La más reciente crisis del Partido Liberal, que comenzó a incubarse hace justo un año cuando se realizó la consulta interna para escoger a su candidato presidencial de 2018, no es la primera y mucho menos será la última.
Es claro que la colectividad del ‘trapo rojo’ ha pasado por muchas situaciones difíciles de las que ha salido avante, a pesar de las diferencias internas, propias de los partidos políticos en una democracia como la colombiana.
Tal vez la mayor debacle que ha sufrido el partido rojo lo vivió durante el mandato de Ernesto Samper (1994-1998), debido a la infiltración de dineros del narcotráfico en su campaña presidencial.
Recordado como el ‘Proceso 8.000’, este escándalo por poco tumba a Samper, quien invirtió todo su capital político para sostenerse en el cargo, aún contra la voluntad de buena parte de la opinión pública nacional, de un amplio sector de su propio partido y bajo la lupa de Estados Unidos.
Con todo, Samper terminó su mandato, el Partido Liberal se sometió a un nuevo proceso de reingeniería interna con la revisión de sus estatutos y su línea doctrinaria, y se mantiene en la puja como una de las colectividades de mayor bancada parlamentaria.
No obstante, el partido no ha vuelto a ganar una elección presidencial, pero tampoco ha perdido su vocación de poder a pesar de las derrotas sufridas en las urnas por sus candidatos oficiales Horacio Serpa y Rafael Pardo.
Sin embargo, la elección de Humberto de la Calle en una polémica consulta interna (19 de noviembre de 2017), que costó $40.000 millones y en la que solo participaron él y el exministro Juan Fernando Cristo, marcó el inicio de la nueva etapa difícil que aún mantiene a su militancia sin un norte único.
La exministra Viviane Morales y los ex senadores Juan Manuel Galán y Sofía Gaviria se marginaron de la consulta por diferencias de fondo con el jefe único del partido César Gaviria. Al final, en la contienda interna solo participaron algo más de 700.000 colombianos.
Gaviria, el responsable
El difícil momento político que vive el partido de la casona de Teusaquillo comenzó antes de la consulta interna del año pasado, pues varios de sus dirigentes le pidieron al expresidente Gaviria que abriera la posibilidad de hacer alianzas con otros partidos. Además, insistieron en que la consulta se realizara en marzo, junto a los comicios parlamentarios.
Luego, el exmandatario liberal fue señalado por el exministro Cristo de convertirse en una “mula muerta atravesada” a la posibilidad de que De la Calle, como candidato presidencial, hiciera coalición para primera vuelta con Sergio Fajardo.
De la Calle, según el analista Ancízar Marroquín, “se quedó solo, pues ni siquiera lo apoyó su propio partido debido al pragmatismo político de nuestros dirigentes que se acomodaron muy rápido al candidato ganador”.
En la primera vuelta, el exnegociador de paz salió de la contienda electoral con apenas 399 mil votos, la cifra más baja en la historia del partido que fundó Ezequiel Rojas hace 170 años.
Sin embargo, a pesar de las crisis, hoy la colectividad que dirige Gaviria se mantiene como una fuerza política decisiva en el Capitolio Nacional con 14 senadores y 35 representantes a la Cámara.
Empero, ha perdido representación parlamentaria, pues en 2002 fue el partido mayoritario en Senado con 29 escaños; en 2006 su bancada se redujo a 18, mientras en 2010 y 2014 disminuyó a 17 senadores.
Tolda aparte
La crisis liberal se agudizó para la segunda vuelta presidencial, cuando rodeado de una parte de sus congresistas fieles a la oficialidad del partido anunció el respaldo de la tolda a la candidatura de Iván Duque.
Y aunque el liberalismo ha tomado distancia del Gobierno en algunos temas sensibles como la ley de financiamiento, la procesión sigue por dentro.
De hecho, hace pocas semanas un grupo importante de dirigentes liberales, liderados por los ex ministros Juan Fernando Cristo, Guillermo Rivera, Yesid Reyes, Cecilia López, Amílkar Acosta y Eduardo Díaz, entre otros, renunciaron formalmente al Partido Liberal argumentando que “no se siente representados por el expresidente Gaviria”.
“El Liberal es un partido sumamente fragmentado, dividido por dos grandes grupos: los que quieren reorganizarlo por dentro sin César Gaviria, al que culpan de todos los males, y una oficialidad que se supo acomodar en el Gobierno. Este último grupo, liderado por su jefe único, solo tiene fines burocráticos, en particular para su hijo Simón”, explica el catedrático Marroquín.
Si bien hasta el momento el gobierno Duque no ha hecho uso de la ‘mermelada’ para conseguir respaldos, el experto dice que “pareciera que el compromiso es que, en principio, el Gobierno no les va a dar nada pero tampoco les quitará nada de lo que hoy tienen en las regiones”.
Así las cosas, aún falta por saber qué va a pasar con la facción liberal que quiere montar tolda aparte y cuál será la suerte del jefe único de la colectividad, a quien en varias ocasiones le han pedido dar un paso al costado.
El problema, concluye el profesor Marroquín, es que el legendario partido del trapo rojo “hoy es una colectividad sin organización interna, ni bases, ni organización popular, ni ideología clara. Es decir, solo tiene caciques, nada de indios, y que funciona con base en lo que quieran sus parlamentarios”.