A menos de 10 meses para los comicios por la sucesión de Peñalosa, el panorama político es bastante incierto, por más que haya un sonajero tempranero de candidatos. Análisis de escenario
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El 27 de octubre de este año el futuro político, económico, social e institucional de la capital del país tendrá, sin duda alguna, un punto de inflexión. Ese día no solo se elegirá al nuevo Alcalde Mayor sino que también estará en juego el modelo de ciudad con el que los capitalinos entrarán a la tercera década del milenio.
Más allá de que el titular del Palacio Liévano ocupe el segundo cargo de elección popular más importante del país, después del Presidente de la República, lo cierto es que los comicios de este año tendrán una importancia radical para una metrópoli que estuvo por 12 años en manos de la izquierda, a contravía del espectro dominante a nivel nacional, y que en octubre de 2015 volvió a la centro-derecha, en cabeza de Enrique Peñalosa.
Desde el mismo momento en que, el 1 de enero de 2016, se posesionó este último no pocos analistas advirtieron que los resultados de su mandato y la forma en que la opinión pública valorara o descalificara su gestión serían los elementos determinantes para establecer si la elección de Peñalosa era apenas un hecho coyuntural, para castigar puntualmente los escándalos y crisis de los gobiernos de Samuel Moreno y Gustavo Petro, o si, por el contrario, era el primer paso de una tendencia política de largo aliento para evitar que la izquierda volviera a hacerse con el poder en la urbe, como pasó en los gobiernos de Uribe y Santos.
Sin embargo, esa previsión que se hacía a finales de 2015 no preveía que el mapa político, tanto nacional como distrital, variara de forma tan sustancial como lo hizo en los últimos tres años. Es claro que la correlación de fuerzas políticas, partidistas y de nuevos y viejos liderazgos hoy es muy distinta a la de aquel 25 de octubre de 2015, cuando en medio de la crisis de gobernabilidad en la que se hundía la administración Petro, los bogotanos eligieron a Peñalosa como su sucesor con 906.000 votos (33%), encabezando una coalición de su movimiento “Equipo por Bogotá” en alianza con Cambio Radical.
En esa cita en las urnas el entonces exministro Rafael Pardo Rueda (de la coalición Partido Liberal-La U) quedó segundo, con 778.000 votos (28%), en tanto que Clara López, aspirante del Polo, Unión Patriótica y MAIS, sumó 499.000 sufragios (18%). Por último quedó el uribista Francisco Santos, que alcanzó 327.000 votos (11%).
En cuanto a la composición del Concejo Distrital, la izquierda retrocedió. Hubo nueve escaños para Cambio Radical, seis para los liberales, seis para la Alianza Verde, seis para el Centro Democrático, en tanto que el Polo apenas sumó cinco curules, La U cuatro, los conservadores tres, el MIRA dos y luego cuatro pequeñas colectividades (incluida el progresismo petrista) con apenas un escaño.
¿Qué pasó con los competidores de 2015? Peñalosa acaba de entrar en su último año y si bien no ha tenido altos índices de popularidad, su gestión ha ido ganando cada vez más peso específico, gracias a un modelo de gobierno con norte claro, estabilidad institucional, ningún escándalo de corrupción, una relación proactiva con el Concejo Distrital así como resultados positivos en sectores clave como seguridad, salud e inversión social. Todo ello sumado a una ciudad con frentes de obra y proyectos de infraestructura en todos los rincones, empezando por el arranque de la construcción del Metro, la planificación de más troncales de Transmilenio, la entrada en funcionamiento del Metrocable así como vías transversales con una inversión billonaria. Una eficacia administrativa y ejecutiva que contrasta evidentemente con la crisis permanente y la sensación de retroceso y estancamiento que primó en los caóticos mandatos de Moreno y Petro.
Rafael Pardo, a su turno, luego de la candidatura entró a ser consejero presidencial del gobierno Santos pero al final una enfermedad lo obligó a retirarse temporalmente de la escena pública. Hoy no parece claro que busque intentar una nueva aspiración pese a los 770.000 votos de 2015. En cuanto a López el panorama es más complicado toda vez que se retiró del Polo y fue fórmula vicepresidencial del candidato liberal Humberto de la Calle que fracasó estruendosamente en las urnas en la primera vuelta de mayo de 2018, con menos de 400.000 votos. Y, por último, si bien el exvicepresidente Santos sonaba meses atrás como posible precandidato a la Alcaldía para 2019, sobre todo después del triunfo de Iván Duque en la contienda presidencial, al final aceptó el ofrecimiento que este último le hiciera para ser el nuevo Embajador en Estados Unidos, con lo que descartó cualquier aspiración capitalina.
