Hay poblaciones que pasarían desapercibidas en la historia si no fuera por las acciones de sus ilustres hijos y mucho más si alguno de ellos está cerca de ser presidente de la República. Así ocurrió con Amagá (Antioquia), que empezó a ser ubicada en el mapa luego que Belisario Betancur, quien era oriundo de allá, luciera su banda presidencial en 1982.
Hoy todos empiezan a mirar a Piedecuesta, y tal vez muchos no sabían que se escribía pegado, en una sola palabra, y que hoy hace parte del Área Metropolitana de Bucaramanga, todo porque esta es la patria chica de Rodolfo Hernández, quien puede llegar a ser el segundo santandereano en ocupar el máximo cargo en el país, después que Aquileo Parra (Barichara) ejerciera como jefe de Estado entre 1876 y 1878.
Piedecuesta cumplirá en julio 246 años; fue fundada por el sacerdote José Ignacio Zabala que la llamó la “Villa de San Carlos del Pie de la Cuesta”; el nombre original sí era separado.
Este municipio está formado por valles bastante fértiles donde se sembraba caña de azúcar y tabaco. “Su nombre se debe a que esta era la última parte plana donde llegaba el caminante que iba para la provincia de Pamplona. Desde ahí comenzaba la cuesta para subir esas lomas del páramo, para llegar a las minas de oro de Vetas”, así lo narra Gerardo Martínez quienes es abogado de profesión e historiador por dedicación, como él mismo se denomina.
“Piedecuesta era la proveeduría donde se concentraban bastantes mercancías, la gente se abastecía para comenzar su ascenso. Debido a la caña y al tabaco había muchos molinos y fabriquines (fábricas) encargadas de armar, terminar y vender tabaco que no poseen marca propia”, relata Martínez.
Los Hernández Suárez
Precisamente estas eran las actividades a las que estaba dedicada doña Cecilia Suárez, la mamá del candidato, quien era la que recogía en su camión tabaco de los diferentes fabriquines, para enviarlos hacia diferentes lugares de Colombia. Además, recorría varios trapiches de los cuales ella también estaba encargada como matrona recia, “porque tenía que mandar peones y trapicheros en jornadas que comenzaban el domingo por la noche y culminaban el sábado al mediodía, trabajando 24 horas”, describe el abogado.
Recuerda que ella tuvo cuatro hijos con un sastre. El esposo de ella era Luis Jesús Hernández, quien tenía un almacén de ropa en el que le vendían el corte para mandar a hacer el pantalón, “sobre todo a los hombres, porque a las mujeres les cosía la modista”, aclara Martínez.
“El otro sastre que había en el local era don Estanislao, y la gente decía vamos donde ‘Talao’ que era más conocido que don Luis J, así era el nombre del almacén”, cuenta.
En ese entorno familiar de un pueblo pequeño, ancestral, de casas grandes y solariegas, con una sola vía que pasaba por la mitad del pueblo, creció Hernández.
Martínez destaca que este municipio, en el centro, tiene dos características muy notorias: “El parque muy concurrido porque tiene uno de los atrios más grandes del país, debido a que Piedecuesta tiene dos iglesias en su parque principal, la de San Francisco Javier y la del Perpetuo Socorro".
También se caracteriza por tener una gran riqueza de fuentes de agua, entre ellas el río de Oro, el Chicamocha, el Hato, y entre 15 y 20 quebradas.
Las cuatro Piedecuestas
“Territorialmente, Piedecuesta iba hasta un punto llamado “Los Curos” que era por donde bajaba la gente de la meseta llamada Mesa de los Santos. Las personas pasaban el río Sogamoso por el puente que construyó el ingeniero alemán Geo von Lengerke, por ahí subían a la Mesa, bajaban por Curos, luego a Piedecuesta y así se llegaba a Bucaramanga”, explica Martínez.
Más allá del famoso Cañón del Chicamocha existía Umpalá, que en 1976 pasó a ser corregimiento de Piedecuesta, debido a las dificultades para acceder hasta allá, de esta manera el municipio donde nació Hernández se extendió hasta el río Chicamocha.
Martínez explica que en la actualidad existen diversos sentimientos que no permiten un sentido de pertenencia por el municipio. “Una Piedecuesta territorial, que es la antigua, la que va a misa temprano, la que tiene la Semana Santa, la que reza, esa es en el territorio ancestral”.
“La segunda es la rural esa que está en las veredas, esa que produce bastante comida, esa que está con las lomas hacia un lado y los valles inmensos donde se cultivaba caña, tabaco”.
“La tercera es aquella que duerme pero no vive en Piedecuesta, que es la que se fue urbanizando, esa que ayudó a urbanizar Rodolfo Hernández para venderle tierras, lotes, casas y apartamentos a los destechados del Área Metropolitana, porque el piedecuestano lleva en el alma una casa grande con primer piso, con solar donde haya gallina, pisco, marrano y cabro, entonces a ellos no les gustaban estas nuevas casas y tampoco si no era en primer piso, por eso las primeras edificaciones de cuatro y cinco pisos fueron muy difíciles de vender”.
Por último, “el territorio que era de Umpalá, que se lo regalaron a Piedecuesta y por el cual ellos no sienten mucha relación con este municipio”.
Rodolfo estudiante
Rodolfo estudió en la Escuela Normal de Piedecuesta, el colegio más importante. Luego se va a estudiar al colegio de Santander en Bucaramanga. Y de ahí pasó a la Universidad Nacional, donde estudió Ingeniería Civil.
Él se vuelve ingeniero y regresa a Piedecuesta y empieza a construir casas, afirma Martínez. “Sus otros hermanos se fueron a Estados Unidos desde hace mucho, solo quedó Gabriel, quien se dedicó a los temas de la cultura, es uno de los fundadores y directores del Museo de Arte Moderno de Bucaramanga. Mientras Rodolfo se dedicó a desarrollar las tierras de Piedecuesta, que aún siguen siendo el banco de tierras de Bucaramanga”.
“En 1974 ya era el gran constructor de vivienda que le facilitaba esa ilusión a la gente que quería tener casa, y así ocurrió una inmensa migración hacia el área metropolitana. Por eso el Partido Liberal lo llamó para que fuera concejal de Piedecuesta, y así ocupó su primer cargo público, muchos años después alcanzó la Alcaldía de Bucaramanga y ahora un hijo de esta tierra está a punto de llegar a la Casa de Nariño, así la convierta en un museo”, finaliza Martínez.