El año 2012 termina con el euro salvado y la sensación de que es improbable que un país salga de la unión monetaria, pero la crisis seguirá en 2013, y aún peor -según analistas- si no se estimula el crecimiento, puede agravarse y detonar un incontrolable estallido social en Grecia o España.
Todo pareció cambiar en los últimos días del año en los que los países europeos acordaron el mecanismo de supervisión única bancaria para la zona euro y desbloquearon un tramo del rescate a Grecia (por 49.100 millones de euros), que le evitará una suspensión de pagos y un "Grexit" como se le llamó a su eventual salida del euro.
Actualmente la "posibilidad de que un miembro de la zona euro deje la zona euro parece haberse alejado del todo", opinó Janis Emmanouilidis, del Centro de Política Europeo (EPC), un centro de reflexión.
Sin embargo, la crisis está lejos de haberse acabado. "Aún no vemos una salida si bien una etapa fue superada", estimó el viernes Jean-Claude Juncker, Presidente del Eurogrupo, a la radio alemana Deutschlandfunk.
A contrarreloj, los europeos lograron sortear algunos de sus grandes escollos para salir de la crisis, poco antes de llegar al fin de este año.
Tras la luz verde de sus socios europeos, Grecia ya empezó a recibir 34.300 millones de euros y en los primeros meses de 2013, se le entregarán los 14.800 restantes.
La ayuda para Grecia es vital para evitar que el país, hundido en la recesión y con un desempleo que supera la cuarta parte de su población activa, se declare en suspensión de pagos.
Los ministros de la Unión Europea también alcanzaron un "histórico" acuerdo para aprobar el Mecanismo para la Supervisión Bancaria (MUS), primer paso de la unión bancaria del continente y que permitirá, una vez que sea operativo, la recapitalización directa de las entidades más asfixiadas.
Pero aún quedan varios asuntos pendientes que hacen temblar los cimientos de la unión monetaria.
"Una solución convincente requiere de una mayor integración, fiscal, bancaria y política, así como de reformas económicas en las economías con menor rendimiento, como España, Italia y en menor medida Francia. Esto llevará años, no meses", consideró un informe de Barclays.
Las alarmas volvieron a sonar estos días en el continente luego del anuncio del primer ministro italiano, Mario Monti, de que dimitirá una vez aprobados los presupuestos italianos.
El anuncio bastó para reactivar los temores sobre la fragilidad de la economía española. Tras superar los 600 puntos este verano boreal, la prima de riesgo española se había relajado después del anuncio en septiembre por el Banco Central Europeo (BCE) de un programa de compra de deuda soberana para los países más frágiles de la zona euro en los mercados secundarios.
El anuncio de Draghi fue -como lo han destacado analistas y el presidente del gobierno español Mariano Rajoy- el que verdaderamente cambió el curso de los acontecimientos este año.
Pero para activar ese programa, el BCE exige que los Estados pidan formalmente la ayuda al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que requeriría la aprobación de sus socios, la firma de un memorando de entendimiento, con nuevas y duras condiciones.
El gobierno conservador de Rajoy ya pidió la ayuda para sanear su sector financiero a sus socios de la zona euro, que le ofrecieron un crédito de hasta 100.000 millones de euros.
Madrid -aprovechando la relajación de los mercados- sigue sin decidirse a pedir la ayuda de sus socios, que tendrá aparejada duras condiciones a cambio, y probablmente no lo haga este año.
Pero los expertos advierten que esta situación se debe a que los inversores asumen que tarde o temprano Madrid se acogerá al programa del BCE.
Aún hay varias piezas sin encajar, dijo Emmanouilidis. Sobre todo en el terreno político, debido a las elecciones en Italia y en Alemania.
Pero también en el aspecto social. La mayoría de expertos se preguntan ahora hasta cuándo y cuánto pueden los ciudadanos aguantar las medidas de ajustes y recortes que les exige Bruselas, en medio de una recesión y un grave desempleo.