Hasta nuestros días llegan las noticias de la increíble habilidad de Rafael Núñez para moverse en medio de la lucha política entre los caudillos bárbaros imperantes en la política y de los civilistas redomados del radicalismo y del conservatismo. Él había trabajado con el general Obando y con Tomás Cipriano de Mosquera, con los cuales se entendía de maravilla cuando le convenía.
Llama vivamente la atención su relación con Mariano Ospina y los federalistas de Antioquia, así como la oposición frontal que le hace a don Julio Arboleda, el mejor espadachín del conservatismo, del cual dijo don Miguel Antonio Caro que si Bolívar no nos hubiese dado la libertad, el poeta caucano la habría alcanzado. Lo buscan en el Congreso para que apoye la candidatura de Arboleda o le legitime, le ofrecen reunirse en su casa cuando manda decir que está enfermo, sin lograr que Núñez deposite su voto por al caudillo de Popayán.
Es de recordar que otros valiosos políticos radicales trabajan durante esas mismas décadas en sentido contrario al de Núñez, pues consideran que lo que debilita el sistema es el híbrido centro-federal. Entre ellos se destaca nada menos que el talentoso Manuel Murillo Toro, quien promueve, entre otras, la ley de 20 de abril de 1851, que se ocupa de la renta y los gastos del Estado. Como secretario de Hacienda le amputa los brazos al sistema central, al despojarlo de varias rentas y favorecer con esos fondos a las regiones. Esos fondos distribuidos entre los caudillos regionales, en vez de ser invertidos en promover la economía local, se quedan a veces en las manos de los empleados públicos ineptos o de sus amigotes. Al mismo tiempo, el gobierno central queda exangüe y escasamente se solventa con las rentas necesarias para no desaparecer por inanición.
En tanto, cuando se dispone que se inviertan regionalmente esos fondos, por lo general demuestran ser malos administradores, algunas obras que se emprenden quedan a medio hacer, mientras el Estado central se hunde en la depresión económica, quedando como resultado el empobrecimiento creciente del país.
Las Cámaras provinciales tenían grandes facultades, como para un país con una economía poderosa. Como padecían graves aulagas económicas resolvieron, con soporte en esas facultades, crear bancos provinciales, con lo que unos pocos se enriquecieron y la mayoría perdieron sus recursos, mientras el Estado central estaba maniatado y casi en bancarrota.
El primero
Por su parte, Núñez, quien fue el primero en Cartagena en emitir papel moneda, como funcionario público demuestra ser eficiente promotor del cambio dentro del orden, prefiere apostar a la estabilidad que seguir a los agentes del caos. Por eso, más adelante se destaca entre los que propician la caída del general Melo, quien, junto con los artesanos y oportunistas de todos los partidos, ensaya una dictadura apoyada por ellos y sus soldados al estilo prusiano. Y, en un caso increíble, no toma ninguna medida para proteger a los artesanos que lo apoyan y se hunden en la incompetitividad frente a los productos importados por cuenta del libre cambio imperante en el país.
Los supuestos proletarios colombianos se convierten en carne de cañón de los enemigos del gobierno golpista de Melo, que pasa más tiempos con sus amiguitas de Zipaquirá, que organizando sus tropas.
Al caer Melo, por cuanto en general Colombia es tierra estéril para las dictaduras, sube un fino caballero conservador a la presidencia, Rafael María Mallarino, que lleva la política al centro, dando un respiro a los sectores democráticos de los distintos partidos. Sin poder impedir que el general Tomás Cipriano de Mosquera se fortalezca en el Cauca, ni que en otros sectores regionales del país se entronice más el federalismo. Todo lo cual empuja al país a la violencia aciaga y el atraso.
La guerra
En las naciones ricas y más avanzadas la guerra es motor de la industria y del gasto público, que, ocasionalmente, estimula la economía. Entre nosotros las armas, los pocos cañones, hasta las espadas se importan. Esto pese a que, en algunos combates, los contendores empuñan armas blancas y suelen degollar a sus víctimas con el famoso corte de franela. Aspecto de la contienda que le repugna a Núñez, que piensa que todo se podría resolver en el Congreso con debates de ideas y mediante el voto al mejor estilo de la democracia inglesa.
Lo curioso es que en esa crisis económica, esa creciente malversación de los fondos públicos y el empleo frustrado de las energías nacionales en empresas pequeñas de vindicta partidista, Núñez se afinca más en su idea de construir una nación que tenga un Estado fortalecido, donde el imperio de la ley se extienda por todo el territorio nativo, para que todos los ciudadanos puedan ser libres dentro del orden. Y desde ese punto de vista, teniendo en cuenta que Núñez, lo mismo que Bolívar, es partidario de la pena de muerte para los delitos atroces, en cierta forma se coloca en algunos temas más a la derecha que los conservadores que por estos tiempos están fuera del poder.
Es de anotar que Núñez a lo largo de su carrera política disfruta de prestigio intelectual, de respeto por su formidable inteligencia y como poeta se le perdonan sus enredos amorosos, propios de espíritus sensibles. Algunos de sus poemas dedicados a las damas que perturban sus sueños, se conocen entre el público y lo hacen célebre.
Pese a tener razón el cartagenero en sus postulados políticos, en cuanto a juntar las energías nacionales para promover el desarrollo y el crecimiento económico, que deben generar la recuperación de un país azotado por la guerra y la ruina pecuniaria y moral, los radicales prefieren hundirse en el oprobio que apoyar a Núñez. Asimismo, los conservadores, con pocas excepciones, fuera del poder desconfían de su postura positivista frente a la Iglesia Católica, sin que la mayoría comprenda que el estadista cartagenero está de regreso a la fuente de las creencias profundas que su adorada madre le inculca en la niñez.
Para algunos políticos, lo peor de la condición intelectual de Núñez es su genialidad política, su superioridad intelectual e independencia de carácter. Así que la carrera política suya es la de un estadista superior cercado por la mentalidades arcaicas y atrasadas, pendientes del debate estéril y los odios partidistas, en vez de dar la lucha por engrandecer a Colombia.
<DESTACADO> Núñez se afinca más en su idea de construir una nación que tenga un Estado fortalecido, donde el imperio de la ley se extienda por todo el territorio nativo