La realidad nacional de comienzos de marzo, antes del coronavirus, hoy parece muy lejana. La emergencia impacta en todos los sectores pero solo cuando pase el pico de la pandemia se sabrá qué tanto se modificará definitivamente el escenario
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Cuando el pasado 6 de marzo se confirmó en Colombia, de manera oficial, el primer caso de Covid-19, muy pocos avizoraban lo que pasaría en el país en los siguientes tres meses. Aunque se advertía que la crisis sanitaria podría ser de la mayor gravedad, acorde con la tragedia que por entonces azotaba a Europa, lo cierto es que nadie vislumbró la dimensión del remezón sufrido por los colombianos en estas doce semanas.
¿Qué tanto ha cambiado Colombia por efecto de la emergencia sanitaria? Esa es una pregunta que muchos analistas se están haciendo, pese incluso a que el país apenas si está entrando en el pico de la pandemia, sumando ya más de 37.000 contagios, 1.150 muertes y alrededor de 14.000 personas que han podido superar el virus.
De entrada habría que decir que para un país que ha sufrido escándalos de todo tipo y seis décadas de conflicto armado interno, cruzadas por violencias de la más distinta índole, la mayoría de ellas teniendo al narcotráfico como principal combustible, este ha sido uno de los trimestres más complicados de su historia reciente.
Y prueba de ello son las circunstancias inéditas que se han vivido desde marzo pasado. La primera, sin duda alguna, la cuarentena que se ordenó para más del 90% de los colombianos. Confinar en sus casas por largas semanas a gran parte de la población ha sido una experiencia impactante para varias generaciones, desde los niños hasta los de mayor edad. Ni en las épocas más álgidas del narcoterrorismo ni de los embates más violentos del paramilitarismo o de la guerrilla, había ocurrido algo así.
Igualmente inédito ha sido el cambio en los patrones de comportamiento social, fenómeno que obviamente también ocurre en el resto del mundo. El distanciamiento individual, familiar y colectivo como principal fórmula para disminuir el riesgo de contagio de este coronavirus ha impactado de forma sustancial en la forma de ser, sentir, vivir y relacionarse de los colombianos.
Como bien lo dijera un reputado psiquiatra semanas atrás: “Nuestra idiosincrasia, al igual que la de la mayoría de los latinos, es propensa a la jovialidad, al contacto y la cercanía como muestra de aprecio… Otras culturas tienen otros patrones conductuales en donde la restricción a reunirse en familia, al saludo de mano, al beso en la mejilla, al distanciamiento social en la calle, en el trabajo o en las actividades fuera de casa, no les son extrañas”.
En ese orden de ideas, la cuarentena, tanto en la primera etapa de Aislamiento Obligatorio Preventivo (confinamiento más estricto) como en la actual de Aislamiento Preventivo Inteligente (con reactivación productiva gradual paralela), ha estremecido no solo la rutina diaria de 50 millones de colombianos, sino desafiado su capacidad para aceptar, conscientemente, el alejamiento social como fórmula para evitar un riesgo sanitario de alto espectro que tiene hoy en el mundo 6,8 millones de infectados y ha causado 400.000 muertes.
En ese orden de ideas, habría que decir que la disciplina social de los colombianos frente a la cuarentena ha sorprendido. No por los casos de desobediencia al aislamiento (van más de 500.000 comparendos por infringir el confinamiento), sino precisamente por todo lo contrario: que la mayoría de la población haya cumplido la orden de mantenerse gran parte del día encerrado en sus casas, dice mucho. Una disciplina social que evidencia, de un lado, la consciencia de muchos frente al riesgo grave y real que implica esta enfermedad y, de otro, el respeto de la ciudadanía a la orden y autoridad del Estado.
