“En Colombia hay un fetichismo legislativo”: Tirado Mejía | El Nuevo Siglo
EL POLITÓLOGO e historiador Álvaro Tirado Mejía sostiene que el Congreso ha abjurado de sus derechos y tiene más vicios que el revocado hace 30 años. <FOTOLEAD>DE ACUERDO con Tirado, tras el gran consenso del Frente Nacional y el gran acuerdo de la Carta del 91, falta un tercer gran
Foto Diana Rubiano / El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Octubre de 2020
Redacción Política

EL NUEVO SIGLO: Por esta época, hace 30 años, el país estaba en plena campaña para elegir a los constituyentes ¿Qué tanto ha cambiado Colombia desde entonces?

ÁLVARO TIRADO MEJÍA: Mucho. En primer lugar, hace 30 años estábamos en una situación, diríamos, de desolación. El país estaba atacado por muchísimos flancos, había cuatro guerrillas actuando al mismo tiempo; el narcotráfico, muy especialmente el narcoterrorismo, que es diferente al narcotráfico; un ataque a las instituciones con una violencia que ya no era solamente en el campo sino que los narcoterroristas la habían llevado a las ciudades con sus bombas; el asesinato de funcionarios. Realmente era un momento muy difícil.

De allí que haya tenido eco el llamado a una cuestión más masiva para buscar un tipo de salida y ese tipo de salida se buscó en la Asamblea Constituyente y en lo que se plasmó en la Constitución.

A partir de allí han existido elementos que hay que tener en cuenta. Evidentemente siguen los problemas en el país y hay violencia, pero si uno compara lo que había en ese momento con los problemas de violencia, el país se ha modificado mucho en un sentido positivo. Las cifras dicen mucho y no dicen nada, pero es indudable que en este momento el nivel de homicidios, secuestros y actos terroristas ha disminuido fundamentalmente. En gran parte, y en esto hay opiniones diferentes, soy de los que creo que el Acuerdo de La Habana ha influido muchísimo. Eso en primer lugar.

En segundo, los partidos políticos tradicionales ya venían en decadencia.  Para no citar sino el partido Liberal, ya el doctor Carlos Lleras decía hace 50 años o más que la colectividad parecía un buey cansado, había perdido vigor, y el partido Conservador también, pero todavía eran partidos actuantes. Hoy, realmente, los partidos tradicionales, aquí como en toda Latinoamérica, los grandes partidos, están desdibujados: el APRA, el PRI, Liberación Nacional, etc. Entonces, en eso también ha habido modificación pero, sobre todo, hay una que ha sido más determinante: en el país hay una clase media significativa, muy muy grande. En mi concepto, hay que tenerla en cuenta para los futuros desarrollos de este país y, sobre todo, eso ha sido a partir de la educación. Y eso porque el país tuvo un auge económico muy fuerte (que desafortunadamente se frenó por la pandemia) y mejoraron las condiciones de vida de la población.

Entonces, las mejoras en las condiciones de vida y la educación a todos los niveles ha hecho que ahora haya una clase media actuante, que se está manifestando y que va a jugar  hacia el futuro. Le doy un ejemplo: si usted mira, la alcaldesa de Bogotá es hija de una maestra; el alcalde de Medellín sufrió muchas dificultades económicas; el alcalde de Cali tiene otras procedencias. Esa sería una muestra. Y claro, no es solo la procedencia, son personas todas con doctorados, bien capacitadas. Esa es una cosa nueva.


"El apoyo electoral a la Asamblea Constituyente no fue ni siquiera del tamaño del que tenían los partidos, aunque ya estaban disminuidos"


Tercero, en ese momento, y eso se reflejaba muy bien en la antigua Constitución, en el campo religioso, había preeminencia absoluta de la Iglesia Católica. En Colombia, como en toda América Latina, hay cada vez más sectores cristianos no católicos y otros que no son creyentes. En ese campo, que podríamos llamar de la laicización, el país ha tenido avances sumamente grandes o, al menos, para no utilizar palabras peyorativas, ha habido cambios también en ese sentido.

Y habría otros que son producto de la Constitución sobre los cuales podremos hablar, pero digamos que esos son los que me parecen ahora como cambios fundamentales.

¿Cómo están los poderes?

