A comienzos de este año uno de los pronósticos que se hacían de forma más recurrente en el país político era referido a que el presidente Iván Duque tendría un 2020 bastante complicado. Y no era para menos, ya que arrancaba enero en uno de sus peores momentos tras un año y medio en el poder.
Como se recuerda, el último trimestre de 2019 fue especialmente crítico para el Jefe de Estado. Una serie de circunstancias difíciles se mezclaron y llevaron a que no pocos sectores prendieran alarmas sobre su capacidad para liderar el país.
El escenario era de por sí bastante preocupante. De un lado, el margen de gobernabilidad de la Casa de Nariño estaba bastante maltrecho.
La mayor prueba de ello era que casi todo el gabinete transmitía debilidad e interinidad luego de que el Presidente se hubiera visto forzado aceptar la renuncia de Guillermo Botero a la cartera de Defensa, un día antes de que el Congreso se disponía a votar positivamente una moción de censura en su contra, lo que lo hubiera convertido en el primer ministro en ser blanco de esta sanción política desde que la figura fue creada en la Carta del 91.
Si bien es cierto que desde agosto de 2018 el Ejecutivo tenía mayorías ajustadas en el Parlamento, las fisuras de la coalición gubernamental habían venido creciendo en los últimos meses y esa circunstancia era la que, precisamente, tuvo a Botero al borde del abismo.
También era claro que la capacidad de la Casa de Nariño para lograr que el Congreso le aprobara su agenda legislativa era cada día más deficiente. Varios de los ministros eran fuertemente criticados por los partidos que hacían parte de la plataforma duquista, lo que daba espacio a las bancadas independiente y de oposición para poder sumar votos y causarle dolores de cabeza al Ejecutivo.
Pero no fue ese el único problema con que Duque arrancó este año. El clima social cerró 2019 bastante caldeado. Entre noviembre y diciembre se presentó una ola de paros en todo el país, que comenzó con protestas sindicales pero luego se fueron generalizando para evidenciar un ambiente de alto inconformismo con el rumbo nacional bajo el gobierno uribista.
La cuestión llegó a tal punto que en una de las jornadas las protestas salieron de control y fue necesario decretar toques de queda en Bogotá y Cali, hechos que prendieron las alarmas sobre la capacidad gubernamental para manejar las crisis.
Incluso, como se recuerda, Duque se vio obligado abrir un proceso de diálogo, denominado “Conversación nacional”, como una especie de válvula de escape para tratar de calmar los ánimos y transmitirle al país que la situación estaba controlada.
A la par también tuvo que introducir de emergencia en el proyecto de reactivación económica (que se estaba tramitando de urgencia luego de que la Corte Constitucional tumbara la reforma tributaria aprobada en diciembre 2018) algunas medidas de alivio social. Las dos principales fueron el establecimiento de tres “Días sin IVA” para este 2020 así como un mecanismo para devolver este impuesto a los estratos más pobres.
A todo este panorama se sumaba la polémica sobre una presunta falta de voluntad política del Gobierno para implementar el acuerdo de paz con las Farc, así como las alertas tempranas sobre falencias en la política de seguridad y orden público, evidenciadas principalmente en la lentitud para disminuir la extensión de narcocultivos, los crímenes contra líderes sociales y el peligroso reciclaje de la violencia a nivel regional y local por parte de bandas criminales de alto espectro, la guerrilla del Eln y las crecientes disidencias de las Farc.
Ajustes sobre la marcha
Ese era el panorama que en enero de este año primaba para el Gobierno. Aunque el Jefe de Estado siempre ha dicho que su gestión no está condicionada a las encuestas, lo cierto es que la imagen y popularidad de Duque estaban en el sótano de los sondeos, al punto que incluso el Centro Democrático estaba urgiendo un timonazo en la gestión.
Las esperanzas de la Casa de Nariño para revertir está difícil coyuntura estaban centradas en tres estrategias básicas. En primer lugar, una recomposición de la coalición y para ello desde diciembre ya existían acercamientos con las directivas de Cambio Radical con miras a concretar una alianza que permitiera fortalecer no sólo la bancada gobiernista en el Congreso, sino tener un escenario político más proactivo para sacar adelante varias de las reformas clave contempladas en el Plan de Desarrollo.
A esto se sumaba la certeza presidencial de que era necesario aplicar más ajustes en el gabinete, ya que algunos de los ministros no estaban rindiendo lo suficiente, tampoco eran buenos comunicando sus logros y no tenían la mejor relación con las bancadas de los partidos a los que evidentemente representaban. En suma, la idea era implementar un ajuste de forma y fondo a la coalición y el rumbo gubernamental.
En segundo lugar, el Ejecutivo estaba revisando la estrategia de seguridad y orden público con el fin de ajustar tuercas y lograr una mayor eficiencia en varios frentes.