La Colombia de marzo se ve hoy muy, pero muy lejana
Obviamente para que ello fuera posible fue necesario activar el más grande plan de alivio y apoyo social de la historia en Colombia, a través de subsidios, giros de recursos, entrega de mercados, beneficios extraordinarios, descuentos, exenciones tributarias, líneas de crédito… Todo ello a través de más de un centenar de decretos dictados al amparo de dos estados de emergencia económica y social dictados por el presidente Duque, cuyo nivel de liderazgo ante la crisis sorprendió positivamente a todo el país, como lo reflejan las encuestas.
Se trata, sin duda, del esfuerzo socioeconómico más grande de la historia colombiana, ya que beneficia a familias vulnerables, desempleados, empresas de todo tamaño, trabajadores formales e informales, comerciantes, industriales y multiplicidad de labores y oficios… La inversión en este campo fácilmente puede superar los $30 billones en estos tres meses, pero a largo plazo podría llegar a los $117 billones. Si bien es claro que hay una amplia franja poblacional que no ha podido ser beneficiada aún, lo cierto es que nunca antes el concepto de Estado Social de Derecho había tenido semejante aplicación práctica.
Buen manejo
Pero lo más importante frente a ese hecho inédito de la cuarentena y su grado de cumplimiento, sobre todo porque es una de las más largas a nivel global, han sido los resultados.
Todos los días el presidente Duque y su gabinete recalcan, con base en estadísticas y cuadros comparativos, que el manejo de la emergencia sanitaria en Colombia ha sido positivo, no solo porque la curva de contagios se ha logrado aplanar, sino porque gracias a ello el pico de la pandemia se ha ido aplazando, dando posibilidad a que el sistema de salud pueda estar mejor preparado para manejar los pacientes de Covid-19 sin entrar en crisis ni saturación.
La mayor prueba de ello es que inicialmente se pensaba que el pico de la pandemia sería a finales de abril, luego en la primera o segunda quincenas de mayo y ahora, vista la forma en que han aumentado los contagios y los fallecimientos en las últimas tres semanas, se considera que el brote epidemiológico llegará a su máxima fase crítica en la tercera o cuarta semanas de junio, aunque el Ministerio no descarta que pueda dilatarse hasta julio.
También es claro que la concentración de la letalidad sigue en las personas mayores de 70 años (casi 50%) así como en personas menores de ese rango pero con preexistencias y comorbilidades, especialmente las relacionadas con hipertensión arterial, diabetes o enfermedades cardiovasculares. Es más, si ese cálculo se hace desde las personas mayores de 60 años, la estadística mortal sube entonces a más del 70%.
Hasta el viernes pasado, nuestro país también estaba al frente del listado de naciones latinoamericanas -en donde en estos momentos está el epicentro de la pandemia- con más pruebas realizadas. Se habían practicado más de 350.000, de las cuales resultaron positivas 36.635. Y de ese total de los casos, 33.232, equivalentes al 90,7%, correspondían a personas que estaban aisladas en sus casas, bien sea porque tenían manifestaciones sintomáticas leves o moderadas, o simplemente eran asintomáticas.
Sin contar las cifras de ayer sábado, en hospitales había 1.821 personas que equivalían al 4,99 % de todos los positivos. Asimismo, en Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) se encontraban 378 personas, es decir apenas el 1,03% del total de los casos positivos.
Estadísticas comparativas
Para los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Colombia es uno de los países que mejor manejo epidemiológico ha tenido. Esto con base en indicadores como tasa de letalidad, tasa de probabilidad de contagio, porcentaje de personas recuperadas, promedio de pruebas de detección y de casos que han requerido hospitalización o ingreso a UCI.
“Cuando analizamos el comportamiento de distintos países nos damos cuenta que Colombia tiene confirmados, por millón, 690 casos. Mientras que un país como los Estados Unidos se aproxima a los 6.000. Tenemos a España con 5.147; Bélgica con 5.071; Reino Unido con más de 4.000; Italia se acerca a los 4.000; Alemania supera los 2.000”, explicaba Duque el viernes pasado.
