El Primer Mandatario ha hecho esfuerzos por construir mayorías legislativas en el Congreso
_____________
En apenas ocho meses de administración, el Gobierno del presidente Iván Duque y su bancada parlamentaria, integrada principalmente por el Cetro Democrático y el Partido Conservador, han tenido varios momentos de distanciamiento pero sin llegar, al menos hasta ahora, a una ruptura evidente.
Se trata de episodios propios de un gobierno que apenas se está acomodando a las nuevas circunstancias del país que recibió y con la característica de tener varias de sus principales herramientas aún en construcción.
Duque asumió el mando de una nación en alto grado de polarización por cuenta del proceso de paz al que siempre se opuso su partido. De hecho, el uribismo ganó el plebiscito por la paz de 2016 por un estrecho margen pero que obligó al saliente gobierno de Juan Manuel Santos a replantear su ratificación en el Congreso de la República.
Ya en el poder, y con el Centro Democrático como la bancada más numerosa, se suponía que el Jefe de Estado lograría consolidar unas mayorías legislativas que le garantizarían no solo “hacer trizas” el pacto suscrito con las desmovilizadas Farc, sino –y principalmente– le afirmarían la gobernabilidad, tarea que hoy todavía está pendiente.
Expertos de todos los matices, incluidos algunos afectos al uribismo, coinciden en que al Primer Mandatario le ha faltado tacto en el manejo de algunas situaciones sensibles que han incidido en que su imagen favorable no haya logrado superar el 50%, como ha sucedido con sus antecesores en el primer año de mandato.
Son casos como la integración del gabinete ministerial, que si bien ha marcado diferencia pues es el primero de composición igualitaria entre hombres y mujeres, no ha calado del todo en la opinión pública, al punto de que varios uribistas ya reclaman cambios en algunas carteras.
No más el pasado lunes, durante el debate de las objeciones presidenciales, en la plenaria de la Cámara el representante Edward Rodríguez culpó de esa ‘derrota’ a la ministra de Justicia, Gloria María Borrero, a quien le pidió públicamente que dé un paso al costado.
Pero ella no ha sido la única integrante del gabinete cuestionada. En la legislatura pasada también lo fue la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, por el hundimiento de las reformas política y a la justicia, varios de los proyectos anticorrupción y la ‘peluqueada’ a la Ley de Financiamiento. También ha sido cuestionado el ministro de Defensa, Guillermo Botero, por los resultados de su cartera.
Con todo, Duque hasta el momento no ha dado muestra de querer renovar el gabinete ministerial, pues al igual que su jefe político, el expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, aspira a tener ministros para cuatro año.
De hecho, ante la insistencia para que reajuste el gabinete, Duque dejó claro en una entrevista: “El que nombra los ministros soy yo”.
¿Y el ‘timonazo’ qué?
El presidente Duque apenas iba a ajustar tres meses en la Casa de Nariño cuando desde el uribismo recibió la primera campanada de advertencia: “Esperamos que el presidente Duque le dé un ‘timonazo’ a su Gobierno por el bien del país”, señaló el expresidente Uribe.
A esa crítica se sumaron otras como la de la senadora María Fernanda Cabal, que en diciembre pasado descalificó a la entonces cúpula de las Fuerzas Militares, de la que dijo “es inservible”.
Incluso, Cabal le recordó al Primer Mandatario que él ganó la Presidencia “gracias al uribismo”.
Sin embargo, el Jefe de Estado ha reiterado en varias oportunidades que no se “siente solo” ni “abandonado” por su partido, pues reconoce que las diferencias de criterios “son propias de la democracia”.
Pero, a pesar de los esfuerzos, Duque no ha logrado construir la gobernabilidad que necesita para tener un mayor margen de maniobra. Es evidente, por ejemplo, el distanciamiento con Cambio Radical y el Partido Liberal, que se declararon independientes del Gobierno, lo mismo que un sector del Partido de La U. Sin ellos, imposible hacer las mayorías legislativas.
Eso, justamente, se vio reflejado en la votación de las objeciones a la JEP y en iniciativas tan sensibles como la Ley de Orden Público en la legislatura pasada, y más recientemente en la dificultad que tuvo el Ejecutivo para conseguir la escasa mayoría que le permitió sacar la aprobación en Comisiones Económicas del Plan Nacional de Desarrollo (PND).
El presidente Duque también ha sido criticado desde varios sectores cercanos a su Gobierno por el manejo que se le dio el año pasado al paro de estudiantes universitarios que se prolongó por dos meses, y ahora a la Minga indígena en el Cauca y Nariño.
De hecho, el acuerdo suscrito la semana pasada con los pueblos ancestrales generó duras críticas del senador Uribe, quien dijo que era mejor mantener cerrada la vía Panamericana antes que “firmar acuerdos fiscalmente insostenibles”.
Lo que viene
De cualquier modo, Duque espera que en los próximos meses la relación con el Congreso mejore sustancialmente pues tiene varias iniciativas pendientes de aprobación, el PND que es la hoja de ruta para su administración.
Un aspecto en el que la bancada uribista ha sido fiel a las decisiones gubernamentales se relaciona con el manejo que le ha dado el Duque a la crisis con Venezuela y a los acercamientos de paz con el Eln.
Con el vecino país, Duque recibió una situación difícil: relaciones diplomáticas rotas y una crisis migratoria que sigue en aumento.
Mientras que con el grupo guerrillero suspendió desde el inicio de su gobierno cualquier posibilidad de diálogo, y tras el atentado terrorista contra la Escuela de Policía en Bogotá que dejó 22 cadetes asesinados, el Gobierno pidió la extradición de sus integrantes de los países en donde se encuentren.
Así, con ‘unas de cal y otras de arena’, el presidente Duque y el uribismo han sufrido varios tremores, sin que ninguno haya escalado a la categoría de verdadero temblor.