ENS: Una de las principales conclusiones de la Constitución era que fortalecía de manera sustancial el régimen presidencialista ¿Cómo está hoy el poder Ejecutivo?

ATM: Creo que ahí sí hay un cambio muy importante. La Constitución del 86, que fue modificada muy fundamentalmente en el 10, el 36, en el 45 y en el 68, mantuvo ciertos elementos. Uno de ellos fue siempre la preminencia y el fortalecimiento del poder Ejecutivo. Incluso durante gran parte de su existencia, al principio y al final, el país fue gobernado por el Ejecutivo a través de “estados de sitio” que se prolongaron por mucho tiempo. La Constitución del 91 sí diluye ese poder, en la medida en que conceptualmente hay un balance de poderes mucho más equitativo, con más preeminencia del poder judicial, como se ha demostrado, y sobre todo con una mayor participación de la ciudadanía, más popular, que es mucho más evidente en la Constitución del 91 que en la del 86 en sus diferentes momentos.

ENS: Hay quienes dicen que uno de los principales yerros de la Constitución del 91 fue que no dejó mecanismos suficientes para reformar la rama judicial ¿Qué opina?

ATM: Partiría de algo conceptual, que son las lecturas de la Constitución del 91, aunque puede haber otras. Por ejemplo, en el campo de los derechos civiles, políticos, sociales y económicos, la Constitución del 86 era una constitución estática, para ponerle algún nombre. En este sentido se consagraban muchos derechos, por supuesto, pero sobre todo bajo la visión de la permisibilidad (hasta dónde se permitían los derechos). En la Constitución del 91 hay una visión más amplia, ya que no es solamente la consagración de los derechos, sino del hasta dónde  se puede llegar, es más por el sentido positivo. Además en la Constitución del 91, una Constitución muy extensa, de esas ‘constituciones ríos’ que surgieron a partir de los años 80, empezando por la brasileña, hay consagrados muchos más derechos.

Pero esto en el campo judicial tiene un efecto. Digamos, todo lo que algunos llaman activismo judicial o gobierno de los jueces. Es decir, un espacio más amplio de actuación del poder judicial, especialmente a partir de la Corte Constitucional. Eso precisamente no hubiera sido posible con la Constitución del 86.

No hay que confundir dos cosas: una es la consagración de derechos, la consagración de las constituciones, pero las fallas en el poder judicial, que son evidentes y cada vez más notorias, no se deben necesariamente al texto sino, precisamente, a una práctica judicial que, desafortunadamente, se ha impregnado mucho de la política menuda y realmente, a veces, ha perdido su rumbo, pero sobre todo ha sido contaminada por corrupción, clientelismo y otras fallas.

ENS: Hay quienes dicen que uno de los grandes fracasos de la Carta del 91 es que hoy tenemos un Congreso con tantos o más vicios como el que se revocó en el 91 ¿Qué considera?

ATM: Considero que sí hay más vicios que en ese momento, pero no son necesariamente culpa de la Constitución. En primer lugar, ese proceso ya venía y se agudizó. Y tiene que ver con la crisis en los partidos políticos, que es bastante fuerte.

Digamos que el Congreso ha abjurado de sus derechos. Por ejemplo, una de sus funciones fundamentales es el ejercicio del control político, eso se volvió ajeno en el país. Se da a veces, de pronto hay algunos debates, pero esa función parece que se le hubiera olvidado al Congreso hace mucho tiempo.

También el Parlamento es culpable, si ese es el término, de no haber desarrollado la Constitución en muchos puntos. Por ejemplo, la Carta del 91 abría espacios para afrontar algo que está en el centro de la problemática colombiana, que es el problema de las regiones, el de la descentralización. Ese tipo de desarrollos territoriales que deben ser por medio de la ley y que realmente el Congreso no ha tenido en cuenta.

Ha habido unos pequeños avances, pero en temas sumamente graves, que están en el centro de la problemática del país y de la violencia, al igual que el tema agrario, el Congreso ha sido ausente. No propicia una legislación moderna y adecuada sobre la tierra, sobre los baldíos.

Es decir, una falta intrínseca del Congreso que de ninguna manera se le puede adjudicar a la Constitución.

¿Carta útil en crisis?

ENS: Algunos constitucionalistas sostienen que la fortaleza de una Constitución se deriva de la forma en que permite a un país superar las crisis estructurales y sobrevinientes ¿La Carta del 91 ha servido en este aspecto?