Revolcón parlamentario
Ahora bien, analizado ya lo ocurrido con Peñalosa y si alguno de sus rivales de 2015 podría volver a aspirar, lo siguiente que debe hacerse es establecer cómo está hoy el mapa político en la capital del país.
Para hacerse una idea al respecto lo más conducente es revisar qué pasó con la última cita en las urnas, es decir las elecciones parlamentarias y presidenciales del año pasado.
En cuanto a las primeras, el termómetro más creíble es lo relativo a la escogencia de los 18 representantes a la Cámara por la circunscripción capitalina.
En marzo de 2018 hubo casi 2,8 millones de votos para la Cámara bogotana, en pos de 18 escaños. El uribismo se impuso con 473.000 sufragios (20%) logrando cinco escaños en la corporación legislativa. Le siguió la Alianza Verde con 433.000 votos (18%) para alcanzar cuatro curules. La Lista de la Decencia (respaldada por Petro y otras facciones de izquierda como ASI, UP, MAIS) sumó 238.000 votos (10%), quedándose con dos escaños. Igual número obtuvo Cambio Radical, con 218.000 votos (9%). Luego quedaron los liberales, el Polo, MIRA, Colombia Justa Libres y conservadores, con un escaño. El partido Farc se quedó una curul adicional, ya que si bien no obtuvo los votos necesarios el Acuerdo de Paz firmado con Santos les aseguraba cinco escaños fijos en la Cámara y otros tantos en el Senado.
En lo que hace a la elección de Senado, aunque es claro que se trata de una circunscripción nacional, el panorama no varió mucho al analizar los casi 2,8 millones de votos que se registraron en la ciudad para la cámara alta.
Los verdes obtuvieron 543.000 votos (22%) para su lista al Senado, que era encabezada por el exalcalde Antanas Mockus. Le siguió el Centro Democrático, cuya plancha fue liderada por el expresidente Álvaro Uribe, logrando 465.000 votos (18%). Después se ubicó la lista de la Decencia, con 234.000 votos (9%), luego Cambio Radical con 196.000 sufragios (7%), el Polo 156.000 (6%), los liberales 150.000 (6%), el MIRA 114.000 (4,6%), Colombia Justa Libres 112.000 (4%), La U 109.000 (4%) y los conservadores 99.000 (4%). El partido Farc apenas si sumó 10.000 votos para Senado en la capital del país.
Capital y presidenciales
En cuanto a las presidenciales, los resultados variaron, sobre todo entre la primera y la segunda vueltas, toda vez que en esta última, al solo competir dos aspirantes, jugó mucho el tema de las coaliciones, alianzas y voto en contra.
En mayo del año pasado, durante la primera vuelta de la contienda por la sucesión en la Casa de Nariño, hubo en la ciudad 3,7 millones de votos, sobre un potencial de 5,7 millones de ciudadanos habilitados para sufragar. Es decir, y este es un tema clave a tener en cuenta de cara a lo que podría pasar en octubre próximo, que hubo casi un 65% de asistencia a las urnas, con una baja histórica en la abstención.
El candidato de la Coalición Colombia, Sergio Fajardo, con Claudia López como fórmula, alcanzó 1.240.799 votos, es decir el 33% de los sufragios. Le siguió Gustavo Petro, de Colombia Humana, que llevaba a Ángela María Robledo como segunda a bordo. El exalcalde bogotano obtuvo 1.098.478 votos, el 29%.
En tercer lugar quedó el aspirante de la coalición encabezada por el Centro Democrático, Iván Duque (con Marta Lucía Ramírez como fórmula), que logró 983.931 votos, es decir el 26% de los sufragios.
Tras ellos se ubicó Germán Vargas Lleras con 172.158 votos (4%), que tenía al exministro Juan Carlos Pinzón como compañero de fórmula. Y, por último, se ubicaron De la Calle y López, de la llave liberal, que apenas obtuvieron 93.830 apoyos en las urnas capitalinas.
Vendría luego la segunda vuelta, a la que, como se sabe, solo clasificaron Duque y Petro, el primero sumando a nivel nacional en mayo 7,5 millones de votos (39%) y el segundo 4,8 millones de sufragios, es decir el 25%. En tercer lugar quedó Fajardo, con 4,5 millones de apoyos en las urnas (23%), pero no le alcanzó para ir al balotaje final.
