Pobreza: vaso medio lleno o… | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Mayo de 2012

Un vaso medio lleno o medio vacío. Ese el dilema que se enfrenta cuando se tienen que analizar las cifras de pobreza e indigencia en Colombia.

Esta semana el DANE reveló que en el último año el nivel de pobreza se redujo de 37,2 por ciento en 2010 a 34,1 en diciembre de 2011. Es decir que un millón 218 mil personas salieron de esa condición.

También bajó el número de personas que en los últimos doce meses vivían en condición de pobreza extrema. Este indicador pasó de un año al otro de 12,3% a 10,6%, lo que significa que 674 mil ciudadanos dejaron esa situación.

Según la misma medición enColombia hay más de 15,2 millones de pobres, y de ellos 4,7 millones se encuentran en la indigencia.

De acuerdo con el informe, en 2011 el ingreso per cápita para el total nacional se ubicó en 478.658 pesos. En las cabeceras es de 566.192 pesos; en el resto del país 196.675 pesos; en las 13 ciudades principales y sus áreas metropolitanas si situó en 692.762 pesos, y finalmente en las otras cabeceras quedó en 382.155 pesos.

Medio lleno

Se trata, obviamente, de una buena noticia para el país. El propio presidente Santos indicó que esas cifras confirman que la “Política de Prosperidad para Todos” está dando resultados, y subrayó que la pobreza y la desigualdad disminuyeron, entre otros factores, porque crecieron más los ingresos de los pobres que los de los más pudientes.

Incluso fue más allá,  al afirmar que lo revelado por el DANE evidencia que el Gobierno cumplirá con las metas trazadas en el Plan Nacional de Desarrollo, en materia de creación de empleo y reducción de la pobreza.

Sobre este último indicador sostuvo que el cumplimiento de la meta (bajarla a 32% al final del cuatrienio) ya va en 59.6 por ciento. Y en cuanto a la reducción de la pobreza extrema (se fijó como meta dejarla en 2014 en 9,5%) el cumplimiento va ya en el 68 por ciento.

Para Santos la clave en la lucha contra la pobreza está en logros como 1,7 millones de empleos creados, beneficios a 1.1 millones de estudiantes con gratuidad total, la generación de 300 mil soluciones de vivienda en 2011, más cobertura en salud, acueducto y servicios públicos, ampliación de internet, más inversión agrícola, más programas sociales como Familias en Acción… Todo ello reflejado en una economía creciendo alrededor del 6 por ciento, una inflación controlada, récord en balanza comercial e inversión extranjera, así como buen desempeño del agro, industrial y manufacturero.

“Nosotros confesamos que quedamos sorprendidos, porque no esperábamos una reducción tan significativa, aunque sí esperábamos una reducción por las políticas que hemos puesto en marcha. Esto nos estimula a continuar con esa política”, admitió Santos.

Otro de los motivos del Ejecutivo para sacar pecho fue el indicador del Coeficiente Gini, que más que la pobreza mide el índice de desigualdad en un país. Entre más se acerque este índice a la calificación a cero, el país es más igualitario, pero mientras más alto sea, la inequidad económica y social es igualmente alarmante.

Según el Presidente el avance fue sustancial, ya que del año 2009 al 2010 la desigualdad, en lugar de disminuir, subió, al pasar de 55,7 a 56. Pero, recalcó el Jefe de Estado, del 2010 al 2011 bajó de 56 a 54,8. Aquí, según la interpretación del Ejecutivo, la clave estuvo en que crecieron los ingresos de los hogares más pobres, lo que significa que se está avanzando en distribución del ingreso.

“Esa disminución en ese Coeficiente, es decir lo que se cerró la brecha, no tiene tampoco precedentes en la historia de Colombia. Es un aumento de la equidad que nunca habíamos logrado en toda nuestra historia”, dijo.

Y para resaltar la credibilidad de estas mediciones, el Gobierno defendió el hecho de que las cifras corresponden a una serie de estudios y de encuestas que abarcan más de 1 millón de personas.

Medio vacío

Sin embargo, sobre esas cifras se abrió un gran debate. De un lado están quienes consideran que la reducción de los índices de pobreza e indigencia no responde a una realidad objetiva, sino a ‘maniobras’ estadísticas producto del cambio de metodología aplicado en los últimos tres años para esta medición.

Como se sabe, antes se aplicaba un modelo basado sobre todo en el ingreso monetario de los hogares, pero luego se pasó a uno más complejo que mide el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), sistema que evalúa 5 ámbitos (que a su vez evalúan 15 indicadores) donde los hogares podrían estar en privación: condiciones educativas del hogar, condiciones de la niñez y la juventud, salud, trabajo, y acceso a los servicios públicos domiciliarios y las condiciones de la vivienda.

