Ya hay aspirantes que llevan varios meses en campaña, básicamente dejándose ver en redes sociales
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Nueve meses y medio nos separan de los comicios regionales de octubre (en los que se escogerán ediles, alcaldes, concejales, gobernadores y diputados).
Como lo ha venido registrando EL NUEVO SIGLO, ya hay precandidatos que llevan varios meses en campaña, básicamente dejándose ver en redes sociales, percibidas como medios potentes que pueden influir en la opinión pública y también como una gran ayuda para decidir por quien votar.
Es una verdad de Perogrullo que la política del siglo XXI implica saber aprovechar las nuevas tecnologías. Sin embargo, la cuestión clave es cómo convertir el activismo digital en votos reales.
Ya es conocido el fiasco electoral de la ‘ola verde’, en la que el ‘triunfo virtual’ del hoy senador Antanas Mockus no se concretó en las urnas, siendo derrotado por el expresidente Juan Manuel Santos.
Tal vez por ese antecedente, en las pasadas elecciones se destacó el esfuerzo de la campaña de la Coalición Colombia, liderada por el exgobernador Sergio Fajardo (quien fue fórmula vicepresidencial de Mockus), por traducir el fuerte respaldo juvenil –principalmente entre estudiantes universitarios– en votos para primera vuelta presidencial, que lo dejaron muy cerca de pasar a la siguiente fase.
El asunto es que, aunque nunca se podrá saber realmente quién votará por quién, se puede hacer un buen seguimiento del comportamiento de los votantes potenciales, monitoreando quiénes están trabajando activamente en la campaña, quiénes están trayendo más voluntarios y quiénes realmente no son miembros activos, ya que las nuevas tecnologías ayudan a mantener la información actualizada casi al instante y los medios disponibles para todo aquel que quiera colaborar.
Proselitismo virtual
En este contexto queda claro que la esencia del proselitismo electoral no ha cambiado. Lo que está cambiando es la relación de los partidos políticos con la ciudadanía. También se espera que haya repercusiones en la estructura y prácticas de las colectividades. Se supone que ahora los candidatos además de buscar la movilización ciudadana, buscan hacer de sus ideas lo esencial de sus campañas. Infortunadamente, en no pocos casos las ideas son sustituidas por las famosas ‘fake news’. Pero ese es otro tema.
El término política 2.0 se refiere al entorno político virtual o digital que se desenvuelve en Internet, preferentemente en medios bidireccionales como foros, blogs y redes sociales, permitiendo la participación e interacción entre los ciudadanos y los postulados líderes.
Al menos en teoría, los potenciales votantes se vinculan, participan y son escuchados. En el medio digital ya no se conoce al militante como tal: ahora se le ha dado la categoría de activista de una propuesta, es un ciberactivista.
Por otra parte, ciberpolítica es el término empleado por académicos que analizan la profundidad y finalidad del uso de Internet para el activismo político. Abarca todas las formas del software social, lo que incluye periodismo, búsqueda de fondos, uso de blogs, construcción de organizaciones y voluntariado.
Ninguno de los dos casos debería confundirse con las estrategias de marketing, porque se supone que se está hablando de toma de decisiones y de la influencia de ciudadanos voluntarios en la política.
Desafortunadamente (y allí es cuando llegan las ‘fake news’), algunas campañas asumen las redes sociales solo como herramienta de marketing.
Cambio cultural
El consultor español Daniel Ureña, director general de la firma Mas Consulting y vicepresidente de la European Association of Political Consultants (EAPC), ha dicho que “no se trata de que los políticos se conviertan en sesudos expertos informáticos, sino que entiendan las posibilidades que la tecnología ofrece para su día a día y se habitúen a utilizarla”, comprendiendo que la incursión de la política en la web no es una moda, sino que “de la mano de las nuevas tecnologías viene un cambio cultural y un cambio de mentalidad en la forma de concebir la propia actividad política, el funcionamiento del gobierno y la forma de relacionarse con el ciudadano”.
Y el punto crucial es saber escuchar. Eso lo saben los políticos de sobra. ¿Por qué los congresistas se resisten a legislar toda la semana? Porque saben que estar en las regiones permanentemente es vital. Si de verdad oyen a la gente o simulan hacerlo, es otra cosa.
Las redes sociales llevan esta realidad a otra dimensión. Según Ureña, “la comunicación se rige por un sistema bidireccional, donde el concepto clave es la conversación. El votante ya no solo escucha, sino que también habla”.
Un aspecto que hace notar Ureña es que “la red no es solo para jóvenes. Existe una creencia extendida entre los políticos de que Internet es para llegar a los jóvenes. Hace años esta afirmación podía tener su lógica, pero actualmente el acceso a la red se produce en todos los segmentos de población. De hecho, uno de los grupos de edad que más rápido está creciendo son los mayores de 55 años. Por todo ello, Internet no es nada más para los jóvenes, sino que permite acceder a importantes y variados segmentos de población”.
Segmentación
En todo caso, se requiere un lenguaje más accesible para “hacer llegar el mensaje adecuado al público adecuado”, lo que suele denominarse segmentación. “La audiencia a la que se dirige un candidato es muy diversa, por lo que debe identificar cada uno de esos públicos y hacerles llegar un mensaje que esté personalizado”, explica Ureña.
“Si tú no hablas, hablarán por ti”, reta Ureña al político despistado que cree que puede hacer su trabajo únicamente de la forma tradicional.
Un apunte final es que la política digital propicia la transparencia. Desde hace más de una década diversas organizaciones procuran en Colombia que los candidatos, además de sus propios medios virtuales, utilicen las plataformas dispuestas para tener sus hojas de vida en línea con sus logros, propuestas y direccionamiento a sus redes sociales; en algunos casos les pide especificar de dónde obtienen el dinero para financiar las campañas, así como si tienen investigaciones pendientes y sanciones.