A escasas cuatro semanas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, una de las características principales de la campaña ha sido el poco protagonismo que ha tenido América Latina en la agenda del candidato-presidente Donald Trump y del aspirante Joe Biden.
Salvo los temas relacionados con Venezuela, Cuba y México, que sí han tenido espacio en las agendas y los discursos de los dos candidatos, Colombia no ha sido objeto de atención prioritaria en las propuestas y comentarios de los aspirantes.
Lo más cercano a una mención directa se dio hace dos semanas cuando Trump, en una reunión proselitista en La Florida, hizo alusión a que la administración de su antecesor Barack Obama, de la cual Biden fue vicepresidente, apoyó el proceso de paz del gobierno Santos con las Farc, que el titular de la Casa Blanca criticó duramente al punto de decir que se había claudicado con el narcotráfico. Incluso acusó a su rival demócrata de recibir el apoyo del “socialista” Gustavo Petro.
Este episodio, si bien tuvo de protagonista a Colombia, fue un insumo más de la campaña interna y el continuo rifirrafe entre republicanos y demócratas, tal como ha ocurrido en múltiples ocasiones con respecto a las posturas de cada candidato frente a temas como el muro fronterizo con México, las maniobras para sacar a la dictadura venezolana del poder, las propuestas de cada partido para frenar el flujo migratorio centroamericano y la diferencia de criterios respecto al tema cubano.
Es más, según lo destacaban la semana pasada varios analistas norteamericanos, el narcotráfico como tal no ha tenido el mismo protagonismo en esta contienda proselitista que en anteriores, en donde ya fuera republicano o demócrata el presidente-candidato siempre se traían a colación los logros del Plan Colombia.
Para los expertos, este fenómeno se debe a que el mayor problema de salud pública en Estados Unidos en la actualidad (aparte del covid-19, claro está) no tiene que ver con el consumo de cocaína, heroína ni marihuana, gran parte de ella de contrabando, sino con las sobredosis y muertes producidas por el consumo de metanfetaminas, tranquilizantes, fentanilo u otros opioides sintéticos.
¿Qué tan malo puede resultar este bajísimo protagonismo de la cuestión colombiana en esta aguerrida campaña presidencial en Estados Unidos? Hay coincidencia en nuestro país en torno a que lo mejor que ha podido ocurrir es, precisamente, ese bajo perfil en una campaña en la que Trump y Biden se han atacado con toda clase de argumentos y cruzado los más graves señalamientos.
El narcotráfico como tal no ha tenido el mismo protagonismo en esta contienda proselitista que en anteriores
“… Trump ha utilizado una gran cantidad de veces las ejecutorias de la administración Obama como principal plataforma para atacar a Biden... Y este, a su vez, hizo de la gestión de Trump su principal fuente de críticas a su rival… En ese orden de ideas, le convino a Colombia que no tuviera mayor protagonismo en los discursos de uno u otro candidato por temas que podrían resultar atractivos desde el punto de vista proselitista, como la mayor o menor eficiencia de cada gobierno de EU en la lucha antidroga o el manejo a la geopolítica suramericana, en donde Colombia es tema central al ser el principal socio de Washington en las últimas dos décadas, lapso en donde el péndulo geopolítico, con el surgimiento y marchitamiento del ‘socialismo del siglo XXI’, generó un mapa adverso a los intereses de la Casa Blanca”, le dijo a EL NUEVO SIGLO un profesor de Relaciones Internacionales de una prestigiosa universidad en Bogotá, que pidió la reserva de su nombre para no comprometer con sus opiniones a la facultad ni al claustro.
Enfoque bipartidista
Cada vez que se habla de cuál debe ser el enfoque de Colombia en su relación con Estados Unidos, más aun en tiempos de campaña en ese país, la respuesta más recurrente es la de preservar una relación positiva por igual con los candidatos y las bancadas republicana y demócrata.
“… En los últimos meses el tema Colombia ha sido comentado en el Congreso de Estados Unidos… No solo por el asunto presupuestal propiamente dicho, relacionado con los aportes rutinarios y anuales al Plan Colombia (que en realidad no han sido castigados igual que otros rubros de ayuda extranjera norteamericana), sino también por asuntos que han generado eco en las bancadas, como el asesinato de los líderes sociales, un narcotráfico que no evidencia una disminución sustancial o el hecho cierto de que en toda acción política, diplomática, judicial o, en un caso extremo, militar contra el gobierno chavista de Venezuela hay que contar con Colombia… Incluso, así aquí el tema se haya vuelto anecdótico y perdió eco por la pandemia, en los círculos parlamentarios de Estados Unidos aún resuenan las duras críticas del embajador Santos al Departamento de Estado”, agregó el académico consultado.
En el gobierno colombiano se considera que se ha mantenido una estrategia inteligente frente a la álgida campaña norteamericana y prueba de ello es que las relaciones entre la Casa de Nariño y el gobierno Trump no han tenido mayor sobresalto en los últimos meses. Por el contrario, aun en medio de la pandemia, se ha mantenido una comunicación fluida con la Casa Blanca y el Departamento de Estado, incluso el titular de este último estuvo recientemente en el país.
Tampoco se puede dejar de lado que Colombia suele alinearse rápidamente con las medidas de Estados Unidos contra la dictadura de Venezuela, al tiempo que fue de los primeros países en apoyar la candidatura del asesor de Trump, Mauricio Claver-Carone, a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, pese a que una gran cantidad de naciones latinoamericanas urgían que no se cambiara la tradición de que el titular del ente financiero multilateral fuera de este origen. Es más, no se puede olvidar que Colombia se abstuvo, a finales del año pasado, de condenar en el seno de la ONU el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, variando una postura diplomática de muchos años…
Esperar y esperar
Como se ve, sea cual sea el resultado de las urnas en la primera semana de noviembre, Colombia está confiada en que los énfasis de la relación con Estados Unidos no van a cambiar sustancialmente. Es más, en los corrillos políticos locales se afirma que la decisión de dejar a Pacho Santos en la embajada se debió, precisamente, a que no se consideró prudente aplicar un relevo en medio de la pandemia y sin saber cuál será el futuro político inmediato norteamericano.
Tres hechos clave recientes en la relación bilateral: visita de Pompeo, deportaciones de ‘paras’ y elección en BID
Por el momento Bogotá tomó como una buena señal hechos como que Estados Unidos decidiera no deportar al exjefe paramilitar Salvatore Mancuso a Italia, cuando ya alistaba maletas, así como la rápida deportación de Rodrigo Tovar, alias ‘Jorge 40’, a nuestro país hace dos semanas.
Así las cosas, es claro que lo que más le ha convenido a Colombia en medio de la movida campaña electoral de Estados Unidos ha sido su muy bajo protagonismo en la misma. Bien podría decirse, incluso, que ha sido la contienda por la Casa Blanca de las últimas dos décadas en la que nuestro país no ha sido mencionado para bien ni para mal.
Habrá que esperar lo que dicten las urnas en menos de cuatro semanas para poder empezar a vislumbrar cuál será la hoja de ruta entre la Casa Blanca y la Casa de Nariño. Por ahora la estrategia es una sola: esperar y esperar…