ATM: La Constitución del 91 avanzó y abrió las puertas, lo que pasa es que en muchos casos esas puertas abiertas se han desaprovechado. La Carta tuvo muchos avances en muchos campos, y también ha tenido errores, porque no es perfecta.

Sin embargo, más que por la Constitución misma, las carencias obedecen a otras circunstancias de poder, por ejemplo, social de algunos sectores; de falta de incorporación de sectores. Mire lo que ha pasado esta semana con la población indígena.

Realmente hay avances. La Constitución es activa, dinámica y abrió la puerta para que en la vida política se solucionen los problemas.

ENS: Hay quienes sostienen que esta Constitución ha sido muy reformada y otros que, por el contrario, dicen que solo ha sido cambiada en cosas muy pequeñas ¿Qué cree?

ATM: Primero, esa ha sido una vieja discusión. Por ejemplo, algunos tratadistas decían de la Constitución del 86 que la misma solo rigió 10 años, 20 o mejor 15, porque ya en 1910 su espíritu se cambió con la participación a las minorías, el control constitucional, etc.

Esa pregunta es válida ahora para esta Constitución del 91, que después de la del 86 es la que más ha durado. Uno puede preguntarse ¿Esta es la del 91 o es otra Constitución a partir de las transformaciones? Creo que, en general, han sido transformaciones menores pero que realmente han afectado alguna parte del espíritu de esta Constitución. Sin embargo,  creo que en bloque sigue siendo la misma Carta Política, muy especialmente en lo relacionado con los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, y eso ha sido muy importante. Por ejemplo, la creación de la Corte Constitucional y de todo lo que de allí se ha derivado. Esas cuestiones son aportes de la Constitución del 91.

Otro ejemplo: hay una democracia no simplemente representativa, manteniéndola sin embargo con posibilidades de una participación ciudadana más activa a través de referendos, consultas, plebiscitos, todo ese tipo de figuras que quedaron consagradas. Eso sigue vigente y para ser desarrollado y reglamentado. En la parte social, la Constitución del 91 no ha perdido, quizá sí en algunos aspectos secundarios con atrasos, pero creo que sigue manteniéndose el espíritu de la misma.

ENS: Algunos sostienen que la eliminación en 2004 de la prohibición de la reelección presidencial inmediata, que luego se reinstauró en 2015, fue la reforma más agresiva a la Carta ¿Qué piensa?

ATM: Clarísimamente. El retroceso que se dio, y que fue un paso desafortunado, que afortunadamente el país corrigió después de dos administraciones, es producto del manejo político y no de la Constitución. Si algo hubo tajante (en la constituyente), porque era un anhelo popular, ciudadano, era que no hubiera reelección inmediata. Y así quedó consagrado explícitamente en el texto del 91. Que después, por interpretaciones constitucionales, que algunos consideran laxas en el sentido de que fueron más allá del texto implícito, se haya puesto en práctica esto (la reelección inmediata) realmente no es culpa de la Constitución, sino de las malas prácticas políticas y tal vez, según dicen algunos, de la laxitud en la interpretación de la Constitución por parte de las Cortes.


“Si algo hubo tajante (en la constituyente), porque era un anhelo popular, ciudadano, era que no hubiera reelección inmediata”


¿Una nueva constituyente?

ENS: Hay quienes piden reformar la Carta del 91, convocar una Asamblea Constituyente con temario abierto o restringido para superar muchas de las falencias y problemáticas ¿Qué considera?

ATM: El país está imbuido de algo que podríamos llamar “el fetichismo legislativo”, que nos viene desde la colonia española, pensando que porque en Madrid, en los Austrias, dictaban una disposición para proteger a los indios, aquí en América los indios iban a ser protegidos, y entonces se decía: hay que cambiar la ley.

Y ese fetichismo legal nos sigue embargando. Para cada cosa decimos que hay que cambiar la Constitución. No, lo que hay que cambiar son las prácticas políticas, el manejo del Estado, cierto tipo de actitudes que no son moralistas pero que son necesarias y son éticas, por ejemplo luchar contra la corrupción. Eso es más importante y más efectivo. Lo otro es, de cierta manera, un saludo a la bandera, pensar que por cambiar la Constitución cambia la sociedad. Por supuesto, hay momentos en que es necesario hacerlo y no es negativo. Creo que es mejor primero cambiar las costumbres, las prácticas y lo que se necesita del sistema político e incluso del económico, y luego adecuar eso con una normatividad. Es decir, no poner la carreta adelante del caballo.

