Actualidad del ideario de Núñez | El Nuevo Siglo
Rafael Núñez y Florentino González debatieron profundamente sobre los modelos centralista y federalista en Colombia. / Foto histórica tomada de www.testimoniodenariño.com
Jueves, 11 de Abril de 2024
Alberto Abello

Es curioso y aleccionador que, revisando el pensamiento político de Rafael Núñez, encontremos que tiene una gran actualidad y vigencia nacional, así sus tesis se hayan manifestado más de 150 años atrás. Lo que ocurre es que ciertas ideas políticas son recurrentes para manifestar el descontento y la pugnacidad de uno y otro bando.

En nuestra región ha sido pobre el aporte original a las ideas políticas, así, en ocasiones, tesis que se discuten razonablemente y por las que nadie se hace matar en naciones más civilizadas, aquí produzcan violencia y miles de muertos.

En especial, es de tener en cuenta que en nuestros países, donde no hubo Revolución Francesa, con excepción de Haití, solemos mirar la evolución de otros pueblos que se consideran más avanzados para alimentar nuestras doctrinas políticas. Por lo que el centralismo a la francesa, el federalismo a la norteamericana o el sistema parlamentario inglés suscitan el mayor interés y, en ocasiones, se imitan hasta el calco.

En el Congreso de 1853, en Bogotá, al que asiste Núñez como senador por Panamá, apenas tiene 28 años. Unos lo pintan como un provinciano de aires descuidado, otros lo retratan como un dandi que atrae las miradas de las jóvenes atractivas de la ciudad.

Como se recuerda, tras la guerra civil de 1851 el Congreso había elegido como presidente de Colombia al general José Hilario López, en sesiones tormentosas. Incluso bajo amenaza deposita su voto Mariano Ospina Rodríguez “para que no asesinen el Congreso”. El partido Liberal se moviliza dividido y los conservadores están dispuestos a defender la democracia, la propiedad y la religión a sangre y fuego. En tanto, la aciaga presión de los artesanos busca cercar a los congresistas con puñales.

El famoso general López gobierna en 1853, mientras sesiona el Congreso, donde se destaca Florentino González y se discute la suerte de la República, sobre todo en cuanto al modelo de régimen político que se va  a dar.

Contra lo que reiteran los malquerientes de Núñez, que lo pintan como un oportunista que cambia de bando como cambiar de camiseta, encontramos que en tan importante escenario decide combatir con la dialéctica de su artillería pesada el federalismo.

Sus argumentos en estos días aciagos cobran particular vigencia, más aún frente a la crisis que desata el gobierno actual en la administración pública y el manejo de los fondos oficiales, no solo perjudicando al sector privado, sino dando al traste con las conquistas en materia de salud de la sociedad. Frente a este manejo oficial regresivo, se les ocurre a los más desesperados y cabezas calientes partidarios de la democracia apelar al federalismo.

El debate

Núñez, que es cartagenero y viene elegido por Panamá, desconcierta a los federalistas, puesto que entiende, en primer lugar, que para conservar la unidad nacional y conseguir las mayores ventajas en un país como el nuestro, es preciso un sistema en el que los recursos nacionales y municipales se manejen con probidad. 

El destino de los recursos departamentales y municipales, tanto ayer como hoy, es uno de los más discutidos por los que atienden los asuntos de corrupción y malversación de fondos en el país. Así que es absolutamente falso aquello de que Núñez se sube al carruaje del centralismo cuando el modelo federalista se empantana y fracasa estruendosamente en el país.

Por lo contrario, cuando con brillo el ideólogo y constitucionalista Florentino González defiende el federalismo, el cartagenero genial produce uno de sus formidables documentos críticos que sacuden la siesta de sus contemporáneos pensantes.

En esos tiempos de fiebre alta de los exaltados federalistas, Núñez publica su escrito “La federación y la reforma constitucional”. Como tiene un gran olfato político e intuye cómo se desenvuelve la marea en el Congreso, manifiesta: “Supongo adoptada la Federación. La Nueva Granada está ya dividida en 10 o más repúblicas, y conviniendo por un instante que todas esas sesiones se encuentran animadas del más ardiente y sincero patriotismo, y que se hayan constituido perfectamente, que mejor política o social emprenderían, superior a las que hoy les permiten acometer las leyes que rigen sobre administración y régimen municipal”.

Se refiere a que fomentar bancos, inversiones, promover caminos y ferrocarriles, lo mismo que la navegación y los adecuados instrumentos de desarrollo, no depende de la visión centralista o federalista.

“Lo que podría traer males y embarazos es precisamente la federación. Porque esas ruedas de la máquina nacional, que un moderno centralismo mantiene en armonía, aunque sin interrumpir su giro peculiar, que es independiente, una vez elevadas al rango de naciones, Dios sabe a dónde irían a parar, contando, como debemos contar, con nuestra profunda ignorancia y con los odios y desavenencias que existen entre varias de las entidades que vendrían a erigirse en estados vecinos o, lo que es peor, en elementos de su propio Estado. Y esto es muy poco. Reflexionemos en las luchas que se entrabarían entre el gobierno general y uno o más de los particulares; y no estará fuera de razón deducir que, en la situación presente de nuestra sociedad, las consecuencias lógicas de la federación serían, primero, el desorden, luego la anarquía, y últimamente la dictadura de un Rosas, de un Correa o de un Paredes".

Don Florentino González, que goza de un inmenso prestigio de estadista criollo, que asiste en Londres a los grandes debates parlamentarios y promueve aquí notables cambios, acusa el golpe y decide contestarle al joven parlamentario que se atreve a refutarlo y desafiarlo. Algo que de seguro el político cartagenero había previsto. La respuesta de González no contiene novedades, es lo mismo de los mismos. Así que Núñez le replica en un artículo que titula “Una réplica”, en el cual dice: “Me propongo demostrar. Primero, que todo lo útil del sistema federalista puede encontrarse en instituciones municipales bien organizadas. Segundo, que, así como los Estados Unidos han progresado con la federación, a otros países les ha sucedido otro tanto sin ella. Tercero, que además del ejemplo que ofrece esa hermosa nación, no hay otra contemporánea de prosperidad social alcanzada bajo el influjo de fórmulas estrictamente federales. Cuarto, que las reformas que nosotros necesitamos son enteramente inconexas con la federación”.

Además, proclama la libertad del individuo, la libertad del distrito, la libertad de la provincia: “he ahí lo que yo considero como libertad municipal. El individuo es libre cuando tiene poder suficiente para manejar sus intereses, sin otro consejero que su corazón y sin otros límites que la utilidad general. Así también puede definirse la libertad del Distrito y la libertad de la Provincia: dad a la una y a la otra de estas dos entidades el poderío suficiente para decidir sobre su suerte, con tal de que no invadan la libertad de los otros distritos y provincias, y estad seguros de haber fundado sobre cimientos de granito la libertad municipal”.

Se imponen los divisionistas, mas los hechos, el tiempo y la historia le dan la razón al notable estadista Rafael Núñez, por desgracia pasando por las calderas explosivas del federalismo en el que casi se disuelve Colombia, hasta que asume al poder en 1884 y le da un vuelco a la historia.

 

<DESTACADO>“No estará fuera de razón deducir que, en la situación presente de nuestra sociedad, las consecuencias lógicas de la federación serían, primero, el desorden, luego la anarquía, y últimamente la dictadura de un Rosas, de un Correa o de un Paredes”.