Agregó que “en el escenario regional, cuando lo miramos en el contexto latinoamericano, nos damos cuenta que nosotros tenemos los 690 casos confirmados por millón. Un país como México tiene 820, Bolivia tiene 1.049, Ecuador más de 2.000, Brasil se acerca a los 3.000, Panamá está en 3.487, Perú supera los 5.000, Chile supera los 6.000”.
Y, por último, señaló que “cuando hacemos el análisis, también, de las curvas, en el caso de muertes confirmadas por millón en el contexto mundial, nos damos cuenta que nuestro país en este momento está en un rango de 21 muertes por millón, mientras que países como Rusia están en 37. Alemania supera los 100. Tenemos casos como el de Francia con 445, Italia 556, Bélgica con más de 800. Y en el escenario latinoamericano también podemos observar que el número de muertes confirmadas por millón, nosotros tenemos 21. Bolivia tiene 36. Chile tiene 71. Panamá tiene 84. México 97. Perú 153. Brasil 160 y Ecuador se acerca a las 200”.
Ahora bien, aunque en las últimas tres semanas se ha presentado un aumento sostenido de casos y decesos, esto se debe no solo a que se está llegando al pico de la pandemia, sino a que es una consecuencia previsible de la reactivación progresiva de muchas actividades productivas desde comienzos de mayo.
Esa es otra conclusión clave de lo que ha pasado en Colombia en estos tres meses: nuestro país, como la mayoría de naciones latinoamericanas que optaron por entrar rápidamente en cuarentena, empezaron a reactivar sus economías antes de que llegara el pico de la pandemia. En Asia, pero sobre todo en Europa, esa gradual reanudación de la dinámica productiva, laboral y comercial solo comenzó cuando la curva de contagios y fallecimientos comenzó a decrecer.
Alerta sanitaria
Una de las lecciones más importantes en estos tres meses de la pandemia es que el sistema de salud, pese a todas sus debilidades de cobertura, estructuración del esquema de afiliación y atención, así como de la crisis financiera endémica, ha logrado irse poniendo a tono poco a poco ante los desafíos de la emergencia sanitaria. Obviamente ahora que se acerca la fase crítica será la verdadera prueba de fuego.
Tras una inyección inédita y billonaria de recursos a través de distintas líneas y programas, hasta el momento el sistema de salud pública y privada ha logrado canalizar al creciente número de personas contagiadas que requiere hospitalización e ingreso a las UCI. Este es un elemento clave, sobre todo frente a lo que pasó en Estados Unidos (el país con más número de contagios y muertes por Covid-19) y Europa, en donde pese a tratarse de zonas con mayor nivel de desarrollo que Colombia, los sistemas sanitarios se vieron desbordados en determinado momento de la pandemia.
Un indicador clave para la medir el grado de eficiencia o preparación de un país ante la crisis por este coronavirus es la cantidad de UCI de que puede disponer. En este campo, en donde Colombia arrastra desde hace muchos años una grave deficiencia, en menos de dos meses se ha logrado avanzar sustancialmente, incluso teniendo en cuenta que la escasez de ventiladores mecánicos que hay en el mundo.
Flexibilizar cuarentena antes del pico, un riesgo calculado
Las estadísticas del Ministerio de Salud al respecto daban cuenta esta semana de que Colombia tiene hoy cerca de 12 UCI por cada 100.000 habitantes. Una variable importante si se tiene en cuenta que el Reino Unido tiene 7, España tiene 10, Francia 12 e Italia 13. Obviamente se está lejos de Alemania, que cuenta con 30 o Estados Unidos, que llega a las 35.
Sin embargo, es claro que todavía falta mucho camino por recorrer en este campo. De hecho ya en varias ciudades hay alertas porque se está copando la capacidad de las UCI y solo entre mediados de junio, julio o agosto podrían estarles llegando más ventiladores. La gran pregunta es si, tal como va la curva epidemiológica, ese cronograma no podría resultar tardío. Las próximas tres semanas serán determinantes para despejar ese interrogante.
