Consecuencia lógica de un país volcado a enfrentar la emergencia sanitaria, con agenda legislativa frenada y un Congreso que más que control político profundo es una ‘torre de Babel’
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El pasado 7 de febrero, cuando el presidente Duque anunció que Fernando Ruiz sería el nuevo Ministro de Salud, se empezó a despejar uno de los grandes interrogantes de los últimos meses ¿Podría la Casa de Nariño ampliar la coalición oficialista y recuperar margen de gobernabilidad en el Congreso y la agenda política?
La designación de Ruiz era la última y más importante movida en la recomposición del gabinete. Una ‘cirugía’ en la que Duque buscó dos objetivos. El primero, neutralizar los brotes de rebeldía e inconformismo en su coalición parlamentaria, compuesta por el Centro Democrático, La U, los conservadores y las colectividades cristianas Mira y Colombia Justa Libres.
Las fisuras en esa plataforma partidista venían creciendo en los últimos meses, llegando a trabar la agenda legislativa gubernamental pero el campanazo más duro fue en octubre: blanco de un debate de moción de censura el entonces ministro de Defensa, Guillermo Botero, debió renunciar al ser inminente la sanción política en su contra. La debilidad política de la Casa de Nariño se ahondó tras la racha de paros y ‘cacerolazos’ de noviembre y comienzos de diciembre. Incluso casi no pudo hacer aprobar, en la agonía de la legislatura, la “Ley de Crecimiento”, reforma tributaria que revivía la hundida “Ley de Financiamiento”.
El segundo objetivo de los cambios ministeriales era el de ampliar la coalición, ya que sus mayorías en el Congreso eran muy ajustadas. En Senado, por ejemplo, las cuentas eran las siguientes: Centro Democrático, 19 escaños; partido Conservador, 14; La U, 14; Mira y Colombia Justa Libres, con 3 senadores cada uno. A estos se sumaba el senador Jonatan Tamayo, de la ASI, que siempre vota con el Gobierno pese a la negativa de su partido y de los Decentes, en la oposición. Así las cosas, en Senado el Ejecutivo contaba con 54 apoyos, potencial muy apretado en una plenaria de 108 congresistas. Sin embargo, la disciplina oficialista no funcionaba del todo, ya que varios senadores de La U, en cabeza de Roy Barreras y Armando Benedetti, en muchas ocasiones no se alinearon con las directivas del partido y mucho menos del Gobierno.
En Cámara, a su turno, la coalición se componía de la siguiente manera: 32 representantes uribistas, 21 conservadores, 25 de La U y dos de los partidos cristianos. Así las cosas, el Gobierno contaba con 80 apoyos, insuficiente para imponerse en una plenaria de 168 parlamentarios.
Recomposición
Visto ello, en menos de cuatro meses Duque modificó parte importante de su gabinete así: pasó al uribista Carlos Holmes Trujillo de la Cancillería a la cartera de Defensa, designando en su reemplazo a la también uribista Claudia Blum; removió a Nancy Patricia Gutiérrez del Interior y allí designó a la también uribista Alicia Arango, que venía de Trabajo. En la cartera laboral designó a Ángel Custodio Cabrera, de la La U, aunque a algunos parlamentarios de esa divisa no les caló el nombramiento. A su turno, el Presidente nombró a Rodolfo Enrique Zea Navarro en la cartera de Agricultura, un dirigente de clara extracción conservadora. También nombró a Mabel Gisela Torres Torres como primera titular del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Por provenir de las canteras científicas no contó como cuota partidista.
Todos esos movimientos, en materia de representación política, tuvieron impacto al interior de la coalición. Faltaban los dirigidos a ampliarla, el segundo objetivo presidencial. Es allí en donde la designación de Ruiz en Salud fue clave, ya que llegó al gabinete con el respaldo directo de Cambio Radical y, más aún, de su líder natural, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras.
Aunque oficialmente Cambio Radical se mantiene hoy como partido independiente y estaría en estudio un acuerdo político y programático de alto espectro entre la Casa de Nariño y la colectividad vargasllerista, lo cierto es que su acercamiento a Duque fortalece la coalición gubernamental y aumenta su margen de gobernabilidad. De entrada, por ejemplo, en Senado el bloque oficialista podría contar con el apoyo de 17 congresistas de esa facción política, lo que permitiría unas mayorías holgadas de 70. En la Cámara, los 30 representantes de Cambio llevarían a la coalición a contar con 110 votos. Es decir que, en teoría, habría aquí una verdadera aplanadora legislativa.
¿Qué ha pasado?
Aunque se esperaban más cambios en el gabinete, la recomposición se frenó porque en la primera quincena de febrero comenzó la alerta por la inminente llegada al país del Covid-19.
Sin embargo, ayer sorpresivamente se produjo otro relevo: Sylvia Constaín salió de la cartera de la Tecnología e Información y fue reemplazada por la actual Consejera Presidencial para las Regiones, Karen Abudinen, barranquillera y muy cercana a Cambio Radical.
Aún así, desde hace dos meses la agenda política y partidista se frenó y todo se concentró en el plan de contingencia para hacerle frente a la pandemia.
Por lo mismo, bien podría concluirse que la coalición ampliada gobiernista no se ha estrenado en forma efectiva y real. De hecho, aunque con ciertas diferencias de ópticas, las colectividades oficialistas, independientes y de oposición respaldaron la declaratoria del Estado de Emergencia. Pareciera que, sin dejar atrás la polarización partidista imperante, el país político entiende que ‘el palo no está para cucharas’, esto en cuanto a tratar de sacar provecho de la emergencia, salvo determinadas polémicas entre Petro y Fajardo o el sobredimensionamiento de los choques entre Duque y la alcaldesa bogotana Claudia López. Incluso, que el apoyo al Presidente haya subido en las últimas semanas (según las encuestas) se debe más a la forma en que está manejando personalmente la crisis, que a un pulso entre franjas gobiernistas y de oposición.
De otro lado, es claro que las coaliciones se hacen sentir principalmente en el Congreso. Por la emergencia, este debía arrancar el 16 de marzo pero sólo lo hizo el 13 de abril, y de forma virtual. Desde entonces solo se ha dedicado a debates de control político sobre el plan de contingencia y los más de 70 decretos dictados al amparo del Estado de Emergencia. Se han escuchado infinidad de opiniones de los parlamentarios, la mayoría alertando sobre fallas en el plan de contingencia o pidiendo más celeridad y eficacia en el mismo. Grandes debates, como tal, no se han dado.
Incluso, así como los congresistas de la coalición respaldan al Gobierno, también critican de forma puntual debilidades en la respuesta a la epidemia en el campo sanitario, tipología de la cuarentena, reactivación económica, alivio social, laboral, tributario y en otros aspectos. En general, hay más un alud de posturas individuales que grandes pronunciamientos partidistas, tanto al interior de la coalición oficialista como de las colectividades independientes y de oposición…
Es más, solo el martes pasado se votó (en quinto debate) un primer proyecto, en la Comisión Primera del Senado, sobre la Región Metropolitana de la Sabana, contando con el apoyo de la mayoría de los partidos.
Así las cosas, aplazadas por la emergencia las grandes reformas legislativas, bien podría decirse que la coalición ampliada del gobierno Duque todavía no se ha estrenado y, por lo tanto, es temprano para vislumbrar si el Ejecutivo consiguió, real y fácticamente, un mayor margen de gobernabilidad política.