En la contienda definitiva entre Duque y Petro la capital del país fue determinante, sobre todo después de que Fajardo se abstuviera de apoyar a alguno de los dos candidatos sobrevivientes, pese a que los verdes y el Polo sí se fueron para las toldas del aspirante de izquierda.
En la segunda vuelta, en junio de 2018, como ya se sabe, Duque se impuso con 10,3 millones de votos (53%) a nivel nacional, en tanto que Petro alcanzó 8 millones de sufragios (41%).
En Bogotá hubo para esa cita en las urnas más de 3,5 millones de votos, de los cuales 1.884.869 fueron para Petro (53%) y 1.447.685 para Duque (40%).
Como se dijo, aquí hay que tener en cuenta que para la segunda vuelta no sólo juega el voto a favor de tal o cual candidato, sino también el voto en contra, es decir ese porcentaje de ciudadanía que decide apoyar en las urnas a un determinado aspirante no tanto porque crea en su programa o sea a fin a sus ideas, sino como única fórmula para evitar que su rival llegue al poder. En un país con el alto grado de polarización como Colombia, sobre todo en 2018, cuando fue evidente que el país se dividió en dos grandes bloques de centro-derecha y centro-izquierda, esta es una circunstancia que debe analizarse al tratar de entender los volúmenes de votación en la segunda vuelta.
Duro pulso
Visto todo lo anterior es evidente, entonces, que a diferencia de lo que pasó en los comicios para alcalde en octubre de 2015, hoy en la capital hay un mapa político que no se circunscribe únicamente al pulso de las últimas cuatro elecciones, que fue entre izquierda (ya fuera el Polo o el petrismo) con las fuerzas de centro derecha, estuvieran estas encabezadas primero por el uribismo, luego por el santismo y la forma en que partidos como La U, Cambio Radical, liberales, conservadores, verdes y otras facciones gravitaron alrededor de las coaliciones formadas por uno y otro.
Por ejemplo, en las contiendas electorales que llevaron a las elecciones de Luis Eduardo Garzón, Moreno, Petro y Peñalosa no existía en Bogotá una tercera fuerza, de corte más independiente, como la que hoy representan los verdes, que con Fajardo y López tuvieron un desempeño notable en los comicios parlamentarios y presidenciales del año pasado.
Sin embargo, hoy esa tercería verde se enfrenta al dilema de si Fajardo, con su movimiento Compromiso Ciudadano, está dispuesto a compartir el liderazgo de la coalición con López y el exsenador Antonio Navarro, ya que la primera suena fuerte como posible precandidata presidencial para 2022 pero también para competir con el excongresista pastuso por la aspiración este año al Palacio Liévano.
También es claro que el Polo, lastrado por el escándalo de corrupción de Moreno, ya no tiene hoy la capacidad política ni electoral para liderar la izquierda en la ciudad. Clara López, que a nombre de la colectividad había obtenido en los últimos años las mayores votaciones en la ciudad (tanto en las presidenciales de 2014 como en última puja por la Alcaldía) ya no hace parte de esa facción política y no se ve un dirigente con suficiente peso para competir con oportunidad real en la capital del país.
En cuanto a Petro, si bien obtuvo una votación fuerte en la capital del país en la primera y segunda vueltas, apenas si tiene un concejal y una incipiente fuerza parlamentaria, tanto en Cámara como en Senado. Y también es claro que al ser una figura de marcado perfil caudillista, tiene un bajo porcentaje de endoso positivo de votos, como se comprobó en los comicios de Congreso el año pasado.
Si bien es cierto que ya el concejal Hollman Morris y el exsecretario de gobierno Jorge Rojas han asomado como posibles precandidatos de la Colombia Humana a la Alcaldía, no tienen estructura partidista detrás, al punto que ni siquiera el Consejo Nacional Electoral le reconoció la personería jurídica a esa movimiento. Igualmente es obvio que los verdes, también fuertes en Bogotá, aspiran a que si hay coalición de centro-izquierda para respaldar un candidato único al Palacio Liévano, este provenga de sus toldas y no del petrismo. Incluso, más de un dirigente de la Alianza es de la opinión de que su candidatura debía situarse en el centro del pulso entre izquierda y centro-derecha, como tercería, y que eso aumentaría sus posibilidades de ser los sucesores de Peñalosa.
