Concluye una década políticamente muy movida | El Nuevo Siglo
ALVARO URIBE tuvo detención domiciliaria por varios meses
Foto Diana Rubiano / El Nuevo Siglo
Jueves, 31 de Diciembre de 2020
Redacción Política

El proceso de paz y el triunfo del ‘no’, el liderazgo de Álvaro Uribe y el avance de la izquierda, así como la ausencia de reformas política y judicial, marcaron estos diez años.



1. Narcotráfico

Recogiendo palabras de su antecesor, el hoy embajador en la OEA, Alejandro Ordóñez, el saliente procurador Fernando Carrillo sostuvo ya hace dos años que Colombia estaba "inundado en coca, sobre todo en las zonas fronterizas".

Es que en esta década se registró un retroceso en la política antidroga, pues el área sembrada de coca pasó de 61.811 hectáreas en 2010 a 154.475 hectáreas, según cifras recogidas por el ‘Monitoreo de territorios afectados por cultivos ilícitos 2019’, publicado en julio de este año por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), con base en indicadores del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci).

Afortunadamente, las 154.475 hectáreas con que culmina la década implican un quiebre de la tendencia ascendente, pues es 15.000 hectáreas menor a la medición de 2018 (una disminución de 9%), que fue calificada por el presidente Iván Duque como la mayor disminución de los cultivos ilícitos de los últimos seis años. El informe, dijo, “nos muestra que por segundo año consecutivo avanzamos en la reducción de los cultivos ilícitos”, lo que es el resultado de la política integral contra las drogas ilícitas puesta en marcha por su administración.

2. Proceso de paz

Independientemente de las consideraciones sobre los errores cometidos tanto en la negociación como en la implementación (o quizás precisamente por esos yerros), el proceso de paz adelantado con las Farc marcó la década que termina.

En febrero de 2012 se inició la etapa secreta y en octubre siguiente se instaló la mesa de negociación en La Habana, firmándose el primer acuerdo en septiembre de 2016 en Cartagena y el segundo dos meses después en el Teatro Colón, de Bogotá. En medio de esas dos fechas, en octubre, el Comité del Parlamento Noruego para el Premio Nobel de la Paz anunció que le otorgaba el galardón al presidente Juan Manuel Santos.

3. Triunfo del ‘no’

Sin embargo, quizás lo más significativo del proceso de paz fue el sorpresivo triunfo del no en el plebiscito de octubre de 2016, ya que es (todavía) el síntoma más contundente de la polarización.

A la pregunta “¿apoya el acuerdo final para la terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera?”, 6.431.372 personas (el 50,21% de los votantes) dijo no, apenas 53.908 más que los 6.377.464 (49,79%) que sufragaron sí.
Ese resultado es la expresión de una sociedad dividida, para bien o para mal, según como se mire, en dos grandes grupos de posiciones, en los que predominan pensamientos de centroderecha y centroizquierda.

4. Álvaro Uribe

Esa división tiene dos importantes claves. Tal vez la más protuberante sea la consolidación de la centroderecha, bajo el liderazgo indiscutible del expresidente Álvaro Uribe, quien ha estado al frente de un proceso que empezó en las elecciones de 2002, pero se ha fortalecido en esta década con la construcción del Centro Democrático como la colectividad que le ha puesto norte a ese sector político, concretando aquella frase de Álvaro Gómez Hurtado sobre que en Colombia había más conservatismo que en el Partido Conservador.



En estos últimos 10 años, Uribe se dio la pela de regresar al Congreso como cabeza de lista de su partido al Senado registrando votaciones nunca vistas en los comicios parlamentarios y conquistando una elocuente presencia en ambas cámaras.

En 2014 el Centro Democrático eligió 20 senadores y 19 representantes, mientras que en 2018 fueron 19 senadores y 32 representantes, con la particularidad que, en el primer cuatrienio reseñado, el uribismo se declaró en oposición al gobierno de Santos.

