Por Álvaro Ernesto Sánchez *
Especial para EL NUEVO SIGLO
Existe una importante cantidad de normas que se derivan de la Constitución del 91 y se soportan en la ley 99/93 o ley del Medio Ambiente, normas que no solo permiten a los alcaldes invertir en asuntos ambientales, sino que los obligan en algunos casos a realizar dichas inversiones.
Valga decir, por ejemplo, que el 1% de los presupuestos municipales deben ser destinados, según lo estipulado en la ley, a la reforestación y protección de las fuentes hídricas que surten de agua al municipio.
El problema entonces no radica en las herramientas que brinda la ley sino más bien en el uso que a lo largo y ancho del país se hace de las mismas y en la manera como se toman las decisiones con respecto a dichas inversiones. Normalmente es por impulsos o simplemente por la necesidad de cumplir un requisito o ejecutar un presupuesto, pero muy pocas veces como consecuencia de una adecuada planeación que tenga fines definidos para el desarrollo ambiental del territorio.
En la mayoría de los municipios se dedica el presupuesto ambiental a una de dos actividades; a la educación o capacitación mediante campañas de divulgación de programas específicos o a la reforestación en diversas zonas del territorio municipal.
De ninguna manera se me ocurriría afirmar que estas inversiones son malas por sí mismas, pero lo que sí puedo afirmar es que son actividades inconexas en la mayoría de los casos y que no tienen un fin definido que permita visualizar una mejora consistente en el desarrollo ambiental del país; es decir, no obedecen a una planeación ambiental estructurada como tal.
Interrogantes
¿Cómo debería ser la planeación ambiental municipal? Mi abuela decía “al que no sabe para dónde va, cualquier tren le sirve”. Esa es en cierta forma la teoría que aplican las administraciones municipales para las inversiones en el aspecto ambiental. Es decir, hacen por cumplir pero sin una meta específica; lo importante, entonces, es un proceso serio de planificación que implique metas a largo plazo que sean realizables y útiles para la mejora del entorno de sus habitantes; procesos que obedezcan a parámetros predefinidos que garanticen eficiencia de la inversión de estos recursos y resultados permanentes en el tiempo; solo así se podrá intentar recuperar nuestro patrimonio ambiental, entendiendo como tal el patrimonio ecológico y cultural.
Para desarrollar esta planeación se han venido utilizando diferentes métodos.
Los pasos
Sin duda alguna el más eficiente de ellos es el llamado “análisis brecha”, que permite elaborar el Plan Maestro Ambiental (PMA), que consiste en programar las actividades de hoy con la mira puesta en los resultados que se quisieran obtener mañana, y buscando desde el inicio resultados, no inmediatistas sino exitosos y durables en el tiempo.
Veamos pues como funciona dicha metodología:
1. Etapa de diagnóstico. En esta primera etapa del proceso se debe hacer un levantamiento de campo que muestre una radiografía de las variables ambientales del municipio. Debe incluir líneas base de aspectos bióticos, abióticos y culturales y un estado del cumplimiento civil y gubernamental de la normatividad vigente; debe incluir también los análisis de comportamientos futuros de las variables estudiadas si se conservan los parámetros actuales de inversión y de comportamiento social. Para esta etapa es indispensable tener mediciones en campo y trabajo específico con la comunidad de los municipios a estudiar, pues en ella reposa el conocimiento de su entorno.
2. Etapa de proyección.Acá se debe establecer la fotografía ideal del municipio desde los mismos aspectos, como debería ser y cuál sería el estado ideal; debe basarse en lo que fue en tiempos remotos y en las posibilidades máximas de recuperación de sus ecosistemas asociados; se deberá pensar sin tener en cuenta el nivel de inversión que se pueda requerir para llegar a estos estándares ambientales.
3. Etapa de prospección.Esta se divide en dos partes; la primera consiste en determinar el orden en que se deben realizar las acciones para buscar el fin propuesto; y la segunda, los costos probables de cada una de ellas en valor presente. En la primera se analiza en profundidad el cronograma de acciones que permitan lograr los fines propuestos y en la segunda se estudian las inversiones que se requieren para lograrlos.
4. Etapa de formulación.Se convierten las acciones propuestas en proyectos específicos, divididos por temáticas específicas; en cada uno de ellos habrá indicadores y metas de corto, mediano y largo plazos, y tendrá, además, tiempos máximos y mínimos para cada una de las acciones propuestas generando así un cronograma ideal de ejecución del plan.
5. Etapa de financiación.Una vez formulados los proyectos, se procede a priorizarlos en términos de los prerrequisitos de unos y otros, y en términos de la necesidad específica de la región. Hecho lo anterior, se asignan los recursos que deberá o querrá invertir el municipio en el área ambiental y con ellos se determina cuáles de los proyectos se pueden financiar en el corto, mediano y largo plazos; es decir en periodos de 4, 8 y 12 años. A renglón seguido se podrá proceder a buscar fuentes de financiación y cofinanciación para los proyectos en los mismos periodos; con esto se determinará un alcance final y un cronograma específico para el desarrollo ambiental del municipio, además se asegurará una hoja de ruta segura en caso de lograr nuevos recursos.
6. Etapa de ejecución.Definidos el cronograma y la financiación del PMA se puede proceder a poner en marcha la ejecución del mismo. Se requieren entonces de dos aspectos fundamentales: la evaluación periódica de los resultados y la participación activa de la ciudadanía en el proceso. Así se asegurará el cumplimiento de los proyectos y, por lo tanto, el logro de las metas esperadas.
Se puede entonces colegir que el análisis brecha es un mecanismo que encierra varios aspectos fundamentales: obliga a contar con la comunidad y a tener una fuerte participación comunitaria; permite que los recursos se apliquen para el logro de metas generales y con resultados concretos; recoge la situación actual del municipio para poder establecer comparaciones permanentes que evidencien las mejoras; y, por último, generarán una adecuada recuperación de nuestro cada vez más deteriorado entorno.
* Director Maestría en "Gestión y evaluación ambiental". Escuela de Ingenierías. Universidad Sergio Arboleda. alsanchez2006@yahoo.es @alvaro080255