La diferencia en estas dos metodologías es evidente, aunque los expertos consideran que son complementarias. Con el IPM, el nivel de pobreza nacional fue de 29,4 por ciento. Y allí vuelve a reflejarse el problema de la desigualdad, puesto que el porcentaje de personas pobres por IPM para las cabeceras fue de 22,2 por ciento, mientras que en el resto del país el porcentaje de personas pobres fue de 53,1 por ciento.

Esa desequilibrio es aún mayor al analizar la pobreza por regiones, según esta nueva metodología: Atlántica (41,8 por ciento), Orinoquia-Amazonia (35,6 por ciento), Pacífica (32,0 por ciento), Central (30,7 por ciento), Oriental (29,2 por ciento), Antioquia (25,7 por ciento), San Andrés (19,2 por ciento) y Bogotá (11,9 por ciento).

Los voceros sindicales son los más partidarios de esta tesis de las maniobras estadísticas, e incluso afirman que los pisos de ingresos mínimos que establece esa nueva metodología para determinar el estatus económico de una persona son utópicos y hasta risibles.

Más peros

También están quienes basados en las cifras, y sin poner en duda su veracidad, consideran que difícilmente puede sacar pecho el Gobierno de un país que pese a tener un boom económico admite la existencia de 15,2 millones de pobres, de los cuales 4,7 viven en la indigencia o pobreza extrema. Es decir que aquí prima la tesis del vaso medio vacío.

Igual, en el país todavía existen más de 2 millones 200 mil personas desempleadas, en tanto que la gente que sobrevive del ‘rebusque’ es cada día mayor, pues la tasa del subempleo supera el 30 por ciento. El volumen de desplazados no ha bajado de manera sustancial, más del 50% de los trabajadores colombianos ganan menos de un salario mínimo y se calcula que hay un déficit de un millón de unidades habitacionales.

Incluso al analizar las cifras del DANE, queda claro que el campo sigue arrastrando una pobreza e indigencia superiores a los cascos urbanos, lo que significa que la focalización de los programas de impacto social y disminución de vulnerabilidades continúa siendo desequilibrada.

Advierten los críticos que tener un Coeficiente de Giniubicado  en 54,8 puede marcar un récord en materia de disminución de la desigualdad a nivel interno, pero Colombia sigue en el tren de atrás a nivel latinoamericano. En otras palabras, que si bien la economía marcha bien, la riqueza sigue muy concentrada y su nivel de redistribución todavía es muy bajo. Para sustentar esa percepción traen a colación informes recientes de la ONU, el Banco Mundial, las Metas del Milenio y otras instituciones internacionales en donde el escalafón colombiano en materia de exclusión social, violencia y desequilibrio económico es muy malo.

Por ejemplo, no deja de llamar la atención, según el DANE, que la ciudad con mayor incidencia de la pobreza y pobreza extrema sea Pasto, con 40,6 por ciento y 8,8 por ciento respectivamente, mientras que la con menor pobreza fue Bucaramanga con 10,7 por ciento y 1,1 por ciento respectivamente.

Mientras tanto, la ciudad con mayor desigualdad de ingresos fue Montería con 53,8 y las de menor desigualdad fueron Bucaramanga e Ibagué con 44,9.

¿Entonces?

Como se ve, definir a quién le asiste más la razón a la hora de considerar buenas o malas las cifras de pobreza reveladas esta semana no es nada fácil.

Para el Gobierno es claro que sus políticas están dando resultados, a tal punto que se arriesga a afirmar, como lo dijera el director de la Agencia para la Superación de la Pobreza, Samuel Azout, que en ocho años podría reducirse sustancialmente tanto la pobreza como la indigencia.

Para algunos expertos economistas hablar de cifras por debajo de un dígito en pobreza e indigencia no es un reto fácil de cumplir, sobre todo porque si bien la economía colombiana pasa por un buen momento y el papel del Estado como factor activo para forzar una menor inequidad viene en aumento, debe tenerse en cuenta, por ejemplo, que el boom petrolero y energético no permite una redistribución de ingresos y utilidades muy amplios, pues una parte importante de esa plusvalía se va para el exterior, a las multinacionales.

Asimismo, hay claros ejemplos sobre economías que aún pese a PIB muy positivos no necesariamente ven reflejada esa situación en una menor desigualdad y cantidad de personas bajo la línea de pobreza. India y otras potencias emergentes asiáticas son un fiel ejemplo de ello.

Por otra parte, es claro que llega un momento en que el boom económico coyuntural no es suficiente para forzar una disminución de la pobreza, ya que los factores que generan esta son de carácter estructural y requieren, por tanto, de programas sociales, asistenciales, de inversión en capital humano y social de más largo aliento. Y esas son metas que, incluso, no pueden ser alcanzadas en cuatrienios gubernamentales cortos, sino que requieren la institucionalización de políticas de Estado, en donde el continuismo de las mismas esté garantizado más allá de la alternación de gobiernos y énfasis partidistas y políticos.

Como se ve, si bien no deja de resultar ampliamente positivo el anuncio esta semana en torno a reducción de la pobreza e indigencia, aún falta mucho camino por recorrer.