La tercera pieza del plan de reajuste se dirigía a lograr una mejor conexión con la opinión pública, bajo la tesis de que la gestión estaba siendo productiva pero había una falla evidente en la estrategia de comunicación de la misma a la ciudadanía.
Por lo mismo se estaba pensando en el arranque de este 2020 en mostrar a un Presidente más cercano a la gente, fortalecer la estrategia comunicacional y hacer de la “Conversación nacional” una plataforma, no para interactuar exclusivamente con el llamado “Comité de paro” que lideró las protestas del último trimestre, sino para poder sentarse a la mesa con múltiples sectores y transmitir que la Casa de Nariño estaba escuchando a los inconformes, analizaba las reformas necesarias y se mostraba dispuesta a implementarlas por vía administrativa o llevarlas al Congreso tan pronto como comenzara el segundo tramo de la legislatura en marzo.
La emergencia
Sin embargo, a mediados de enero se empezaron a prender las alertas tempranas en Colombia sobre el riesgo que podría significar el virus que se había detectado en diciembre en China y que ya para ese primer mes estaba encendiendo alarmas en todo el planeta por la posibilidad de que se fuera rumbo a una pandemia de proporciones catastróficas.
La rápida expansión del virus por varios países asiáticos y la forma en que llegó a Europa y comenzó a generar situaciones críticas, sobre todo en Italia y España, pronto hizo entender al gobierno Duque que venía una situación de emergencia que, de entrada, podría imponerse sobre toda la agenda y obligaría al Gobierno a concentrarse en este único tema.
Ya en febrero, lo que inicialmente se había pensado como una posible emergencia, era una realidad. Acorde con los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud y de la Organización Panamericana de la Salud, Duque ordenó a sus ministros y altos funcionarios que se concentraran en delinear una estrategia para enfrentar lo que ya se había declarado pandemia del Covid-19. Todos los otros planes, programas y proyectos quedaron, entonces, subordinados a esa prioridad.
Cuatro claves
Sin duda alguna, la seriedad con que el Gobierno decidió desde el primer minuto prepararse para la que hoy está confirmada como la crisis más grave de Colombia en las últimas décadas, terminó siendo un punto de inflexión en la gestión oficial, en el escenario político, social y económico así como en la forma en que la opinión pública evalúa la tarea presidencial.
Cuatro han sido las claves del plan de contingencia liderado por el Mandatario.
En primer lugar, Duque entendió desde el comienzo que esta no era una crisis más de las tantas que ha soportado el país, sino que la emergencia sería muy grave. Y en esa línea, se puso al frente de todo el plan de contingencia y ordenó a todo el gabinete, los altos funcionarios y al gobierno en general concentrarse en combatir la pandemia.
Este ha sido un elemento determinante en los últimos nueve meses, ya que la ciudadanía ha visto a diario a su Presidente poniéndole el pecho a la situación, sin derivarle a nadie el manejo de esta, controlando al detalle y corrigendo sobre la marcha cada uno de los procesos y políticas implementadas. Todo ello se ha traducido en que esa imagen difusa e incluso las dudas que se tenían a finales del año pasado sobre el temple y liderazgo presidencial, se han ido despejando con el pasar de los meses de este 2020.
En segundo término, el problema comunicacional también se ha venido superando de forma gradual. Y para ello ha sido clave el programa de Duque por la televisión abierta del país denominado “Prevención y acción”.
Allí todos los colombianos se han enterado de la evolución de la crisis sanitaria, las medidas para contener la curva de contagios y decesos, la justificación de las restricciones a la movilidad y la productividad, los programas de alivios, subsidios y demás ayudas directas e indirectas a la población.
A hoy es claro que si bien es cierto hay muchos críticos de este programa televisivo e incluso la oposición ha tratado de sacarlo del aire alegando una presunta sobreexposición mediática presidencial, Duque logró con este espacio una conexión directa, sin intermediarios, con la opinión pública en medio de la mayor incertidumbre nacional de las últimas décadas.
También ha sido determinante -un tercer elemento clave- la diligencia que ha tenido el Ejecutivo para hacer del plan de contingencia una prioridad nacional por encima del marcado clima de polarización política, partidista e incluso de una tempranera campaña presidencial 2022. No es este un logro de poca importancia.
La forma en que el Gobierno nacional ha podido coordinar con alcaldes y gobernadores la estrategia de respuesta sanitaria, económica, social e interinstitucional también sorprende. Más aún si se tiene en cuenta que varios de los mandatarios departamentales, distritales y municipales que se posesionaron el 1 de enero de este año están claramente en orillas políticas e ideológicas distintas a las del Presidente. Si bien es cierto que se han presentado roces puntuales, sobre todo con la alcaldesa de Bogotá, en general nunca se había visto a los gobiernos Nacional, seccionales y locales trabajando de forma tan acompasada y con un solo norte claro.
