Cuando el reloj marque las 10 a.m. de mañana, los colombianos traerán a la mente un suceso que nunca será olvidado. En un rinconcito de la carrera novena de la ciudad de Cali, unos supuestos integrantes del Ejército Nacional alertaban a los funcionarios de la Asamblea sobre una bomba que estaría al interior del recinto democrático del Valle y, con tal de estar a salvo, 12 diputados subieron a un vehículo para alejarse de ese sitio. Minutos después, esa supuesta salvación se convirtió en un viacrucis eterno del que solo volvió uno de sus corporados.
Con el pasar del tiempo, los familiares aún recuerdan con nostalgia ese momento en el que fueron separados para la eternidad. Ángela María Giraldo es una de ellos, politóloga y hermana del diputado Francisco Javier Giraldo Cadavid, quien con 31 años era el más joven de quienes integraban esa Asamblea del Valle, elegida en el año 2001.
“Aún recuerdo, como si fuera ayer, la última vez que escuché su voz. Eran las 10:30 de la mañana de ese jueves 11 de abril del 2002, y yo recibí la llamada de Pacho (como le decíamos a Francisco) y allí me dijo que no me preocupara por él, que todo iba a estar bien. Obviamente no entendía lo que estaba hablando, por lo que él procedió a decirme que lo estaban evacuando en una buseta con los demás compañeros suyos, escoltados por militares. Había quedado tranquila en ese momento pero media hora después constaté que había sido secuestrado por las Farc”, expresó.
Mencionó que ese mismo día, en horas de la noche, “supe que habían liberado a los asistentes y secretarias de los diputados. Mi hermano había enviado una nota con ellos, y cuando llego a mi casa, ahí tuve otra comunicación con Pacho. En los pocos segundos que hablé con él, me pidió que conservara la calma y me dio algunas orientaciones de lo que debía hacer. Yo no entendía cómo podía estar llamando y tampoco pude imaginar que esa sería la última vez que lo escucharía”.
En cuanto a esa anotación, Francisco Giraldo les decía a sus seres queridos: “Cuando tomé la decisión de ser diputado conocía todos los riesgos, este es uno de esos. Los quiero mucho, lo han sido todo en mi vida”.
Secuestro en familia
Para Ángela María Giraldo, uno de los momentos más difíciles fue la partida de su padre Ramón Elías Giraldo, cinco meses después de que Francisco estuviera en cautiverio. “Creo que de alguna manera supo que Pacho no regresaría, no soportó la pena de no volverlo a ver. Creo que algo similar sucedió en las demás familias de los otros diputados”, declaró.
No obstante, también exaltó la fortaleza de sus seres queridos para soportar ese lustro sin la presencia del diputado en su entorno familiar, reconociendo el papel que desempeñó su señora madre, Socorro Cadavid, así como el de sus hermanos.
“Durante el secuestro, mi mamá fue el eje fundamental de toda la familia, fue la que nos mantuvo unidos, la que no desfalleció en ningún momento, la que estuvo al lado de mi papá en esos cinco meses que él se vino a pique y simultáneamente mantenernos a nosotros fuertes”, aseguró.
También reconoció que su hermano Álvaro José Giraldo “fue la persona que decidió dejar su carrera para seguir el proyecto político de Pacho, tratando de que cuando regresara, él no encontrara su movimiento hecho trizas”.
“Con cada prueba de supervivencia, yo aún guardaba las esperanzas de que pronto saliera de esta situación. Solo Dios sabe cuántas puertas toqué, lo lejos que fui en mi obsesión por recuperar sano y salvo a mi hermanito adorado”, agregó.
Sin embargo, Ángela María también dijo que a diario se cuestiona por no haber realizado los suficientes movimientos con todos los altos poderes para hacer que el retorno de su hermano a la libertad hubiera sido una realidad. “Todos los días me pregunto: ¿en qué falle? Quedo con la sensación de que si Pacho hubiera estado en mi lugar, lo habría logrado”, precisó.
Así como recuerda su secuestro, también contó cómo recibió la noticia de que su hermano falleció en cautiverio. “Yo me encontraba en Bélgica en una sesión del Parlamento Europeo buscando el apoyo de los parlamentarios para que el presidente Uribe suscribiera un Acuerdo Humanitario que permitiera la liberación de todos los secuestrados canjeables de las Farc. A las 8 de la mañana (medianoche colombiana) mi mamá me dio la noticia y mi grito inundó el espacio. El regreso fue largo y doloroso. Solo tenía una esperanza: que no fuera cierto”, expresó.
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Perdón sin olvido
A pesar de ello, Angélica María está convencida de que exculpa a quienes hicieron este grave daño para su familia y para el país, teniendo como referencia la frase de Francisco Javier en su última prueba de supervivencia. “He aprendido a perdonar a los que tanto sufrimiento nos han ocasionado. La paz comienza por nosotros”.
“Este mensaje ha evolucionado en mí con el paso de los años, tomando diferentes significados según el momento que atraviese. Confieso que cuando lo escuché por primera vez no era muy consciente de su inmenso valor. Pero a los días posteriores me sirvió para sanar mi corazón del odio, luego para aprender a convivir con su ausencia; ahora lo siento como su principal legado y es mi forma para mantener viva su presencia. Obviamente este es un perdón personal, no judicial”, comentó.
Finalmente, enfatizó en que el legado de su hermano no debe quedar en vano para el país, tanto en esta como en las futuras generaciones.
“Para mí es muy importante hacer memoria de Francisco por varios motivos. Primero, porque yo no quiero que muera y siento que recordándolo lo mantenemos siempre vivo, siempre presente; también considero que es importante para mis sobrinos y para las próximas generaciones, porque debe servir como ejemplo de lo que no se debe repetir. El secuestro es un drama humano de los más horribles que puede afectar a una sociedad”, puntualizó.