Una cosa es hacer un juramento y cumplirlo es otra. Máxime si trata de un compromiso político y se realiza en un momento vital o de coyuntura. Sin embargo, evidenciando nuevamente por qué es la cuna de la democracia liberal y una de las más serias del mundo, el gobierno de Gran Bretaña da los primeros pasos para que Escocia sea más autónoma.
A menos de un mes que el gobierno británico liderado por el conservador David Cameron, con sus socios liberales y apoyado por la oposición laborista hicieran por escrito el “Juramento”, el documento con anunciaban una nueva gobernanza si los escoceses decidían permanecer en el Reino Unido, arrancó ayer el debate en el Parlamento inglés sobre los procedimientos para devolver competencias a su homólogo escocés.
Para ello, el gobierno Cameron entregó un documento que reúne, a grandes trazos, las propuestas de los grandes partidos nacionales y que son la base de un debate que se vislumbra complejo no sólo porque conlleva una inevitable descentralización del poder, sino porque puede distar –diametralmente- de lo que esperan los escoceses.
Desde el amanecer del 19 de septiembre, cuando se conoció que Escocia permanecería en el Reino (conformado también por Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra) Cameron reafirmó su disposición a cumplir con el juramento e inmediatamente abrió el diálogo para determinar lo que quieren los escoceses negociar.
El designado fue Robert Smith quien desde ese momento ha tenido reuniones no sólo con los líderes políticos como el nacionalista Alex Salmond, sino con el ciudadano del común. Los resultados de su investigación y gestión se hará pública el 30 de noviembre. Ahí se “aterrizarán” las competencias que quieren ver transferidas y que se convertirá en el borrador para una legislación definitiva. De antemano se sabe que versará sobre el incremento a las libertades en materia fiscal, financiera y en la gestión de servicios públicos.
En la contraparte, el ministro de Economía británico, George Osborne trabaja el informe oficial del gobierno donde contempla con una mayor autonomía para Escocia en temas como los impuestos y el gasto. Ello será adicional al aumento del poder político y de otros ítems como vivienda y planificación.
Con la premisa de un Estado de Bienestar más amplio, simiente de la democracia en el Reino, el Parlamento británico inició sus debates sobre un punto crucial: el rol de los diputados escoceses en ese hemiciclo. Ese es uno de los mayores reclamos de los nacionalistas porque actualmente tienen voz pero no voto cuando se contemplan asuntos constitucionales para su país. Y por ese concepto pasan los temas más gruesos, desde los políticos hasta los sociales.
Cambiar el estatus de Escocia dentro del Reino Unido es el trasfondo de la discusión parlamentaria y, de antemano, el laborismo ha advertido que ello no es compatible con el plan de los tories (conservadores) de “votos ingleses para leyes inglesas”, haciendo referencia a que siga la “veda” a los escoceses en determinados asuntos del Parlamento británico.
Los conservadores la justifican aduciendo que Escocia –al igual que Gales e Irlanda del Norte- tiene su propio Parlamento y allí pueden aprobar leyes en base a las competencias delegadas y en ello, los diputados ingleses no tienen cabida.
Esta anomalía constitucional deberá corregirse y la están pedaleando los laboristas, ya que sin los escoceses –votos en su mayoría de izquierda- no pueden asegurarse la mayoría en las votaciones sobre sanidad, educación y prestaciones sociales.
El debate abierto ayer es el primer paso para una inaplazable descentralización. Y lo destacable de todo ello es que, por el diálogo, los países de Gran Bretaña lograrán ser más autónomas. Sin duda un ejemplo para las zonas que como en España (Cataluña), o Canadá (Quebec) o Bélgica (Flandes) persiguen el mismo fin. Y aunque con diferencias notables, porque los primeros son países y las otras son regiones, el común denominador es que debe preservar la unidad territorial y que mejores y mayores concesiones se lograrán vía diálogo.
Los referendos o consultas independentistas si bien reflejan el querer de una mayoría también evidencian la polarización política, temor ciudadano y generan tensión social. Prueba de ello es Cataluña, donde el sueño independentista del presidente regional Artur Mas se ha reducido a una votación simbólica ante la férrea oposición de Madrid, que sin embargo acaba de tender puentes de diálogo porque “España es un país unido pero no uniforme y es capaz de acoger su pluralismo como un valor diferencial”.
Volviendo a Gran Bretaña, los debates apenas comienzan y la hoja de ruta contempla que en enero se estén redactando los primeros proyectos de ley para dar mayor autonomía a Escocia. Su aprobación definitiva estará en manos del Parlamento que surja de las elecciones generales de mayo de 2015. Así el “Juramento” comienza a cumplirse y se necesitan “corazones valientes” para su cumplimiento. Es un compromiso de todos en el Reino, ese que desde hace un mes respiró tranquilo al conocer que seguiría Unido. Y, tras evitarse la implosión que habría representado el triunfo independentista en las urnas se avizora una transfiguración.