La campaña para el 2022 ya arrancó | El Nuevo Siglo
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Domingo, 26 de Julio de 2020
Redacción Política

El próximo 7 de agosto el presidente Iván Duque llega a la mitad de su mandato. Si bien es cierto que desde el mismo momento en que se confirmó su victoria, en la segunda vuelta electoral de junio 2018, ya quedaron ubicados en el partidor para el 2022 nombres como los de Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Martha Lucia Ramírez y Jorge Enrique Robledo, es claro que es a partir de ahora cuando esa tempranera campaña por la sucesión en la Casa de Nariño empezará a tomar más fuerza.

¿Cómo está el escenario hoy? Hay cuatro elementos que son claves para poder responder este interrogante. En primer lugar, que a diferencia de lo que en su momento les ocurrió a los presidentes Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, en esta ocasión la posibilidad de reelección no está presente. Esa es una circunstancia que acelera el arranque de la competencia por la sucesión de un mandatario que, cuando deje el poder, apenas tendrá 45 años de edad.

De hecho en el discurso de instalación del Congreso el pasado lunes, el propio Duque recalcó que no tiene por delante ninguna expectativa releccionista y que ello le permite concentrarse totalmente en la atención de la emergencia sanitaria que atraviesa el país y el cumplimiento de un programa de gobierno que si bien está enmarcado dentro de su Plan de Desarrollo, es obvio que todas sus metas fueron altamente impactadas por lo que será la estrategia de recuperación nacional pospandemia.

Sería ingenuo negar que en los anteriores gobiernos la posibilidad de repetir cambiaba totalmente el escenario político y electoral, ya que a mitad de mandato muchas de las ejecutorias oficiales tenían un tinte muy político de cara a asegurar la permanencia en el poder del mandatario de turno.

Prioridad pública

En el segundo lugar resulta evidente también que la dimensión de la emergencia sanitaria y su impacto socioeconómico se ha convertido hoy por hoy en el tema más importante para la opinión pública y, por lo tanto, todos aquellos que buscan pelear por la sucesión presidencial se han metido rápido y activamente en este debate que, sin duda alguna, marcará el rumbo de la próxima campaña.

No es gratuito, entonces, que Fajardo, Petro, Robledo y Ramírez tengan cada vez mayor protagonismo en el día a día político, ya sea por lo que dicen, hacen, no hacen o replican. Las constantes polémicas a su alrededor y entre ellos mismos no hacen más que confirmar que arrancó la precampaña y que cada cual está buscando situarse lo mejor posible, presintiendo que esta será una contienda desgastante y de largo aliento.

Con tres precandidatos que han manifestado públicamente sus intenciones y siendo claro que la Vicepresidenta renunciará a comienzos del próximo año para postularse, es evidente que la campaña ya es imposible de congelar. Por el contrario, lo que se espera es que el rifirrafe político sea cada vez más intenso, sobre todo a medida que otros dirigentes vayan destapando sus precandidaturas. Es más, muchos de los partidos ya están analizando lo que podrían ser sus estrategias para la puja presidencial y ese es un elemento clave para definir los relevos en las jefaturas únicas y direcciones colegiadas en los próximos meses.

No es blanco…

Un tercer aspecto a tener en cuenta para dilucidar cuál es el escenario con el que está empezando esta campaña tiene que ver, necesaria y obligatoriamente, con la determinación de qué tan bien o mal le está yendo al Presidente de turno, ya que ello podría delinear la hoja de ruta de los énfasis de la contienda naciente.

Al tenor de las últimas encuestas, Duque tiene una imagen y favorabilidad por encima del 60% en promedio, sin duda guarismos muy positivos si se comparan con los que en las primeras mitades de sus primeros gobiernos ostentaban Uribe y Santos.

Tras la crisis de gobernabilidad a finales del año pasado y la ola de paros de noviembre y diciembre, la calificación gubernamental cayó al sótano, incluso bordeando el 20%, pero la buena gestión de Duque frente a la pandemia logró revertir esa descolgada, al punto que en menos de cuatro meses regresó a los porcentajes de aceptación que tenía al comienzo de su gestión.

Al decir de los analistas, el Jefe de Estado no es un blanco político rentable o atractivo para la oposición, ya que se trata de un mandatario que está bien posicionado en las encuestas y la propia opinión pública ha terminado por entender que la crisis sanitaria no es culpa del Ejecutivo y que este trata de hacerle frente lo mejor posible, con aciertos y errores.

Igualmente, para no pocos observadores esta circunstancia es la que explica por qué muchos de los dardos de Fajardo, Petro y Robledo se han enfilado más al expresidente Uribe (cuya favorabilidad sí ha caído) que al propio Duque, que si bien llegó al poder de la mano del exmandatario no ha hecho una gestión que refleje el discurso duro del uribismo, sino que se ha ubicado preferencialmente en el centro del espectro político. Es más, a diferencia de los comicios de 2002 hasta 2018, en esta ocasión el tema de la paz o la guerra no apunta a ser el elemento que incline la balanza en la puja por la sucesión en el Solio de Bolívar.

Y, por último pero no menos importante, está el hecho de que el Gobierno tiene claro que debe hundir el acelerador de su gestión para estos dos años de mandato que le restan, de los cuales el último estará cruzado por el pico alto de la campaña presidencial y parlamentaria.

Paradójicamente hay analistas que consideran que dada la dimensión de la crisis por la pandemia y el tiempo, presupuestos y esfuerzo estatal que demandará superar sus lesivos efectos a corto, mediano y largo plazos, Duque no tiene opción distinta a concentrarse en la prioritaria reactivación económica, social, laboral , fiscal, empresarial y de muchos otros flancos impactados seria y gravemente. Así las cosas, lo que prometió y no cumplió Duque, ya sea en campaña o cuando definió el norte del Plan de Desarrollo, pasará a un segundo plano.

“… Hay muchas promesas de campaña y de gobierno que Duque no ha cumplido, así como una gran cantidad de reformas estructurales y de alto calado que no se han concretado en estos dos años… A la gente eso le importa ahora poco, la prioridad es que el Gobierno los ayude a superar el impacto de la crisis…”, precisó un reconocido estratega político de campañas, que pidió la reserva de su nombre.

Agrego que “… incluso, en el mejor de los casos se puede decir que Duque gobernó por año y medio (hasta marzo de 2020) y que luego llegó la pandemia y trastocó todo el plan de gobierno… Si calculamos que la crisis, en su parte más álgida, podría quitarle a Duque más de año y medio de mandato, es claro que el tiempo real de gobierno, bajo el plan y los énfasis que quería Duque, sería apenas de dos años… Mire un hecho concreto: la crisis comenzó en marzo de 2020 y el programa social de más impacto (Ingreso Solidario) ya va para junio de 2021… La estrategia de reactivación será de más largo plazo aún, se cruzará con la recta final de la campaña y obligará a que no haya otra prioridad…”.

Así las cosas, por más que resulte tempranero, es evidente que Colombia está en el arranque de la campaña presidencial para 2022. Tiene ya algunos precandidatos fuertes, un mandatario (popular pero sin opción de reelección) obligado a concentrarse en solventar la crisis y, sobre todo, un tema claro que definirá la balanza en las urnas: quién es el más opcionado para culminar el proceso de recuperación nacional. Esos tres elementos son, de lejos, el insumo básico de cualquier contienda proselitista y nuestro país ya los tiene.