Colombia, el país de las polémicas insustanciales | El Nuevo Siglo
EL PUESTO desocupado presidencial junto al atril principal, pese a que Duque anunció con antelación que no iría
Foto Alcaldía de Bogotá
Martes, 15 de Septiembre de 2020
Redacción Política

El sentido común pareciera estar extinguiéndose en Colombia. Al menos eso es lo se deriva del nuevo episodio que se registró el domingo durante un acto de perdón y reconciliación con las víctimas, que organizó la Alcaldía de Bogotá a modo de desagravio colectivo por los graves hechos de la semana pasada, que dejaron más de 10 personas muertas en la capital del país en medio de las protestas y graves disturbios que se generaron tras un caso de abuso policial que le costó la vida a un ciudadano.

Todo comenzó el viernes pasado, tras una reunión en la Casa de Nariño entre el presidente Iván Duque y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, en la que se analizaron los complicados hechos registrados en la ciudad en los últimos dos días.

Ya de por sí ese encuentro tenía una antesala muy  tensionante por los altisonantes cruces de señalamientos y críticas entre los gobiernos Nacional y Distrital alrededor de la culpabilidad y la responsabilidad en el manejo del caso de abuso policial, luego de las protestas populares y, finalmente, de las asonadas que se presentaron en distintas partes de la ciudad, dejando nueve personas muertas con arma de fuego, decenas más heridas, más de una treintena de CAI destruidos, cuatro articulados de Transmilenio incendiados así como más de 60 uniformados heridos por las turbas.

De la reunión entre Duque y López poco salió. El Gobierno reiteró que así como no se toleraba ningún abuso de la autoridad ni violación de los derechos humanos por parte de la Fuerza Pública, tampoco el vandalismo ni el ataque criminal a los uniformados y las instituciones legítimas. La burgomaestre, entre tanto, no logró apoyo del presidente a la propuesta de reforma a la Policía (y menos a su planteamiento de desarmarla) como tampoco una condena a priori del Gobierno a la actuación de los uniformados en las protestas, ya que la Alcaldía insiste en que algunos agentes habrían utilizado sus armas indiscriminadamente…

El Gobierno reiteró que así como no se toleraba ningún abuso de la autoridad ni violación de los derechos humanos por parte de la Fuerza Pública, tampoco el vandalismo ni el ataque criminal a los uniformados

Más allá de ese cortocircuito, uno más en una larga lista de contradicciones entre la Casa de Nariño y el Palacio Liévano, más aun tratándose de un presidente y una alcaldesa ubicados en orillas políticas e ideológicas distintas, lo cierto es que López le comunicó a Duque que el domingo se realizaría un acto simbólico de perdón y reconciliación, y lo invitó a participar.

Llegaría el sábado, y en el alto gobierno se decidió que como el jefe de Estado ya tenía una agenda preestablecida para el domingo, entonces no asistiría al acto en Bogotá y la representación del Ejecutivo estaría en cabeza del alto comisionado de Paz, Miguel Ceballos, y la consejera presidencial para los Derechos Humanos, Nancy Patricia Gutiérrez. Según el primero, trató de comunicarse con la mandataria distrital para informarle pero no pudo contactarla, razón por la que habló con el secretario de Gobierno, Luis Ernesto Gómez.

Todo iba normal…

Pues bien, llegó el domingo y en uno de los costados de la Plaza de Bolívar se llevó a cabo el evento. Allí estuvieron, uno a lado del otro, López, Ceballos, Gutiérrez y el padre Francisco de Roux, entre otros. Todos ellos ante algunos de los familiares de las víctimas mortales de los desórdenes de la semana pasada… Hubo discursos, pedidos de perdón, llamados a la reflexión y la reconciliación. Hasta ahí, todo dentro del cronograma previsto.