La cuarta y última clave de la estrategia presidencial es, sin duda, una de las más importantes: la Casa de Nariño entendió, a medida que la emergencia fue evolucionando, que era un hecho extraordinario frente al cual tenía que reaccionarse de igual manera. En otras palabras, que desde el punto de vista administrativo, presupuestal, político, económico, normativo y de movilización sin precedentes de toda la capacidad estatal, ningún esfuerzo ni tarea podría supeditarse a otro tipo de cálculos.
No pocos expertos coinciden en que Colombia ha sido uno de los países que estructuró de mejor y más rápida manera el plan de contingencia ante el covid-19. También es una de las naciones -dentro de su nivel de desarrollo- que más recursos públicos ha dinamizado para hacerle frente a la crisis, Y, por igual, se reconoce que la administración Duque no ha dudado en tomar medidas abiertamente impopulares y con un alto impacto socioeconómico pero necesarias para disminuir el coletazo de la pandemia.
Por ejemplo, Colombia implementó uno de los periodos de cuarentena más largos a nivel mundial y también fue muy prudente a la hora de prender de forma muy gradual el aparato productivo. Este es un modelo que no en todos los países se adoptó y que en algunos la presión popular llevó a desmontar pese a los evidentes riesgos sanitarios.
El balance
A punto de cumplir 10 meses de emergencia resulta evidente que Colombia es uno de los países más afectados a nivel global por la pandemia. El país ya contabiliza alrededor de 1,4 millones de personas infectadas y más de 38 mil fallecidos. Pero también tiene una de las tasas más bajas de morbilidad y mortalidad en Latinoamérica y en comparación con naciones de otras latitudes.
También se destaca que en menos de cuatro meses se pudo duplicar la capacidad de unidades de cuidado intensivo y fortalecer el sistema de respuesta del siempre crítico sector salud. Si bien la economía se cerró de manera sustancial en el segundo trimestre, no hubo desabastecimiento alimentario, la inflación no se disparó y el ritmo de reactivación productiva va más rápido que el inicialmente previsto. Más importante aún resulta el hecho de que la población, en buena medida, se impactó con una parte de los alivios económicos y sociales activados en medio del estado de Emergencia Económica que se declaró en dos ocasiones.
¿Cómo cierra el año el Presidente? Visto el crítico escenario que tenía en enero, hoy la situación del Gobierno es muy distinta. El Jefe de Estado recuperó evidentemente margen de gobernabilidad, ajustó la nómina ministerial y logró ampliar la coalición parlamentaria sumando el apoyo de Cambio Radical (que incluso ya tiene dos cuotas en el gabinete). Por ejemplo, al Ministro de Defensa le impulsaron dos mociones de censura y en ambas salió ileso. Algunos proyectos clave le fueron aprobados por el Parlamento que sesionó a distancia, a diferencia de la ‘rajazón’ legislativa del segundo semestre del año pasado. Y se ve a un gabinete más sólido y proactivo.
El agitado clima social con que cerró 2019 quedó en un segundo plano ante la gravedad de la emergencia sanitaria. Fue trascendental que la población se concientizó en torno a que es otra la prioridad en estos momentos.
En las encuestas la imagen y favorabilidad de Duque ha subido de manera sustancial, poniéndose incluso por encima del 55 o 60% de promedio en varios meses…
Pero lo más importante, y es por eso que el presidente Iván Duque es el PERSONAJE DEL AÑO 2020 PARA EL NUEVO SIGLO, es que el Jefe de Estado demostró tener la suficiente capacidad de liderazgo y el carácter necesario para guiar al país en medio de tan difícil escenario.
Claro que se han cometido errores. No son pocos los expertos y sectores que advierten que el plan de contingencia ha tenido falencias y que en algunos casos le ha faltado diligencia gubernamental y audacia presupuestal para amortiguar con mayor eficiencia el coletazo recesivo y social de la crisis. El alto desempleo, un porcentaje de población vulnerable que no recibe las suficientes ayudas, las grandes reformas aplazadas, la lentitud en el salvavidas empresarial así como el deterioro de la seguridad y el orden público, están entre las problemáticas que requieren mayor diligencia de la Casa de Nariño… Todos esos son elementos que no se pueden desconocer ni minimizar.
Pero aun así es innegable que 2020 cierra con una opinión pública mayoritaria que, más allá de sus posturas políticas, partidistas e ideológicas, reconoce que el Presidente le puso el pecho a la crisis, “no se arrugó” (como se dice popularmente) y, sobre todo, despejó muchas de las dudas en torno a su posible inexperiencia para enfrentar grandes desafíos gubernamentales. Ese es un activo político muy significativo, sobre todo si se compara con la forma en que arrancó el año.