A pesar de más de una treintena de reformas que ha sufrido la Constitución del 91, la carta de derechos y sus principios se mantienen, dijo el constitucionalista Armando Novoa.
Agregó que varios de estos cambios han sido golpes contundentes contra el espíritu de la Carta, como ha sido la reelección presidencial.
EL NUEVO SIGLO: ¿Se quedó sin saber si los presidentes pueden o no objetar una reforma constitucional, lo decimos por lo ocurrido con Santos y la reforma a la justicia?
ARMANDO NOVOA: Por supuesto que no la pueden objetar, digamos la Constitución establece con claridad que los presidentes pueden objetar proyectos de ley aprobados por el Congreso, pero no actos legislativos. La razón es muy sencilla, si el Presidente de la República pudiese objetar una reforma constitucional plasmada en un acto legislativo se diluiría el principio de la separación de poderes y el concepto de soberanía, que para el caso de la democracia y representación está en cabeza del Congreso de la República, es decir, del órgano legislativo.
Todavía la Corte Constitucional no se ha pronunciado de fondo sobre las demandas que se presentaron contra la serie de acciones que tomaron el Gobierno y el Congreso en relación a la reforma a la justicia, pero esperamos que ese pronunciamiento vaya en la dirección que corresponde y que esté en consonancia con la Constitución.
ENS: ¿De todas las reformas que le han hecho a la Constitución, cuál considera más lamentable?
AN: Es que yo he perdido la cuenta pero ya vamos en más de 35 reformas. Yo creo que sin duda la carga de profundidad más grave contra la Constitución del 91 ha sido la reelección presidencial, que ha traído unas consecuencias nefastas en lo que se relaciona con el sistema de equilibrios pesos y contrapesos que diseñó la Constitución del 91. Mire usted lo que está pasando con la reelección del Procurador General de la Nación, reelección que sin duda se logró incorporar en las prácticas institucionales en virtud de la reforma de Uribe y también las prácticas clientelistas que fueron comunes a la reelección de Uribe y que estamos viendo se repitieron en la elección del Procurador.
ENS: ¿Coincide con quienes dicen que la Constitución hoy se ha convertido en una colcha de retazos o piensa que aún conserva su esencia?
AN: Pues la verdad es que sí la han desvertebrado muchísimo, la carta de derechos, sus principios y su preámbulo se mantienen prácticamente en los términos que estableció el constituyente del 91, pero la parte orgánica, el sistema de controles, todos los demás aspectos sí me parece que han desvertebrado mucho la fisonomía y la arquitectura de la Constitución del año 91.
ENS: ¿Ve fuerte la Corte Constitucional como hace unos años cuando fue ponderada por cerrar el paso a una segunda reelección presidencial?
AN: Yo me remito a las encuestas que se han realizado recientemente sobre todas las instituciones colombianas y en particular sobre la justicia. Creo que está en los niveles, más que la Corte Constitucional todo el sistema judicial, de desprestigio más altos como hace tiempo no se conocían, y eso se explica por las prácticas clientelistas, por la apropiación de intereses de los altos magistrados de los cargos en la rama judicial, por la transacción de favores y por, digamos, su cohabitación con un sistema clientelista que finalmente logró mimetizarlos, y de ahí la razón de su desprestigio.
Aunque la Corte Constitucional ha mantenido su independencia y ha sido una garante de la Carta fundamental, hay unos signos preocupantes en el último periodo, que ojalá sean pasajeros.
Chile
El único país de América Latina en el que se permitió al presidente objetar una reforma constitucional fue Chile, “bajo el régimen de Pinochet, porque en ninguna otra circunstancia las constituciones de nuestro continente permiten ese tipo de cosas porque eso lo que indica es que hay un poder presidencial por encima de los otros órganos del poder del Estado, lo cual significa que no hay Estado de derecho en el fondo sino un régimen presidencialista autoritario.