Los resultados que arrojen las urnas el 27 de octubre podrían implicar movimientos en las directivas de los partidos
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Es ya un lugar común decir que este 27 de octubre los ciudadanos tomarán decisiones con relación a su entorno inmediato, de manera que, salvo en algunos aspectos, es poco probable que los resultados electorales tengan un efecto nacional.
Sin embargo, son varios los directivos partidistas que están siguiendo con atención los preparativos para lograr el mejor fruto posible para sus colectividades… porque es su deber, pero también porque están en juego sus jefaturas.
Es el caso del expresidente César Gaviria, jefe único del Partido Liberal. El exmandatario asumió las riendas de la Dirección Nacional Liberal en septiembre de 2017. Como siempre, su liderazgo no ha estado exento de polémica, pero son los resultados de su gestión, reflejados en las urnas, los que verdaderamente han marcado la controversia.
La exigua votación por el candidato presidencial Humberto de la Calle, quizás como secuela del triunfo del no en el plebiscito por la paz, significó que le salieran a cobrar a Gaviria las decisiones tomadas de cara a la consulta interna, que dejó fuera del partido a casi todos los precandidatos, situación agravada por el hecho de llevar a la organización política a alinearse con Iván Duque, elegido finalmente al ‘solio de Bolívar’, aunque luego el liberalismo terminara declarándose independiente del Gobierno.
Así que la jefatura de Gaviria no aguanta un nuevo descalabro en las urnas.
En una posición similar se encuentra el exministro Aurelio Iragorri, presidente del Partido Social de Unidad Nacional (La U). El año pasado, en los comicios de Congreso, el electorado le pasó factura a la colectividad por ocho años de apoyo a Juan Manuel Santos, dejando de ser ‘el partido de Uribe’, como se promocionó hasta 2010.
En su momento, algunas voces en La U señalaron la responsabilidad de Iragorri en la disminución de las curules en el Congreso.
En ese contexto, su continuidad al frente de La U depende del éxito de los candidatos propios y en coalición.
En cambio, el ex vicepresidente Germán Vargas Lleras está, en esta materia, más allá del bien y el mal, pues su posición como jefe natural de Cambio Radical no está en discusión, entre otras cosas porque en realidad tomó distancia de los pormenores de la campaña electoral.
Vargas ha estado impulsando, a través de su bancada en el Congreso, proyectos de ley basados en las propuestas presentadas antes de los comicios presidenciales y desde su columna semanal no deja de ‘tirar línea’; pero en uno y otro escenario ha preferido estar al margen del detalle de la contienda regional.
En todo caso, se espera que Cambio Radical consolide (y aumente) los buenos resultados de marzo de 2018 –aunque eso no se haya visto reflejado en las presidenciales–.
Otro jefe natural partidista, aunque en su caso esa condición tampoco tiene condicionamiento, sí enfrenta la responsabilidad de afirmarse como partido de Gobierno.
Se trata, como no, del expresidente Álvaro Uribe, líder indiscutible del Centro Democrático, quien efectivamente ha salido a la plaza pública a hacer suya la campaña de los candidatos de la colectividad a concejos, asambleas, gobernaciones, alcaldías y juntas administradoras locales.
Por una parte, para el uribismo hay mucho donde crecer (por ejemplo, tiene solo un Gobernador; si saca dos duplicará lo hecho cuatro años atrás). Pero por otra, se requiere que coseche lo sembrado en las presidenciales: contra ese mapa que mostraba a Duque ganando en casi todo el país es que se medirá el avance o el retroceso del Centro Democrático.
Si Uribe está aprovechando el capital político obtenido en junio del año pasado, el senador Gustavo Petro parece estarlo dilapidando. Él tampoco está jugándose su liderazgo en Colombia Humana, pero podría haberse levantado (o intentado hacerlo) como jefe de la oposición –en algún momento lo quiso en el Congreso–. Aunque ha salido a la plaza pública a respaldar las candidaturas, varias de ellas en coalición con otras fuerzas afines, el pulso con el exgobernador Sergio Fajardo ha impedido que esa confluencia se concrete en todas las regiones.
Quien sí tiene, como Gaviria e Iragorri, necesidad de mostrar buenos resultados electorales el 27 de octubre es el exsenador Ómar Yepes, presidente del Directorio Nacional Conservador.
Yepes lleva solo seis meses largos liderando al Partido Conservador, pero en este tiempo ha tenido dos desautorizaciones relevantes: una en Cartagena, respecto de la continuidad de Pedrito Pereira en la Alcaldía de La Heroica, y otra en Antioquia, en relación con el aval otorgado al ex viceministro Juan Camilo Restrepo.
De modo que para Yepes es crucial poder salir fortalecido de los comicios y que sus compañeros de Directorio lo tomen más en serio.
En las toldas verdes, tras el retiro del exsenador Jorge Iván Ospina para lanzarse como candidato a la Alcaldía de Cali, no hay presidente nacional, sino una dirección colegiada que responde a la representación de las diferentes tendencias que coexisten en la colectividad.
En principio los resultados que arrojen las urnas no impactarán al liderazgo de la Alianza Verde, aunque un resultado adverso en las alcaldías casi fijas (Cali y Bogotá) podría llevar a replanteamientos que quizás incluyan la movilidad de los principales cuadros partidistas.
Mención aparte merece la presidencia de Rodrigo Londoño en el partido Farc, colectividad que –como se quejó el senador Julián Gallo (Carlos Antonio Lozada) en entrevista con EL NUEVO SIGLO– ha sufrido discriminación incluso de las organizaciones políticas que coinciden en la defensa de los acuerdos del Teatro Colón.
La principal amenaza al liderazgo de Londoño no está en los resultados electorales, que por ahora son casi inexistentes, sino en la capacidad que puedan tener las disidencias de cooptar, por así decirlo, la militancia de la colectividad.