Gente. El espíritu de la reforma de Núñez | El Nuevo Siglo
Rafael Núñez describió en sus escritos cuál debería ser el norte de la nueva carta política de 1886. / Foto histórica
Jueves, 29 de Febrero de 2024
Alberto Abello

Al repasar los escritos de campaña de Rafael Núñez se encuentra que prefiere escribir a dar sermones partidistas. Convoca a gentes de todas las tendencias y clases sociales a acompañarlo en su gesta de rescate del barco que se hunde con todos los colombianos a bordo. Es evidente que espera mediante sus postulados conseguir un voto de confianza.

Como vimos en la anterior nota sobre la política del “mago del Cabrero”, el dirigente invoca las más elevadas condiciones de sus conciudadanos para una reflexión sobre la condición humana, nada menos que con ese famoso latinajo “Nosce te ipsum” o 'conócete a ti mismo', que se le atribuye a Sócrates. Uno de los antecedentes de la reflexión filosófica que inspira a los grandes espíritus de todos los tiempos.

Es indefendible eso de considerar un demagogo, un oportunista, un tramposo y camaleón de la política a un personaje que invita a los políticos y al pueblo de su tiempo a meditar sobre los problemas del país, en un medio en el cual era frecuente que para entenderse los antagonistas terminan a tiros… Mucho más cuando asimilamos que, en su juicio sobre los políticos radicales y liberales o de otras tendencias, incluso algunos conservadores, advierte la sinrazón de pretender resolver las disputas políticas por la vía armada, lo que explica en gran parte el caos y la violencia en que se debate el país. Un país que, en ese momento, como lo muestra Núñez, se considera el más avanzado en cuanto a copiar los ensayos demagógicos de otras naciones.

 

Lo interesante de la acción política de Núñez es que entiende que los pueblos responden tanto a las incitaciones de la violencia como a la invitación a la reflexión, según las circunstancias políticas del momento. Por lo mismo en ese latinajo se encierra la responsabilidad de conducir, de llevar a buen puerto a las multitudes o los pueblos, al estilo de Moisés. Y, en particular, midiendo las causas del desastre colombiano, condenado por el modelo federal a vivir en permanente malestar económico, zozobra y guerra civil, ya que el gobierno central carecía de un ejército fuerte y capaz de poner orden en los nueve estados. Así que el estadista invita a las gentes a defender los grandes valores del orden, la persuasión, la solidaridad colectiva, todo bajo el compromiso solemne de hacer las grandes reformas que el país necesita para salir del caos y entrar a competir con los países más civilizados en lo material y espiritual.

El federalismo

En nuestro país los defensores de federalismo, incluido Ñito Restrepo, que lanza fuego contra el “pensador del Cabrero”, al que no baja de sátiro, en vez de analizar la realidad geopolítica del país, que por su naturaleza exige un gobierno diferente, siguen diciendo, pese al fracaso de este experimento entre nosotros, que, como los Estados Unidos y el Imperio Alemán son una federación, nosotros también deberíamos serlo para conseguir el desarrollo.

Hoy esa tendencia a la imitación simiesca la estamos viviendo en determinados sectores del gobierno y la sociedad, que parecen tener la determinación suicida de imitar a Cuba, no solamente en el tema de acabar con el sistema de salud que entre nosotros ha dado buenos resultados, sino de seguir el modelo fracasado de ese país. Así como debilitar el sistema económico y atacar la propiedad privada y las actividades propias de la democracia capitalista, que requiere de alto grado de libertad.  

Estamos viendo cómo en cierta forma la historia se repite, en nuestro caso y en general, con actores de segunda, que a veces ni saben discurrir sobre lo que dicen defender, al ofrecer la ‘paz total’ y, al mismo tiempo, incendiar al país y fomentar la lucha de clases y los antagonismos raciales, contrarios al espíritu de la hispanidad.

Reforma propuesta

Contra lo que afirman los detractores de Núñez, en el sentido de considerarlo traidor a sus ideas, esto no se corresponde con la verdad, puesto que siempre fue crítico en cuanto a las fallas del sistema. Ya en su campaña para ser presidente en el 84 y por hacer la reforma del 86, les explica a sus compatriotas qué es lo que pretende y cuál será el modelo que seguirá esa tierra prometida de orden y paz.

La reforma la plantea en términos sencillos en sus artículos, que devoran sus seguidores y adversarios: “Espectadores imparciales de lo pasado y de lo presente, tomamos nota de lo que ocurre y transmitimos candorosamente al lector nuestras gratas impresiones. Los Euménides no han muerto precisamente, pero sus siluetas odiosas apenas se distinguen en remota lontananza. El proscenio de la política está ocupado por los más simpáticos atributos. El triunfo de los buenos instintos ha sido espléndido. Como un cuadro disolvente de óptica, el pavoroso aparato de la guerra ha desvanecido, y quedan en su lugar luminosa esperanzas de paz y ventura”.

Núñez invita al duro trabajo de reconstrucción nacional. Por lo que sostiene que se deben tener programas definidos para llevar a cabo y que el país no puede andar a medias tintas. Al contrario de lo que dicen sus detractores, va a empujar al máximo la política de cambio dentro del orden. No es un conservador al estilo del que limpia el polvo en un museo, sino del que propicia el cambio para fortalecer el edificio de la República, con la finalidad de que este no se derrumbe. Propugna por una decisiva reforma constitucional para “remplazar la muerta Constitución de 1863, para reemplazarla por una nueva de consonancia con las necesidades sentidas, de suerte que sea, no una obra quimérica y perjudicial, o inútil, sino una obra que respire savia y verdad en todos sus componentes. El ciclo mitológico ha pasado y pasamos ya a las avenidas de los tiempos fecundos”. Además, sigue Núñez, en su descarnado análisis: “Las antiguas comunidades están todas minadas por la acción modificadora del tiempo. Los conservadores se han liberalizado y los liberales han comprobado que de la noche a la mañana ninguna semilla puede convertirse en productivo árbol”. Los primeros conocen los peligros del despotismo y los segundos dejan de apreciar en todo su valor los peligros de la demagogia. Los sectores pensantes de ambos bandos entienden que la República debe cambiar de rumbo para no caer en el abismo de la frustración sin salida política.

Por lo mismo, el dirigente reclama formar un partido de opinión en torno a la reforma de la Constitución.  Para distender el clima político exige respeto por el credo católico que practica la mayoría de los colombianos. Considera que se pueden resolver las divergencias de los partidos en cuanto no ve abismos imposibles de cruzar. Y explica: “La nueva Constitución ha de ser, a nuestro juicio, un trabajo nacional, y no la imposición hecha al país por un determinado círculo de opiniones e intereses”.  Y Núñez, pone a pensar a los colombianos…