El pasado 19 de mayo el presidente Iván Duque designó a la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez en el cargo de canciller, en reemplazo de Claudia Blum, quien había renunciado de manera sorpresiva seis días antes.
El relevo se anunció en plena crisis de imagen internacional de Colombia por la ola de paros que ya completaba dos semanas y había desembocado en no pocos casos en vandalismo y bloqueos, así como en una campaña externa de denuncias a la Fuerza Pública por sus intervenciones ante ese desborde violento de la protesta social.
Aunque ya en el pasado se había puesto sobre la mesa el nombre de la segunda a bordo como posible canciller, su designación generó sorpresa porque todo el país político estaba esperando su renuncia para no inhabilitarse de cara a la campaña presidencial de 2022.
Sin embargo, la conjugación de la crisis por la pandemia y su duro coletazo social y económico; el evidente desgaste en el margen de gobernabilidad política; los problemas crecientes de orden público así como la ola de paros, que forzó el retiro de la reforma tributaria y la renuncia del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, crearon un escenario en el que la dimisión de la Vicepresidenta hubiera tenido una lectura muy complicada.
Resignada ya su aspiración a la Casa de Nariño y designada en la cartera de Relaciones Exteriores, Ramírez puso manos a la obra e incluso en los corrillos políticos palaciegos circuló la versión de que había pedido a Duque el permiso para viajar de inmediato y actuar rápidamente ante la crisis de imagen externa que dejaba, por una ola de denuncias de sectores de izquierda, a Colombia como un país violador de los derechos humanos. El Presidente -trascendió- le dio carta blanca para que se movilizará al exterior y tomará otras decisiones para cumplir sus objetivos.
Decisiones que no pocos relacionan con que Ramírez decidió mover varias fichas clave para cumplir con sus metas. Es notorio, por ejemplo, que se han aplicado -o están en proceso- relevos en varias embajadas en las últimas semanas, empezando nada menos que por la de Estados Unidos, a donde llegó Juan Carlos Pinzón.
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Cambio de tono
Casi tres meses después es claro que las aguas en el flanco externo, aunque no están más calmadas, sí denotan un margen de maniobra más amplio y efectivo.
Son varios los elementos que explican ese nuevo escenario. De un lado, el reconocido perfil ejecutivo de Ramírez, quien desde el mismo día en que Duque la designó canciller decidió fijar una estrategia de reacción al más alto nivel, bajo la tesis de afrontar in situ los problemas.
Ramírez fue a Washington y Nueva York y habló con distintos cargos de Naciones Unidas, la OEA, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre lo que realmente estaba pasando en la racha de paros y puso de presente la gravedad de los bloqueos, la infiltración violenta, los ataques a la Fuerza Pública, el disparo de la pandemia y la politización de la protesta social…
También entró en contacto al más alto nivel con el Departamento de Estado y la Casa Blanca, así como con líderes de los partidos Republicano y Demócrata. Igual lideró, junto al nuevo Ministro de Hacienda, una misión económica y empresarial ante los temores de inversionistas norteamericanos por la tensión social en Colombia y la pérdida del grado de inversión de la economía local.
Igualmente ha tenido contactos al más alto nivel con la Unión Europea, varios gobiernos latinoamericanos, la entrega de la secretaría pro tempore de la CAN, una primera intervención ante la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la OCDE, el Consejo de Seguridad la ONU (que verifica la implementación del acuerdo de paz) al tiempo que ha desarrollado una intensa agenda económica.
Rápida reacción
Un segundo elemento característico de la gestión de Ramírez es que ha sabido moverse rápido para enfrentar difíciles coyunturas a nivel externo, más allá de la primera ‘papa caliente’ relacionada con la lectura negativa a la ola de paros.
Por ejemplo, no ha sido nada fácil poder manejar un asunto tan complicado como el involucramiento de exmilitares colombianos en el asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse.
También le tocó a Ramírez enfrentar el hecho de que contra todos los pronósticos el último informe de la Casa Blanca reportó un aumento de los narcocultivos en Colombia, llegando a 245 mil hectáreas, pese a que el reporte de la ONU señalaba, por el contrario, una reducción del 7%.
Siendo un tema delicado, se logró que Estados Unidos, Colombia y la ONU acordaran sentarse a la mesa para buscar un mecanismo que permita unificar los sistemas de medición de la extensión de sembradíos ilícitos en nuestro país. Esa instancia, hasta el momento, no se ha instalado.
Otro de los frentes en que la Vicepresidenta y Canciller ha tenido de trabajar intensamente es en el de buscar atraer inversión extranjera en medio de la prevención generada por la decisión de dos firmas calificadoras de riesgo de retirarle el grado de inversión al país.
Tampoco ha sido fácil la tarea delegada por el Presidente en torno a buscar que las potencias sean más solidarias con el resto del mundo en cuanto a una repartición más equitativa de las vacunas contra el covid-19.
En este aspecto global poco se ha avanzado, aunque sí debe destacarse que en el plano bilateral el gobierno de Estados Unidos, incluso después de la primera gira de Ramírez por ese país, anunció la donación de vacunas a nivel global. Colombia es, en Latinoamérica, la nación que más ha recibido biológicos de parte de la administración Biden con más de cinco millones de dosis.
Otra de las ‘papas calientes’ que le ha tocado a la segunda a bordo, pese a que no ha completado tres meses en el cargo, es el referente a un nuevo capítulo del pleito entre Colombia y Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia, en La Haya. En septiembre habrá un periodo de audiencias orales al respecto.
También le tocó a Ramírez estar al frente del eco externo al atentado contra el presidente Duque semanas atrás, más aún luego de los señalamientos de que el mismo habría sido planeado desde Venezuela por las disidencias de las Farc.
La Canciller ha sido enfática en que Colombia sigue liderando, junto a Estados Unidos, la cruzada contra la dictadura. Incluso el propio Duque pidió a la Casa Blanca que el gobierno chavista fuera ingresado a la lista de promotores del terrorismo. Asimismo, Ramírez ha trabajado en el frente de lograr de la comunidad internacional mayores aportes a nuestro país para financiar la atención a la población migrante venezolana.
Al tiempo que se ha tratado de fortalecer la relación con el nuevo gobierno de Guillermo Lasso en Ecuador y se actúa con cautela ante la llegada del izquierdista Pedro Castillo a la presidencia peruana, la Cancillería también está al frente de la búsqueda de una solución con Panamá al problema de más de 15 mil extranjeros varados en Necoclí (Antioquia), que buscan pasar a la nación centroamericana.
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Los pronunciamientos
En esta materia la cuestión ha estado también movida. De un lado, Colombia llamó al gobierno de Cuba a respetar los derechos humanos y el derecho a la protesta social luego de la violenta represión oficial a las manifestaciones en toda la isla semanas atrás.
También la Cancillería nacional ha sido muy activa frente a lo que pasa en Nicaragua, en donde el régimen de Daniel Ortega ha apresado a candidatos y dirigentes de la oposición con miras a asegurar la reelección del cuestionado mandatario en noviembre. Nuestro país, junto a México y Argentina, ya decidió llamar a consultas a su embajador en Managua, en señal de protesta.
Como se ve, pese a no llevar ni tres meses en el cargo, a la vicepresidenta Ramírez le ha tocado capotear más de una crisis y tensión geopolítica, pero es claro que hoy se denota una estrategia internacional más dinámica y asertiva de Colombia.