En lo que hace a la otra orilla, allí también el panorama está muy convulso. El Centro Democrático ya picó en punta señalando a tres precandidatos: el recién renunciado exparlamentario Samuel Hoyos y los concejales Ángela Garzón y Diego Molano. Sin embargo, dada la poca experiencia y peso político específico de los tres para medirse al segundo cargo de elección popular más importante del país, en las toldas del uribismo se asegura que tienen una o dos ‘cartas tapadas’, con perfiles de mayor trayectoria, que pronto oficializarán. No hay que olvidar que Uribe acumula ya varias derrotas en la puja por la Alcaldía bogotana y para él es un punto de honor que ahora, cuando tiene la mayor bancada en el Senado y a uno de los suyos en la Casa de Nariño, sí pueda cantar victoria en la ciudad.
Pero no son los únicos en el sonajero de la centro-derecha. El exsenador Carlos Fernando Galán, quien renunció a Cambio Radical, asoma como seguro precandidato, posiblemente a nombre de un movimiento significativo de ciudadanos, en caso tal de que en el CNE o el Consejo de Estado no progrese la petición de resucitar la personería del Nuevo Liberalismo. El excongresista ya fue candidato hace dos periodos a la Alcaldía.
Por los lados del peñalosismo se dice que una de las cartas a jugar sería la del exsecretario de Gobierno, Miguel Uribe Turbay, quien renunció meses atrás. Sin embargo, sus críticos sostienen que todavía está muy joven y no está claro si el liberalismo, casa de origen del turbayismo, lo apoyaría. En esas mismas toldas se afirma que el exministro David Luna, ahora cercano a Cambio Radical, también buscaría repetir aspiración.
Pero la baraja no termina ahí. Uno de los más veteranos senadores con votación significativa en la capital del país, le dijo esta semana a un periodista de EL NUEVO SIGLO que faltan por conocerse los verdaderos “pesos pesados” que pelearán por suceder a Peñalosa.
“…Mire, sé de las consultas de distintos partidos a dos reconocidos empresarios de primera línea, también de las indagaciones alrededor de los nombres de por lo menos tres exministros del gobierno Santos, y no descarto que se lance algún excandidato presidencial o vicepresidencial del año pasado… Hasta ahora estamos en las preliminares y le aseguro que muchos de los que hoy suenan en la baraja inicial no estarán en tres o cuatro meses, cuando los nombres más fuertes se posicionen…”, precisó el congresista, que pidió la reserva de su nombre.
El 26 de mayo
Para esa depuración del sonajero hay una fecha clave: el 26 de mayo. Ese día deben llevarse a cabo las consultas populares interpartidistas que las coaliciones que se hayan formado quieran realizar en pos de escoger su respectivo candidato único.
Para no pocos analistas la contienda por el Palacio Liévano va rumbo a un gran pulso entre dos coaliciones fuertes, una de centro-derecha y otra de centro-izquierda. Sin embargo, es claro que lograr un acuerdo político y electoral a lado y lado no será nada fácil, porque hay muchos intereses en juego y a más de una colectividad o aspirante lo que menos le convendría sería someterse a una consulta popular. Además, como ya se dijo, está el asunto de una tercería fuerte como la que proponen los verdes.
Igualmente, algunos partidos ven en los comicios regionales y locales su oportunidad para recuperar el terreno perdido en las parlamentarias y presidenciales, en tanto que el uribismo, el petrismo y los verdes quieren replicar en gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas los potenciales electorales que evidenciaron en la puja por la Casa de Nariño.
A ello se suma que las reglas del juego para la campaña no están claras del todo. En el proyecto de reforma política se proponen cambios en cuanto a avales, coaliciones, candidatos por firmas, listas cerradas, financiación proselitista… Incluso está en trámite un proyecto que plantea una segunda vuelta para la elección de alcalde de Bogotá.
Claro, un tema clave será la puja programática por el modelo de ciudad, los proyectos viales y de infraestructura, así como las políticas públicas y administrativas a aplicar, ya sea para continuar por la senda de estabilidad y eficiencia señalada por Peñalosa o dar un viraje, de nuevo, a las desgastadas y accidentadas tesis gubernativas de la izquierda, como quedó evidenciado en los mandatos Moreno y Petro.
Sin embargo, siendo realistas, esa confrontación programática sólo se abrirá paso cuando la mecánica partidista y electoral se aclare, señalando a los que finalmente competirán por el Palacio Liévano en unos comicios que, como se dijo al comienzo, marcarán el modelo de ciudad con que los capitalinos entrarán a la tercera década del milenio. La batalla electoral apenas comienza.