Divididos en las parlamentarias y presidenciales, lo que les pasó una factura costosa, las fuerzas de izquierda e independientes lograron, por fin, hacer bloque en Congreso y darle identidad a una nueva coalición de “tercería” política
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En un país que viene de 16 años en los que dos corrientes políticas marcaron un clima permanente de polarización, en cabeza del uribismo y el santismo, teniendo como principal eje de contradicción el pulso de estrategias de paz o de confrontación militar para superar la guerra interna, 2018 dio lugar a un nuevo escenario en el que surgió una fuerza de oposición que no solo se desmarcó poco a poco de esa bipolaridad política, sino que conjugando dirigentes y facciones de centro e izquierda logró, con errores y aciertos, hacerse un lugar en el espectro del poder en Colombia.
Cuando comenzó este año, teniendo a menos de dos meses y medio los comicios parlamentarios y estando ya la campaña presidencial en pleno hervor, sobre todo porque se sabía que en las elecciones de Congreso se desarrollarían algunas consultas internas para escoger candidatos de coalición a la Casa de Nariño, ni los más optimistas preveían lo que iba a pasar en las urnas.
Para entonces los partidos de izquierda, centro y algunas fuerzas independientes no solo planteaban la idea de crear un bloque de amplio espectro que permitiera romper la tenaza de la puja uribismo-santismo, sino que, primordialmente, diera pie a una ruta viable para consolidar una tercería política capaz de conquistar la Presidencia de la República.
Ya para entonces estaban en lisa nombres de posibles precandidatos como los de Gustavo Petro, Carlos Caicedo, Jorge Enrique Robledo, Clara López, Claudia López, Aída Avella y Sergio Fajardo, entre los principales. Incluso también se hablaba desde el partido creado por las desmovilizadas Farc que era necesario allanar un acuerdo de las fuerzas políticas “progresistas” e independientes que fuera más allá del pulso uribismo-santismo, y señalara al país una nueva hoja de ruta pos-acuerdo de paz.
Sin embargo, la posibilidad de crear ese gran bloque político no progresó, al punto que Petro sí fue a consulta pero frente a un débil Caicedo, mientras que a última hora se cayó la posibilidad de una alianza de Fajardo y Humberto de la Calle, el exjefe negociador de paz y candidato liberal, que tenía como fórmula a la dirigente de izquierda y ex Polo, Clara López. Incluso ya para entonces Claudia López (Alianza Verde) y Robledo (Polo) habían declinado aspiraciones en favor del exgobernador antioqueño…
Los comicios parlamentarios dejaron al Polo sin mayor progreso en materia de curules, el petrismo apenas si logró elegir tres senadores en la lista de los Decentes, en tanto los verdes avanzaron sustancialmente, al doblar escaños en ambas corporaciones legislativas, llegando a 10 curules en la Cámara alta.
Pero ni aun así, Petro y Fajardo allanaron un acuerdo y fueron cada cual por su lado a la primera vuelta presidencial, en donde el aspirante de la coalición uribista Iván Duque ganó con 7.6 millones de votos, pero los dos primeros sumaron 9,4 millones. Paradójicamente siendo evidente que esa división entre el exalcalde y ex gobernador impidió el triunfo de la tercería, Fajardo no adhirió a Petro en la segunda y definitiva vuelta. Lo ocurrido en esta ya todos los conocen: Duque ganó con 10,3 millones y Petro sumó 8 millones, que si bien fue la votación más alta de la izquierda en toda su historia, no le alcanzó para llegar al poder. ¿Qué hubiera pasado si la llave Petro-Fajardo se hubiera concretado? ¿Habría la tercería ganado la Presidencia? Nadie lo sabe.
Nuevo bloque
Paradójicamente, lo que no se logró en el primer semestre electoral, cuando se definió el mapa político parlamentario y presidencial, sí empezó a abrirse paso en el segundo: esas fuerzas de centro e izquierda, representadas por el Polo, el petrismo e incluso el partido Farc ahora sí decidieron hacer llave con los verdes -situados más en el centro y el rango de independientes-, conformando una coalición, en gran parte bajo la sombrilla del Estatuto de la Oposición, cuya creación se ordenó en el Acuerdo de Paz de La Habana y el Congreso le dio vía libre, en 2017, mediante el ‘fast track’.
La bancada de oposición tanto en Senado y Cámara hoy tiene 44 congresistas, que salvo contadas excepciones actúan como bloque, no solo en defensa del Acuerdo de Paz (mediando la paradoja de que La U -el partido de Santos- ingresó a la coalición oficialista del uribista Duque), sino tratando de enarbolar y adueñarse de la bandera de la anticorrupción. No hay que olvidar que fue bajo el liderazgo de Claudia López, de los verdes, que la consulta popular votada a finales de agosto logró sumar sorpresivamente 11,6 millones de respaldos, enviando un mensaje contundente al país sobre cómo este tema, más allá de la paz y la guerra, se volvió la prioridad colombiana.
Es claro que la bancada de la oposición no tiene la suficiente fuerza política en el Congreso como para bloquear la agenda legislativa del Gobierno. Pero al amparo de las garantías del debutante Estatuto, ha logrado mayor visibilidad y vocería política. Los debates adelantados por los senadores Robledo, Petro (que como perdedor en la segunda vuelta recibió de premio de consolación una curul en la cámara alta), Angélica Lozano así como la simbología y credibilidad de Antanas Mockus, le han terminado por dar cuerpo e identidad a la oposición. El país político ya la reconoce y diferencia de las fuerzas pro-uribistas o pro-santistas, así como de los partidos ubicados en la franja de independientes (según el Estatuto), que son Cambio Radical y los liberales.
Así las cosas, este 2018 fue el año del surgimiento de un nuevo bloque de oposición más allá de la polarización uribista-santista. Aunque son visibles las rivalidades políticas de Petro, Robledo, Fajardo y López, y que ninguno pareciera dispuesto a dar un paso al costado para que se consolide el otro, de cara a las presidenciales de 2022, juntos conforman hoy un bloque de oposición que al comienzo de este año nadie preveía y que, sin duda, marca una nueva dinámica en el escenario político inédito con que termina este año.