La figura de Carlos Holmes Trujillo ha sido, sin duda alguna, una de las que más se ha aquilatado políticamente en el gabinete de Duque. Ello es consecuencia, principalmente, de la forma en que ha enfrentado crisis difíciles, tanto en la Cancillería como en la cartera de Defensa.
No hay que olvidar, por ejemplo, que tras el atentado terrorista que el Eln perpetró en enero de 2019 contra la Escuela de Cadetes de la Policía, en Bogotá, y el consecuente rompimiento del proceso de paz, a Trujillo le correspondió la nada fácil tarea de explicar a nivel externo por qué se pedía la extradición de los cabecillas negociadores de esa guerrilla que permanecían en Cuba, pese a que los países facilitadores y garantes insistían en que los acuerdos indicaban que, rotas las tratativas, debía permitirse el regreso de esos delegados al país y dejarlos en una zona en donde pudieran esconderse rápidamente.
Igual, estando al frente del ministerio de Relaciones Exteriores, no en pocas ocasiones le tocó ahondar explicaciones en torno a que el gobierno Duque, aunque llegó al poder prometiendo corregir el acuerdo de paz firmado con las Farc, estaba cumpliendo con la implementación del mismo, pese a las quejas de la guerrilla desmovilizada y los casos de violencia contra reinsertados y líderes sociales en zonas dejadas libres por facción subversiva que sí se desmovilizó.
De hecho, cuando se hizo un balance sobre lo que había sido su gestión en la Cancillería algunos analistas consideraron que si bien posicionó a Colombia como líder regional en la cruzada contra la dictadura venezolana y pieza clave en el reconocimiento global de Juan Guaidó como presidente legítimo de esa nación, al final de cuentas Maduro seguía atornillado en el poder.
A hoy es claro que cuando el presidente Duque decidió cambiarlo de cartera, pasándolo a la de Defensa, en noviembre del año pasado, sabía que Trujillo era un dirigente curtido que tenía la experticia y coraza política para medírsele a un cargo que estaba tan en el ojo del huracán que a Guillermo Botero le tocó renunciar para no ser el primer ministro blanco de una moción de censura efectiva.
Pero el debate en torno a los bombardeos de la Fuerza Pública a campamentos subversivos en donde había menores de edad, no fue el único ‘chicharrón’ que, de entrada, enfrentó quien fuera precandidato presidencial uribista a finales de 2017, siendo finalista, junto a Duque, en las encuestas eliminatorias a que acudió el Centro Democrático para escoger su aspirante.
Octubre y noviembre del año pasado, coincidiendo con un evidente problema de gobernabilidad para Duque, también fue la época de clima social más complicada en su mandato, al punto que una ola de paros se extendió a nivel nacional, llegando incluso al extremo de forzar toques de queda en Cali y Bogotá.
A hoy es claro que cuando el presidente Duque decidió cambiarlo de cartera, pasándolo a la de Defensa, en noviembre del año pasado, sabía que Trujillo era un dirigente curtido que tenía la experticia y coraza política
Un año difícil
A punto de cumplir un año en la cartera de Defensa es claro que a Trujillo le ha tocado enfrentar muchos temas complicados que han puesto bajo la lupa la estrategia de seguridad y orden público del Gobierno. Por ello no solo ha sido blanco recurrente de la oposición de izquierda (que lo ataca tanto por su gestión como por la certeza de que será candidato presidencial) sino incluso de sectores de la coalición gubernamental, que le piden más eficacia en ciertos frentes.
A lo largo de estos casi doce meses al ministro de Defensa le ha tocado dar explicaciones sobre el crecimiento exponencial de las disidencias de las Farc, el desdoblamiento del Eln en algunas regiones, la persistencia de la racha de asesinatos de líderes sociales, el reciente pico de masacres, la lentitud en la reducción sustancial de la extensión de narcocultivos y las anomalías en los servicios de inteligencia militar y de policía.