Sin embargo, en cuestión de minutos, casi que sin terminar el acto, se empezó a volver viral en las redes sociales una foto de un puesto desocupado junto al atril principal, precisamente al lado de donde estaban sentados López, Ceballos, Gutiérrez y De Roux…

Los mensajes en las redes hablaban de que el presidente Duque no quiso asistir al acto en homenaje a las víctimas y que estas se habían quedado esperando su presencia y el consecuente ofrecimiento de perdón. Obviamente las críticas al Gobierno por lo que no pocos calificaron como una actitud soberbia e indolente, casi desafiante, no se hicieron esperar.

Ceballos y Gutiérrez no se percataron del tema sino hasta pasado el acto. Por igual en el alto Gobierno hubo sorpresa e indignación ante lo ocurrido, no solo porque estaba claro desde el sábado que Duque no asistiría, sino porque los representantes de la Casa de Nariño cumplieron con la cita.

Pero en cuestión de horas, lo que parecía un malentendido degeneró en una polémica de marca mayor. ¿Por qué se dejó junto al atril principal una silla y, sobre todo con el nombre al frente del presidente Duque puesto a última hora? ¿Quién tomó las fotos que se hicieron virales? ¿Se trató de un olvido involuntario o fue un hecho pensado precisamente para afectar la imagen del Gobierno nacional y, de paso, revalidar la de la administración Distrital, muy golpeada tras los hechos de la semana pasada?...

En fin, una multiplicidad de hipótesis e interpretaciones, cada una más arriesgada y especulativa que la anterior. A la par comenzó un rifirrafe entre voceros de los gobiernos Nacional y Distrital. Ceballos, por ejemplo, fue uno de los más críticos del incidente, al punto de sentirse “asaltado en su buena fe” y se preguntó “por qué pusieron el nombre del presidente en una silla vacía”. El asesor de comunicaciones de la Casa de Nariño también terció en el debate, señalando que se trató de hacer “politiquería” con las víctimas, e incluso recordó que Duque ya había tenido reuniones privadas con familiares de las víctimas. Algunos columnistas hablaron de una “jugadita” de la Alcaldía…

Una vez más las discusiones de fondo se truncan en controversias por hechos menores, insustanciales y casi anecdóticos

En la otra orilla la réplica también estuvo movida. El secretario de Gobierno insistió en que la ausencia de Duque fue muy notoria. Los concejales de la coalición de López acusaron al Ejecutivo de querer esconder su falta de autocrítica frente a lo ocurrido la semana pasada en Bogotá, sobre todo la causa de la muerte de las nueve personas en las revueltas. Tampoco faltó el que acusó al Gobierno de ‘dormirse en los papeles’ y haberse dejado quitar la iniciativa de llamar a la reconciliación, dejando que la izquierda hiciera ‘politiquería’ con las víctimas…

E incluso algún expresidente trató de equiparar este episodio con el de Manuel Marulanda Vélez, alias ‘Tirofijo’, el 7 de enero de 1999, en la ceremonia de instalación de los diálogos con las Farc en la zona de distensión del Caguán. Sin embargo, no cabe comparación, ya que en aquella ocasión el líder guerrillero sí había confirmado que asistiría al acto en San Vicente del Caguán, pero a última hora desistió por temor a ser asesinado por “enemigos de la paz”. Duque, como se dijo, avisó desde el sábado que no iría a la Plaza de Bolívar y envió delegados en representación del Gobierno nacional.

¿Y lo importante?

Paradójicamente, en medio de los múltiples interrogantes que persisten sobre lo que pasó la semana pasada en la capital del país, el tema este lunes quedó reducido a la polémica casi que anecdótica de un puesto desocupado con el nombre del presidente y quién y por qué la pusieron pese a que estaba anunciado con suficiente antelación que este no asistiría.

Una vez más, como no pocas veces ocurre en Colombia, las discusiones de fondo se truncan en controversias por hechos menores e insustanciales. La alta política queda en segundo plano por la propensión a la politiquería. Los personalismos desplazan las grandes discusiones estructurales y de alcance nacional…

Bien podría concluirse, entonces, que el único vacío real en Colombia es el que parece estar dejando el sentido común…