evidente que el de la seguridad a lado y lado de la frontera es uno de los más complicados. El hecho de que Petro asuma este domingo no desaparece ni hace menos grave el hecho de que el gobierno chavista y su fuerza pública permiten la estadía en su territorio de frentes y cabecillas de las reincidencias de las Farc, al mando de alias ‘Iván Márquez’ (quien seguiría recuperándose en Caracas de un reciente atentado en el estado Apure), y de los jefes y no menos de dos mil hombres-arma del Eln. Ambas organizaciones ordenan y perpetran desde el vecino país acciones de terrorismo en Colombia.

¿Estará Maduro dispuesto a acabar la complicidad con las reincidencias y los elenos? ¿Extraditará a Colombia a los cabecillas que son solicitados por la Fiscalía y los jueces de nuestro país? ¿Pedirá el gobierno Petro a Maduro que siga ‘albergando’ a estos jefes subversivos en el marco del proceso de paz que quiere iniciar con ambas facciones? ¿Tras cuatro años de no tener la más mínima coordinación militar, policial ni de inteligencia en la zona fronteriza, ahora sí ambas administraciones se comprometerán a redoblar esfuerzos en su respectivo lado para frenar el paso de ilegales, contrabandistas y narcotraficantes?... Estas y otras preguntas siguen sobre el tapete, por más que el próximo domingo se restablezcan las relaciones entre Bogotá y Caracas.  

Es claro que aquí hay un tercer actor que no puede desconocerse: el gobierno del presidente estadounidense, Joe Biden. Como se sabe, tras el impacto en el mercado global de hidrocarburos derivado de la guerra en Ucrania, la Casa Blanca ha buscado contactos con el régimen Maduro en pos de que las reservas petroleras venezolanas se activen y se disminuya así la dependencia de muchos países del crudo y gas ruso.

Ese es un hecho clave que, indudablemente, facilita a Petro restablecer relaciones con Maduro, por más que hasta hace solo algunos meses tanto Washington como la Casa de Nariño encabezaban la cruzada para acabar con la dictadura chavista. Hoy es claro que Duque quedó un poco solo en este objetivo tras la morigeración de Biden frente a Caracas, aún a sabiendas de que Rusia y China son los principales socios geopolíticos, económicos y militares del Palacio de Miraflores.

Como se ve, más allá del apretón de manos del jueves pasado entre Leyva y Faría, aterrizar el restablecimiento de las relaciones políticas, diplomáticas, comerciales y de seguridad fronteriza entre Colombia y Venezuela es un tema muy complejo, que implicará decisiones de alto calado en ambas partes y que tomará mucho tiempo ir superando, flanco por flanco.