Más recientemente, el foco está en los escándalos derivados del accionar de la Fuerza Pública ante el desborde violento de la protesta y la discusión por la llegada a Colombia de una misión militar de Estados Unidos. Contrario a todo ello, tiene para mostrar temas tan importantes como una rebaja récord en la tasa de homicidios, golpes duros a organizaciones criminales de alto espectro y mejoría sustancial en la represión de delitos de alto impacto. También conserva un respaldo alto en la cúpula castrense y policial.
Hoy por hoy el titular de la cartera está enfrentando -caso sui generis- dos sendas mociones de censura, una en la Cámara y otra en el Senado. La primera, referida al tema de la acción de la autoridad frente a la protesta, la superó de manera amplia el martes pasado, con 136 votos en contra y solo 24 a favor de la sanción.
La segunda, que solo tendrá su primer debate la próxima semana (tras un primer aplazamiento), está dirigida a cuestionar si el Gobierno se saltó al Congreso al dar vía libre a la llegada de esa misión militar estadounidense.
¿Cómo se ve el panorama en este segundo caso? Los pronunciamientos de los voceros de las bancadas y algunos líderes partidistas indican que Trujillo saldrá también invicto en la plenaria del Senado, siendo, entonces, el único ministro al que la adelantan dos mociones de censura de forma paralela y las supera con voto mayoritario de las bancadas.
Peso específico
Aunque en las últimas dos semanas se especuló con la posibilidad de que el ministro renunciara, ya sea para evitar ser blanco de alguna de las mociones de censura o, en su defecto, para aprovechar este punto alto de apoyo político y anunciar su precandidatura para 2022, lo cierto es que nada de ello ocurrió.
Es más, este miércoles Trujillo descartó cualquier dimisión a corto plazo: “Son temas que se tratan exclusivamente con el Presidente de la República en el momento apropiado y seguiré trabajando para que la seguridad estimule la reactivación económica".
Sin embargo, es evidente que no durará mucho en el ministerio, toda vez que para no inhabilitarse de cara a ser precandidato del Centro Democrático tiene que renunciar, a más tardar, en marzo de 2021. En otras palabras, le restarían a lo sumo seis meses en el Gobierno.
¿Está saliendo fortalecido Trujillo de estos debates? Esa es la pregunta que muchos sectores políticos, tanto gobiernistas, independientes como de la oposición se están haciendo. La respuesta tiene muchos flancos y, de hecho, en medio de un clima bastante polarizado políticamente y una precampaña presidencial que arrancó muy temprano y ya es irreversible, las opiniones son contradictorias.
Para algunos sectores, dirigentes y analistas el ministro es, de lejos, el de mayor solidez en el gabinete. Es claro que todos los debates que ha afrontado lo posicionan fuertemente ante la opinión pública, dándole un plante político clave de cara a una futura aspiración a la Casa de Nariño. Para otros, son tantas las polémicas y escándalos que ha enfrentado Trujillo que su figura y perfil ya estarían muy desgastadas y ‘quemadas’…
¿Está saliendo fortalecido Trujillo de estos debates? Esa es la pregunta que muchos sectores políticos, tanto gobiernistas, independientes como de la oposición se están haciendo
Sin embargo, más allá de esos argumentos ampliamente subjetivos y que tienen, en su mayoría, un claro trasfondo electoral y político, lo que sí se puede afirmar abiertamente es que con los recientes debates Trujillo no hace más que confirmar lo demostrado en dos años de gestión en la Cancillería y la cartera de Defensa: es un dirigente con peso específico, madurado en enfrentar crisis (aunque no las gana todas), al que el país lo ha visto defender con inteligencia y énfasis sus posturas y las del gobierno. Incluso, con la sapiencia para saber cuándo las batallas están perdidas y hay que hacer mea culpas…
¿De qué le sirve esto? Es un escenario tan móvil como el colombiano es arriesgado hacer pronósticos. Sin embargo, hay un aspecto innegable: el “traje” programático y de perfil político que proyectó esta semana el expresidente Uribe con la mira puesta en la campaña de 2022 le ajusta, como a pocos dentro y fuera del Centro Democrático, a Trujillo… Y eso le servirá mucho en el corto y mediano plazos, sobre todo ante una centroderecha que busca un liderazgo fuerte y probado.