Esta legislatura pasará a la historia como la primera en reanudar las sesiones ordinarias de manera virtual
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El jueves se cumplirá un mes de que el Congreso empezara a sesionar virtualmente, tras retrasarse casi 30 días el reinicio del trabajo legislativo debido a las medidas adoptadas por el Gobierno para hacerle frente a la pandemia del coronavirus que, entre otras cosas, prohibían reuniones con más de 50 personas, por lo tanto, suspendía el funcionamiento del Senado (106 congresistas) y la Cámara (171 parlamentarios).
Aunque en principio el presidente del Senado, Lidio García, insistió en buscar fórmulas para que las sesiones fueran presenciales, la fuerza de las circunstancias lo hicieron aceptar el remplazo de los recintos del Capitolio Nacional por la plataforma Zoom.
Como lo informó EL NUEVO SIGLO este fin de semana, García anunció el retorno de los congresistas al Capitolio para el 18 de mayo. Claro que aún no hay protocolos de bioseguridad ni se ha definido cómo se va a validar la entrada de las personas a los recintos.
Cambiar el Capitolio por Zoom implicó, para empezar, dejar las formalidades para llegar a la sede del Congreso de saco y corbata. Además, el contexto de la primera sesión virtual, que fue la plenaria del Senado, era para los congresistas el mismo que para el resto de los colombianos: aislamiento obligatorio para cuidarse del Covid-19. Así que los senadores aparecieron en pantalla barbados, con camiseta y en los lugares que la mayoría de los ciudadanos no conocen: la intimidad de la casa.
De manera que en medio de las sesiones, resultó normal que a muchos de ellos llegaran personas de su entorno a preguntarles cosas o a llevarles el tinto y que las mascotas aparecieran en primer plano.
Anécdotas
Por otra parte, cual legislador novato que llega a los recintos del Congreso debe saber cómo funcionan los elementos de la correspondiente curul, ninguno de los parlamentarios sabía a ciencia cierta cuándo estaba cerrado su micrófono, por lo que no pocas veces la sesión se vio interrumpida por voces que emergían sin que los asistentes supieran de dónde.
Sesionar desde la intimidad del hogar trae sus complicaciones. Una es que puede coger fuera de juego a los miembros de las comisiones o las plenarias, quienes tienen que esperar largos ratos a que el Presidente les otorgue el uso de la palabra o a que sea momento para la votación.
Entre los incómodos momentos, uno se convirtió en risa cuando al representante Edward Rodríguez lo sorprendió una votación de la Comisión Primera de la Cámara lavando la loza. Como para votar los representantes deben encender sus cámaras, fue inevitable que todos sus compañeros se dieran cuenta de la segunda actividad que desarrollaba Rodríguez mientras escuchaba la sesión.
Durante otra votación, en esa misma Comisión, fue necesario acudir a una llamada telefónica para conocer el sentido del voto del representante Germán Navas, quien argumentó problemas técnicos. Juan Carlos Losada, presidente de esa célula legislativa, se ofreció a llevarle el “carbón para que funcione mejor su computador”.
También en la Primera de Cámara, la secretaria, Amparo Yaneth Calderón, “Amparito” como le dicen los representantes, tuvo en más de una ocasión que acudir a su hija para que le enseñara cómo desbloquear el micrófono. Cuando se perdía el audio la asistente técnica muy diligentemente acudía en ayuda de su mamá.
En la Comisión Cuarta del Senado las dinámicas del hogar también delataron al senador Juan Felipe Lemos, a quien en una ocasión le fue imposible comenzar su intervención porque un gallo decidió cantar al mismo tiempo en que el Presidente le concedió la palabra. El incidente también se volvió risa cuando el congresista explicó que era “la gallina que tiene mi mamá”.
Varios congresistas le han dicho a EL NUEVO SIGLO que las sesiones virtuales, contrario a lo que se cree, son mucho más desgastantes que las normales. “Solo en la primera semana yo tuve 10 reuniones. Empezaba a las 8 de la mañana y no me levantaba del escritorio hasta bien caída la tarde. Hay mucho trabajo: que reunión de bancada, que reunión con voceros, que plenaria virtual”, dijo el legislador que pidió el anonimato.
Tal vez, debido a que es una circunstancia nueva, a la mayoría de sesiones asisten el pleno o casi la totalidad de los miembros de la corporación. Por ejemplo, en la primera sesión plenaria de forma virtual, como raramente ocurre, se conectaron todos los miembros del Senado, así como todos los miembros de la Cámara, algo que rara vez sucede en las reuniones presenciales en las que se ven muchas sillas vacías.
En las sesiones, también, se han visto cámaras apagadas y computadores que solo registran audio. La mayoría de las veces son problemas técnicos que se presentan en cualquier reunión virtual con más de 20 participantes.
Incidentes
Las sesiones virtuales han sido un reto para los presidentes, tanto de comisiones, como de plenarias, pues controlar a tantas personas, no dejar a ninguno sin el uso de la palabra, estar pendiente de los funcionarios del Gobierno cuando estos asisten, no es fácil.
De hecho, los encontrones también se han dado y han sido muy fuertes. El de mayor calibre se dio en la plenaria de la Cámara y tuvo de protagonistas al presidente de esa corporación, Carlos Cuenca, y al representante Losada.
En una plenaria, Losada le solicitó a Cuenca su derecho a réplica, que este negó. “No entiendo por qué un derecho a réplica. ¿Por qué? No he escuchado que nadie lo haya nombrado”, explicó Cuenca. A lo que Losada respondió: “Usted después de mi última intervención. Usted cerró el chat, razón por la que yo no pude pedir mi derecho a réplica como me lo da la Ley Quinta. Usted dijo que yo me la paso cascándole en la Comisión Primera”.
“Eso hace mucho rato que pasó y usted tuvo su momento cuando habló. Aquí no da a nada para que amerite una réplica”, sostuvo Cuenca, quien al otorgar la palabra a otro representante no se percató que la cámara lo seguía enfocando mientras su boca deja escapar un insulto. “No le bastó cercenar mi derecho a réplica, sino que remató con tremenda vulgaridad”, trinó Losada, a lo que Cuenca aclaró por la misma vía: “Doctor Losada, nunca me referiría a usted, a ningún colega y ninguna persona de esa manera. Reconozco que se me salió un madrazo, pero no fue dirigido a nadie. Le ofrezco disculpas por la confusión”.