Peor el remedio que la enfermedad. Como víctima que he sido del altísimo costo de los medicamentos me veo en la penosa obligación de ventilar mi caso desde esta columna. Después del accidente que sufrí en un reconocido hotel de la Costa Caribe, que me hizo transitar por una dolorosa calle de la amargura durante el último mes, el relato lo resumo diciendo que me resultó peor el remedio que la enfermedad.
Don Juan Gossaín. Después del penoso trance vivido, llegar a una droguería resultó suficiente para alterar mi presión arterial, que se disparó por cuenta del alto costo de los medicamentos. Gracias a Dios aparece don Juan Gossaín con un conmovedor relato en el diario El Tiempo: “En Colombia es más barato un ataúd que un remedio”. Pero lo grave del asunto es la respuesta del ministro de la Salud Pública, Alejandro Gaviria, quien dijo sin sonrojarse en su cuenta del desenfrenado Twitter que “en Colombia el narcisismo moral da para todo, hasta para el periodismo que se ufana de ignorar los hechos… Gossaín tiene una forma bastante peculiar de saborear su propia ignorancia”.
Recordar es vivir. Lo denunciado por Gossaín lo padecemos la mayoría de los colombianos. Cuando viviendo de iboprofeno, las gentes caminan porque ven caminar, acudiendo a los yerbateros de turno, por miedo a los altos costos y añorando el Conmel, Mejoral, Veramón, Baltisicol Compuesto, el Agua florida de Murray, el Cofrón, el Aceite de hígado de bacalao y hasta el Dolorán y las cafiaspirinas que, como decía mi bisabuelo Pepe Calderón, desde su tienda de abarrotes en Neira, son tan baratas que no afectan el corazón de ninguna solterona.
¿Narcisismo puro? Después de lo denunciado por Ramón Elejalde en su columna del 10 de marzo, según la cual, “medicamentos con precios escandalosamente altos en Colombia, que en países vecinos tienen precios razonables”, contemplo con arrobamiento los detalles de ambas denuncias, no por narcisismo puro, sino por realismo craso, y apelo a la experiencia de mis lectores para que decidan si son meros espejismos o crueles vivencias cotidianas.
Comparemos. Plavix de 75 mg., indicado para prevenir acontecimientos aterotrombóticos, cuesta en Colombia $ 215.000 la caja de 28 tabletas, cuando en Ecuador vale $ 52.000, y en Venezuela $ 32.000. Una caja de 10 pastas de Atorvastatina de 20 mg., utilizado para disminuir el colesterol en la sangre y prevenir las enfermedades cardiovasculares, en Colombia cuesta $ 29.600, en Ecuador, $ 13.000 y en Venezuela, $ 4.080. La caja de Losartan para combatir la hipertensión arterial cuesta en Colombia $ 12.000, en Ecuador $ 5.400 y en Venezuela $ 1.940. El antidiabético Glucophage cuesta en Colombia $ 32.000 mientras en Venezuela $ 900.
Que el Gobierno se toque. Y remata Elejalde: “Mejor haría el Gobierno en poner fin al enriquecimiento injustificado de productores y distribuidores de medicamentos a costa de los exiguos presupuestos familiares. A propósito del ministro Gaviria. ¿Será cierto que en días pasados llegó raudo a un hospital diciendo: “soy el ministro de Salud y traigo a mi padre enfermo”?