La reactivación
Corridos ya tres meses de la emergencia sanitaria, el coletazo económico es muy grave. No solo se frenó el crecimiento económico que traía el país, muy por encima del promedio latinoamericano, sino que las previsiones de caídas del PIB a diciembre van de -1% al -4%. El costo fiscal de la crisis podría ser superior a los $100 billones, en el mejor de los casos. El desempleo se disparó en marzo y abril y miles de empresas amenazan quiebra.
Así las cosas, el gran reto de Colombia desde hace varias ha sido cómo reactivarse en medio de la pandemia, sobre todo con el agravante de que la flexibilización de la cuarentena se está haciendo antes de que llegue el pico del brote.
Es claro que ninguna economía ni población -gran parte de la cual trabaja de manera informal- resiste tres meses de cuarentena estricta y cerrada. De hecho, en Colombia el primer tramo del aislamiento se hizo entre el 24 de marzo al 13 de abril, lapso en el que solo pudieron funcionar los sectores esenciales para el abastecimiento, servicios públicos y otras actividades básicas. Es decir, algo más de nueve millones de personas laborando y el resto en casa. Luego vino un segundo tramo, esta vez entre el 13 y el 27 de abril. Allí comenzó la flexibilización con la reactivación gradual de obras civiles, obras públicas y la manufactura con fines sanitarios. Aquí se reactivaron, entonces, tres millones de personas más.
Vencida esa segunda prórroga, el 27 de abril, se avanzó en la gradualidad, dando cabida al sector de la construcción y manufactura. Así se llegó al 11 de mayo, cuando se dio el primer paso al Aislamiento Inteligente. Esta etapa se fijó hasta el 31 de ese mes, abriendo más sectores de la manufactura, comercio al por mayor, algo de comercio al por menor. La responsabilidad, entonces, se dejó en los alcaldes, quienes desde entonces son los encargados de autorizar los protocolos de bioseguridad para la reactivación sectorial. También se avanzó al concepto de mayor apertura productiva en los municipios no Covid…
Todo ello nos llevó al pasado 1 de junio, cuando se evolucionó al modelo de cuarentena con enfoque regional, focalizada y gradual. Así, mientras algunas ciudades como Bogotá, Cali, Barranquilla, Cartagena, Leticia y otras siguen con medidas más fuertes y restrictivas debido a la alta tasa de contagios y decesos, otras regiones han podido acelerar el desconfinamiento, caso concreto Medellín. Sin embargo se mantienen otras precauciones como las fronteras marítimas, terrestres y aéreas cerradas así como prohibido el transporte público intermunicipal. La educación ha funcionado virtualmente y todo evento masivo está prohibido.
Hoy es claro que más de 20 millones de personas se han podido reintegrar poco a poco a sus labores, bajo la condición de aplicar los protocolos sanitarios. Colombia, como se dijo, decidió prender su actividad productiva, gradualmente, antes del pico de la pandemia, ya que la situación socio-económica y fiscal hace insostenible mantener una cuarentena estricta y rigurosa. Ello implica, obviamente, un riesgo pero es claro que cerrar la economía más tiempo produciría más hambre y una explosión social a corto plazo, que sería más riesgosa que la propia pandemia.
Colombia, como se ve, es un país muy distinto al de marzo pasado. Muchas cosas han cambiado es evidente ¿Qué tan definitiva será esa “nueva normalidad” social, económica, fiscal, laboral, comercial, tributaria, el teletrabajo, la educación virtual…? Esa pregunta solo se podrá responder cuando pase la fase crítica de la pandemia y se haga un balance de daños estructurales. Por ahora lo único claro es que la Colombia de marzo pasado se ve hoy, apenas tres meses después, muy, pero muy lejana.