Los datos arrojados por las encuestas, en los últimos días, demuestran que el plebiscito no está tan maduro como algunos lo pintan. Dos de las encuestadoras más acreditadas, Gallup e Ipsos, presentan cifras en las que puede comprobarse que los colombianos aún están a la expectativa en la materia. Esto pese realizarse los sondeos en medio de la oleada mediática que significó la firma del protocolo del cese al fuego bilateral, la dejación de armas y el anuncio del “fin del fin”, entre Gobierno y Farc, en Cuba.
En principio, las preguntas generales de los sondeos se mantienen exactamente en los mismos términos desde que comenzó el proceso de paz, hace varios años. Ello a fin de que se puedan hacer comparaciones del acumulado histórico de acuerdo con las etapas. Pero algunos de los interrogantes, en la actual coyuntura de las conversaciones, parecerían ya fuera del marco para el cual fueron inicialmente concebidos.
Frente al plebiscito, todavía pendiente de control constitucional, pero que es el mecanismo hasta ahora adoptado para someter a consulta popular el Acuerdo Final entre el Gobierno y las Farc, una gran mayoría de colombianos está de acuerdo en que este se use como instrumento de refrendación. Lo que indica, a su vez, que quienes han planteado la posibilidad no de refrendar popularmente lo acordado, por considerar el tema de exclusiva órbita presidencial, han perdido todo terreno. Por lo tanto, la refrendación popular es hoy, ciertamente, indisoluble del proceso de paz y un instrumento indispensable en su validación, denegación o nulidad.
La votación
No obstante, a la hora de votar el amplio espectro del Acuerdo Final a través del plebiscito, favorable o desfavorablemente y con los rigores de ley, los indicadores electorales son a otro precio.
Como se sabe, para que la figura sea válida tiene que obtener, mínimo, el 13 por ciento del censo electoral, es decir 4 millones quinientos mil votos positivos y ganarle a los negativos. En tal sentido, para hacer un ejercicio aproximado de cómo están votando el plebiscito hoy los colombianos, a partir de los porcentajes en las encuestas, habría que tomar, en principio, cuál es el número total de votantes efectivos. Además sabido, como dato comprobado, que la participación promedio válida en el país no alcanza a la mitad del censo electoral.
Asimismo, según lo visto en las experiencias más recientes, los colombianos no son particularmente dados a intervenir en los mecanismos nacionales y extraordinarios de participación ciudadana como el plebiscito. Así ocurrió en las votaciones para la Asamblea Nacional Constituyente, en 1990, donde se obtuvieron resultados exiguos frente a los registros previos de las elecciones parlamentarias y presidenciales. Incluso, de haberse sometido ese ejercicio electoral a las reglas posteriores, hubiera estado lejos de alcanzar los rubros de legitimidad que en la actualidad son obligatorios.
Lo mismo sucedió más tarde, en 2003, con el referendo planteado por el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, cuya popularidad cercana al 70% no fue, sin embargo, incentivo suficiente para que las preguntas, salvo la de menor importancia, trascendieran los seis millones de votos necesarios para su validación. Fue el caso, precisamente, de que un primer mandatario con una favorabilidad sin precedentes en Colombia viera desestimado popularmente su principal proyecto del momento. La popularidad actual del presidente Juan Manuel Santos, de acuerdo con las encuestas antedichas, oscila en el 30%, duplicándose la desfavorabilidad.
Los datos a mano más frescos, para poder evaluar de modo aproximado en cuál terreno se mueve el plebiscito, se refieren razonablemente a las últimas elecciones presidenciales y senatoriales, en su carácter nacional, y si se quiere de gobernaciones, en su carácter regional, sin recurrir a las de alcaldías y concejos municipales por tener una naturaleza eminentemente local, divergente y específica. Así, en cuanto a las elecciones de Congreso se dieron unos doce millones de votos válidos, incluida la circunscripción indígena, y unos 800.000 mil más en la primera vuelta presidencial. Para el balotaje de 2014 y las gobernaciones, en 2015, se dio un resultado de 15 millones cien mil votos válidos aproximados, descontando, como en lo demás, los nulos y no marcados y sumando, en cada evento, la importante cifra de votos en blanco que, sin embargo, para el plebiscito están prohibidos.
Tomando, pues, el rubro más alto, sin promediar las alternativas y haciendo caso omiso de las confusiones obvias que puedan presentarse en la explicación, en el ámbito electoral real, tanto de la figura del plebiscito como de su contenido definitivo, el total de votantes posibles podría situarse en unos 15 millones de votos efectivos. Esto, incluso, desestimado el desprestigio del Congreso (solo once millones seiscientos mil votos válidos en la circunscripción nacional, incluyendo los blancos) que, no obstante, podría superarse con los nuevos inscritos en el padrón electoral o el referente de la segunda vuelta.
Aceptando lo dicho, la encuesta Gallup sostiene que 40% de los 15 millones de sufragantes, así previstos, votaría a hoy y con certeza en el plebiscito. Es decir, seis millones fijos. De ellos el 70%, cuatro millones doscientos mil votos, lo haría afirmativamente. En tal caso, sin embargo, no se obtendría el rubro ordenado por la ley para su validez, ni aun dentro del umbral que a más veras se redujo drásticamente al 13%, frente al 50% previo, y que como se dijo se estableció en cuatro millones y medio de votos afirmativos. Quedarían pendientes los indecisos, un porcentaje de ellos proclives a la votación favorable pero todavía a la expectativa del verdadero alcance del Acuerdo Final.
Rechazos generalizados
De hecho, frente a lo anterior y en todas las encuestas, inclusive la de Cifras y Conceptos, que le da un importante margen de favorabilidad al plebiscito (como todo en los sondeos depende de los métodos, el énfasis sectorial, y el orden y claridad de las preguntas), el rechazo generalizado a partes esenciales del proceso, como la justicia especial y la participación política de la guerrilla, ronda cifras negativas del 80 y el 70% respectivamente. Ello, desde luego, pesa fuertemente en los indecisos cuando se trata de subsumir el asunto en una sola pregunta general.
Otro caso, igualmente demostrativo de la temperatura electoral del plebiscito, se presenta en la encuesta de Ipsos, en la que votaría con certeza una cifra más alta que en la Gallup, nueve millones ciento cincuenta mil sobre los 15 millones de votos (61%). De tal monto, no obstante, el 36% lo harían por la afirmativa (tres millones doscientos noventa y cuatro mil) y 25% por la negativa (dos millones doscientos ochenta y siete mil). Quiere decir, a su vez, que en esta encuesta el plebiscito está todavía más lejos de alcanzar la validez de ley, incluso alrededor de un 40% por debajo, y que la votación desfavorable mantiene una presencia considerable, aunque todavía no está determinado si los sectores adversos a los acuerdos de La Habana tomarán, finalmente, dirección hacia la llamada “abstención activa” y no comparecerán a las urnas en el mismo sentido asimilado, para el caso, por la Corte Constitucional como un voto en blanco legítimo y no contable.
Ante todo lo anterior se supone, por el contrario, que el plebiscito, para ser verdaderamente refrendatorio, debería consignar mayorías indiscutibles, muy por encima de las cláusulas legales y sin las tensiones y dudas que evidentemente sigue mostrando el electorado colombiano. De hecho, aplicada a las urnas las cifras de las últimas encuestas de Ipsos y Gallup, el plebiscito no está llegando, en el momento, siquiera al umbral legal de aprobación y eso, en el pico que significó el último convenio de La Habana, mantiene, a lo menos, cierta incertidumbre palpable en la teoría de las estadísticas.