ENS: Muchos de los críticos de la Carta del 91 dijeron que era para ángeles ¿30 años después cree que la Constitución fue muy utópica en su carta de derechos?

ATM:  No, esa frase se la adjudicaron a la Constitución de Rionegro que, efectivamente, tuvo cosas muy importantes pero que, de cierta manera, uno sí veía una concepción muy angelical, sobre todo en el manejo regional y los problemas de violencia y guerras civiles. Esa era una concepción para ángeles, cuando inclusive estaba prohibido que si un estado declaraba la guerra a otro estado de los federales, el estado central no podía intervenir. Eso era para ángeles, pero ni siquiera en el cielo porque allí también hubo una guerra entre Lucifer y los ángeles.

Pero no creo que (ese término) sea aplicable a la Constitución del 91. Por el contrario, esta es activa, positiva y dinámica con relación a los derechos. Tal vez hubo algunos enunciados un poco más de un deber ser o un querer ser, que de una concreción jurídica.

Por ejemplo, en la Constitución del 91 se declara como un derecho el derecho a la paz. La paz es una belleza, todos la queremos. El problema es que un derecho que no sea exigible, consideran algunos, no es derecho, es una buena voluntad, una aspiración. Pero etiquetarlo como derecho, según una versión estrictamente jurídica, es complicado.

Sí hay elementos de esos en la Constitución del 91, pero en general es una Constitución práctica. Tal vez si algo se le podría decir es en el sentido contrario: fue muy pragmática. Y en ese sentido hay que decirlo: en la representación de la Asamblea Constituyente hubo personas, primero muy positivo, de diferentes sectores políticos y sociales, y también hubo una representación donde no brillaban los conocedores jurídicos. Fueron muy pocos. Y, entonces, allí cada cual llevaba sus deseos y por eso, en ese cajón de los deseos, se expresaron muchas cuestiones del deber ser, que ojalá suceda, pero a veces con poca técnica jurídica.

¿Otro acuerdo?

ENS: Hay quienes dicen que el último gran acuerdo político de consenso en Colombia fue la Asamblea Constituyente del 91 y que no hubo más, a tal punto que un proceso de paz polarizó al país ¿Qué opina?

ATM: Primero, cuando se dice consenso no es de unidad, que es diferente. Segundo, considero que el gran consenso político del siglo XX fue el Frente Nacional. Indudablemente la inmensa mayoría, y eso se plasmó en el plebiscito, estuvo por ese tipo de salida política en el país, en un gran consenso. En gran parte porque todavía había partidos políticos muy fuertes y se aceptaban las direcciones de los partidos. Cuando firmaban Laureano Gómez o Alberto Lleras, los seguían los liberales y los conservadores, que eran el 90% de la población colombiana. Después hubo algo que no fue consenso pero llamémoslo un gran acuerdo, que fue la Constitución del 91. Con esto no quiero disminuir su proyección porque yo soy partidario de esa Constitución. Sin embargo, los hechos son los hechos: el apoyo electoral a la Asamblea Constituyente no fue ni siquiera del tamaño del que tenían los partidos, aunque ya estaban disminuidos. Sin embargo hubo un gran, un gran acuerdo, que fue muy importante.

Pero aquí quiero hacer unas reflexiones: creo que el tercero es el que falta y ojalá lleguemos a un consenso o, por lo menos, a un gran acuerdo. Pero ese gran acuerdo que necesitamos los demócratas para que no haya extremismos de uno u otro lado, ya no se podrá hacer como se hizo el del Frente Nacional e inclusive con la Asamblea del 91 ¿Por qué? Porque ya no hay jefaturas políticas y los partidos están diluidos. Pero sobre todo, el consenso del Frente Nacional y el acuerdo del 91 se hicieron fundamentalmente sobre bases políticas. Ahora, un acuerdo en las circunstancias actuales o un consenso para que funcione tiene que ser sobre asuntos políticos, sobre el modelo económico nacional y las aspiraciones sociales. O si no será un acuerdo o un consenso entre príncipes, pero no un acuerdo acatado por la mayoría de la población.