En el transcurso de seis legislaturas, todos estos parlamentarios dejaron de ser desconocidos, lo que implica la formación de una nueva dirigencia política de cara a lo que se viene, luego que el exmandatario renunciara a su curul.

Por cierto que el proceso judicial que se le sigue, en medio del cual dimitió a su escaño senatorial, en lugar de debilitarlo, lo fortaleció, a tal punto que tras la decisión de levantarle la medida de aseguramiento domiciliaria que lo cobijó por casi dos meses, dio una declaración pública que fue un verdadero manifiesto político.

Efectivamente, su comparecencia del 12 de octubre, divulgada a través de las redes sociales, significó el banderazo para la campaña presidencial de 2022 porque le trazó a la centroderecha el derrotero para mantener el poder una vez Duque culmine su gestión, cuya defensa, dijo entonces, es ingrediente fundamental de su continuidad.

5. Avance de la izquierda

Pero si en la centroderecha se evidenció un claro avance del uribismo, en la otra orilla también se vio en esta década un desarrollo de la izquierda, que explica en parte que la votación por el sí fuera casi la mitad del electorado.

Por supuesto que todo el sí no es de izquierda, pero hace parte importante de su composición, como se puede ver también en los resultados de la primera vuelta presidencial de 2018, cuando dos alianzas de sectores de izquierda con otros de centroizquierda consiguieron votaciones no despreciables.

Por un lado, el Polo Democrático (al menos un sector entonces mayoritario) conformó con la Alianza Verde y el movimiento Compromiso Ciudadano la Coalición Colombia que contabilizó 4.589.696 votos por su candidato Sergio Fajardo; por otro, los movimientos Colombia Humana, Alternativo Indígena y Social (MAIS) y Fuerza Ciudadana consiguieron 4.851.254 apoyos por su aspirante Gustavo Petro.

Eso fue en mayo de 2018. Si se hubieran podido sumar ambas votaciones (9.440.950) en principio se habría superado la de Duque (7.569.693), pero un mes después se vio que hay apoyos que no son endosables y que aunque sumó Petro, quien pasó a segunda vuelta (llegó a 8.034.189), también lo hizo Duque (totalizando 10.373.080).

El caso es que esta década ha visto crecer una propuesta de izquierda y en particular ha visto la consolidación de Petro como representante de ese sector político, desde su elección como alcalde de Bogotá, siendo paradójicamente catapultado a líder nacional por la intensa oposición a su gestión (incluyendo procesos judiciales y disciplinarios) que lo empujó hasta hoy a la primera fila de los presidenciables.

6. Fin de la reelección

La reelección presidencial, restablecida en la década pasada (2004, exactamente) con nombre propio, fue prohibida de nuevo 11 años más tarde, siento Santos el último en aprovecharse de ella.

Conforme al acto legislativo 2 de 2015 con el cual se reformó el artículo 197 de la Constitución, nadie puede ser reelegido como presidente de la República si ya ocupó el cargo en el pasado.

Como consecuencia directa de este cambio se ha dado en el país un debate sobre la conveniencia de derogar la Ley de Garantías expedida en obediencia a la Corte Constitucional, que al declarar exequible el acto legislativo 2 de 2004 ordenó 
la expedición de una norma sobre igualdad entre candidatos presidenciales. Para ello, entre otras medidas, limitaba la contratación pública en época preelectoral.

En teoría, sin reelección debería derogarse la Ley de Garantías, pero en la práctica las restricciones a la contratación antes de los comicios garantiza cierta transparencia en las contiendas locales y regionales, así que en el Congreso se ha pensado no en derogarla sino en reformarla, adaptándola a las nuevas realidades.

7. Sin reforma política

La renovada prohibición de la reelección presidencial fue una de las cosas que sobrevivió del acto legislativo 2 de 2015, “por medio del cual se adopta una reforma de equilibrio de poderes y reajuste institucional y se dictan otras disposiciones”.

De sus cinco ejes, que eran una mezcla de reforma política y reforma judicial, solo quejaron el de la reelección (proscripción ampliada a todos los altos cargos), la transformación del Consejo Superior de la Judicatura y la extensión de los motivos para decretar la silla vacía.



Aunque no pretendía ser una gran reforma política, terminó constituyéndose en el único intento relativamente exitoso durante la década, que ha visto hundirse uno tras otro los proyectos que en esa materia ha discutido el Congreso, salvo la muy polémica reforma al Código Electoral que se aprobó hace un par de semanas.

8. Sin reforma judicial

Y tampoco se dio en esta década la tan ansiada reforma a la justicia, lo que contrasta con dos necesidades primordiales: mejorar sustancialmente el acceso de la ciudadanía a la justicia cumplida y oportuna, y ajustar el funcionamiento de las altas cortes en varios aspectos, uno de los cuales tiene que ver con facultades electorales.

En su discurso del 20 de julio, el presidente Duque dijo que reformar la justicia sería uno de sus objetivos, pero todo parece indicar que el proyecto en el que trabajó arduamente la exministra Margarita Cabello quedará engavetado ante la línea trazada por el expresidente Uribe de someter a referendo algunos temas clave de esa iniciativa.

Paralelamente avanza en el Congreso (el 28 de octubre recibió el primer sí en la Comisión Primera del Senado) el proyecto número 240 de 2020 Senado, “por medio del cual se promueve el acceso a la justicia local y rural”, radicado el 26 de agosto por el saliente procurador Fernando Carrillo, quien ha explicado que su eje central es el acceso de la ciudadanía a los servicios judiciales. 

9. Cadena perpetua

Lo que sí se logró esta década fue el restablecimiento de la cadena perpetua en Colombia, específicamente dirigida (por ahora) a castigar a los violadores y asesinos de niños, niñas y adolescentes.

“Nuestro reto ahora, apreciados congresistas y amigos, es que podamos darle un trámite acelerado a la ley que reglamenta este acto legislativo y que se complementa también con otros desarrollos normativos que son fundamentales para el país y que avanzan en este momento en el Congreso”, sostuvo en julio el presidente Duque, quien sin embargo no ha llevado esa reglamentación al Capitolio.

No menos importante fue la promulgación de la Ley 1761 de 2015, más conocida como Ley Rosa Elvira Cely, que estableció el feminicidio como tipo penal de tal manera que “quien causare la muerte a una mujer, por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género o en donde haya concurrido o antecedido cualquiera de las siguientes circunstancias, incurrirá en prisión de 250 meses a 500 meses”.

10. Homicidios y masacres

El fin de semana la Policía Nacional informó que en Nochebuena se logró alcanzar la cifra más baja de homicidios en los últimos 17 años. La reducción con respecto al 2017, que se constituyó en el año con menor cantidad de homicidios de la década, fue del 44% (40 muertes menos, de 90 a 50) y con respecto a 2019 la reducción fue del 21% (14 vidas salvadas, de 64 a 50).

Estas cifras, que son un ejemplo de la reducción generalizada de homicidios (5% en todo el país durante 2020), contrastan con el incremento de las masacres, que ya son 90 en todo el año.

El ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, ha dicho que “a pesar de la evidencia de los hechos, hay sectores que hacen reiteradamente politiquería con la muerte. Esos son los que saltan a hacerle señalamientos al Gobierno y a culparlo por los homicidios en una actitud politiquera inaceptable. Esos son los que siguen defendiendo las políticas que elevaron los cultivos ilícitos a una suma sin precedentes en Colombia. Esos son los que se oponen a que volvamos a poner en práctica la buena política que nos llevaba por el buen camino. Esos son los que obstaculizan la reiniciación de la aspersión, la erradicación y engañan con la posibilidad inexistente de sostenibilidad con pequeños proyectos. Esos son los que le ponen palos en la rueda a la erradicación rápida para que se invierta en proyectos sostenibles y rentables que cambien la vida de las comunidades en zonas de alta concentración de cultivos ilícitos”.